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Hay que volar a cada instante como

las águilas, las moscas y los días,

hay que vencer los ojos de Saturno

y establecer allí nuevas campanas.

Ya no bastan zapatos ni caminos,

ya no sirve la tierra a los errantes,

ya cruzaron la noche las raíces,

y tú aparecerás en otra estrella

determinadamente transitoria

convertida por fin en amapola.

Soneto XCVIII

Y esta palabra, este papel escrito

por las mil manos de una sola mano,

no queda en ti, no sirve para sueños,

cae a la tierra: allí se continúa.

No importa que la luz o la alabanza

se derramen y salgan de la copa

si fueron un tenaz temblor del vino,

si se tiñó tu boca de amaranto.

No quiere más la sílaba tardía,

lo que trae y retrae el arrecife

de mis recuerdos, la irritada espuma,

no quiere más sino escribir tu nombre.

Y aunque lo calle mi sombrío amor

más tarde lo dirá la primavera.

Soneto XCIX

Otros días vendrán, será entendido

el silencio de plantas y planetas

y cuántas cosas puras pasarán!

Tendrán olor a luna los violines!

El pan será tal vez como tú eres:

tendrá tu voz, tu condición de trigo,

y hablarán otras cosas con tu voz:

los caballos perdidos del Otoño.

Aunque no sea como está dispuesto

el amor llenará grandes barricas

como la antigua miel de los pastores,

y tú en el polvo de mi corazón

(en donde habrán inmensos almacenes)

irás y volverás entre sandías.

Soneto C

En medio de la tierra apartaré

las esmeraldas para divisarte

y tú estarás copiando las espigas

con una pluma de agua mensajera.

Qué mundo! Qué profundo perejil!

Qué nave navegando en la dulzura!

Y tú tal vez y yo tal vez topacio!

Ya no habrá división en las campanas.

Ya no habrá sino todo el aire libre,

las manzanas llevadas por el viento,

el suculento libro en la enramada,

y allí donde respiran los claveles

fundaremos un traje que resista

la eternidad de un beso victorioso.