En lo personal, sigo mi caminito diario. O sea, la oficina por las mañanas. Ahora con los líos hay menos pedidos, menos trabajo, y también preocupación y desconcierto sobre si vale la pena o no seguir trabajando. Claro que no se puede cerrar la tienda así de la noche a la mañana. Los niños no van al colegio esta semana, porque han declarado duelo nacional por lo del ministro de Educación. Enrique sigue en su campaña de ser buenísimo. Ahora resulta que se muere sin los niños y sin mí. No deja de ser una canallada. Joder de la manera más constante, quejarse, pegar, tirar puertas y decir que se va a marchar a cada rato, y el día en que yo decido que ya basta, él decide que no, que va a ser buenísimo, y que al fin y al cabo me adora y a los niños y todo.
No me extrañaría nada que por tu lado de golpe Luisa te esté adorando también de nuevo. ¿Qué le pasará a la gente? Parece que sólo quieren lo que ya no tienen, o lo que ya no pueden tener. Y lo peor es que una cuando se entrega es tan entregada que tal vez les arruina todo eso del misterio y lo difícil, o a saber qué cosa rara. Y sólo recuperan ese amor cuando una ya se pone misteriosa y con ganas de irse. Lo malo es que en lo personal, cuando tengo ganas de irme, es bien de verdad. No hay ningún misterio. YA NO QUIERO MÁS.
Ni siquiera quiero que Enrique se porte bien ni que sea bueno ni nada. Más bien me da cólera que por bruto sólo se le viene a ocurrir ahora que yo valgo la pena y que me quiere y que me va a respetar, y que en realidad siempre me ha adorado. Figúrate con lo que viene saliendo ahora. No sé ni qué puedo hacer.
Pero también hay buenas noticias. Regresó Andresín, nuestro desaparecido perro y locura de los niños. Bueno, regresó de una manera un poco especial. Porque no es propiamente Andresín. De partida, porque ahora es hembra. La cosa es que llegó a la casa una perrita de la misma raza, exacta, y hasta le quedó perfecto el collar del desaparecido. Y ahora Andresín se llama Manolita. Llegó ayer en la tarde y los niños y yo estamos todos excitados con este regreso. Mariana la bautizó y la verdad es que se encuentra muy feliz en la casa. Hoy la vamos a bañar antipulgas, etcétera, y llevarla a vacunar, en cuanto yo regrese de la oficina.
Otra buena buena noticia. Ayer soñé con un aeropuerto en que todos los pasajeros que llegaban eran tú. Y salía otro Juan Manuel Carpio y otro, todos con distintos trajes, y sacaban sus pasaportes y yo me ponía feliz mil veces seguidas con tu llegada.
Esta carta seguramente te va a llegar a tu regreso de tu largo y anunciado viaje a Canarias. Espero que ese viaje, y el mar que siempre lo compone todo, te hayan dado optimismo y te sientas bien, con cuerpecito caliente como se siente al regresar del mar. Fíjate que aquí no he ido al mar ni una sola vez desde que regresé de Europa. Y es que al mar aquí no se puede ir sola, porque de pacífico no tiene nada. Y a Enrique no le gusta ir al mar. Aunque cualquier día inventa que siempre le ha encantado la cosa. Con lo bueno y complaciente que se ha puesto. En fin.
Espero tener tu casa inundada de cartas a tu regreso de Canarias, ya que no puedo recibirte en persona.
Te quiero y confío en ti,
Fernanda Tuya
San Salvador, 5 de junio de 1979
Juan Manuel, mi amor, querido y distante en medio de los problemas que nos invaden,
Llegó Charlie Boston, dizque después de haber pasado y de haberte visto en París, antes de que partieras a Canarias. Y con él llegó un lindo disco de Yves Montand.
Y más que nada llegó tu amor en cada palabra de cada canción. Un millón de gracias. Tú seguirás con tu ronda por esas islas, y espero que el mar y el sol te darán fuerzas y optimismo. Con lo lento que está el correo, quizás esta carta no logre saludarte a tu regreso, como hubiera querido.
Quisiera contarte cómo es mi vida, cómo son mis días. Y quisiera tener algo lindo para contarte pero no están muy lindas las cosas en este momento. Por lo que me cuenta Charlie de que te vio triste y desanimado, deduzco que es un mal universal, por lo menos ha alcanzado tu casa y la mía y eso ya me parece universal. Yo, por mi lado, me bato cual Tarzán contra la tristeza, contra los interminables problemas económicos. Estoy pensando buscar otro empleo. Aquí estoy bien y sólo trabajo medio día, pero lo que gano no me alcanza para vivir. Ya me aburrí de «a mal tiempo buena cara». Ya no tengo buena cara que dar y prefiero tener un poco de bienestar. Necesito con urgencia, igual que tú en la carta que me trae Charlie, un tiempo de mi vida en que me sienta muy bien, muy querida, y no constantemente al borde del precipicio. Esto tiene bastante que ver con la razón de partir de Enrique. Nunca en los años que nos conocemos, hemos logrado una época de tranquilidad. Si no son los problemas económicos, son los problemas personales, la agresividad, el alcohol o cualquier otra cosa. Y aunque no me siento cansada y más bien tengo ganas de hacer un millón de cosas, Enrique está desesperado. Quizá ahora, por primera vez en su vida, quiera realmente ofrecerme cariño y ayuda material, pero no tiene ni la costumbre ni las posibilidades. Creo que nunca antes se le había ocurrido que a una mujer hay que quererla, o por lo menos intentarlo. Es curioso, he sido más feliz y me he sentido más mujer y más segura contigo, en una semana, que en siete años de conocer a Enrique. Es una tristeza, porque por otro lado, amor creo que sí tiene por mí, y muchísimo por los niños. Pero ya yo me aburrí. Y más que nada ahora que veo que, encima de todo, para salir del hoyo él dependerá de mis esfuerzos. Perdona. Siento que te estoy tirando mis problemas, y que te molestarán. Pero en ellos estoy metida, atrapada, como Tarzán en momentos de apuro, como estamos todos amarrados hoy por hoy.
Por otro lado, el pesimismo absoluto que reina en el país, ya que vemos avecinarse una crisis económica, política, humana y de todo tipo, muy grave. Como te imaginarás, el capital extranjero se ha retirado en su mayoría, así como el capital nacional ha sacado muchísimo. De aquí a fin de año, veremos agravarse bastante el problema económico, y con él todos los demás. Tengo que moverme muy rápido para colocarme con un sueldo que me permita guarecerme con los niños durante ese tiempo.
Todo esto es latoso y da cólera, y es una carta bien poco alegre y bien poco romántica la que te escribo. Pobrecito, mi amor, regresar de viaje y encontrarte con esta carta. Me dan ganas de romperla, pero entonces cómo vas a saber realmente de mí. Yo quisiera estar contenta. Mas qué puedo hacer si estoy como un animal atrapado. A veces hay también cosas bonitas, eso sí. Al fin me animé a volver a ver a los caballos, y fue lindo volver a montar. Ya ves que mis placeres son bien sencillos. Aunque mi pobre cabeza está hecha una omeleta.
Mejor bota esta carta, enviada desde el fondo de mi jaula, en el fondo de mi casa en crisis, en el fondo de mi país desmoronándose, en el fondo de mi Centroamérica queriendo torpemente nacer a otra vida. Y desde aquí te estrecho las manos y me abrazo a ti.
Te quiere, te ama,
Fernanda Tuya
San Salvador, 7 de junio de 1979
Querido Juan Manuel, mi amor,
Recibí tu última carta de París, antes de partir a tu gira, preocupado por la falta de correo que sentirías en Canarias. No hay que preocuparse. No son tiempos fáciles. Todos vamos a necesitar paciencia, fuerza y el mínimo indispensable de optimismo para pensar que lo que debe pasar -y que será bueno, ya verás-, tendrá que llegar. Te lo digo a ti porque me lo digo a mí misma. Y, a pesar de ser muy optimista, también me pierdo y pierdo la confianza. No quiero ser motivo de tristeza para ti. Todo tendrá que salir bien.