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San Salvador, 3 de diciembre de 1979

Mi siempre queridísimo Juan Manuel Carpio,

Recibí tu carta contándome de la llegada de Luisa a París, con intempestividad, autosuficiencia, con sonrisa conmiserativa y todo. Qué lástima que una persona como ella se envuelva de tanto misterio y autocomplacencia ante ti, que eres el que más podrías hacerle bien. Además, estoy segura de que mantiene ese misterio y esa parquedad con todos sus amigos, igualmente. Y así no se deja abordar ni por una mariposa ni por un portaviones. De manera que tiene que manejárselas sola, y sólo según su propio y orgulloso criterio, que no ha demostrado ser el más claro ni mucho menos el más eficaz. Yo a Luisa la recuerdo con mucho cariño y respeto. Tal vez no debería ser así, pero bueno, así es, mira tú. Aunque en serio y en broma te digo que su bofetada limeña todavía me duele mucho, a veces, sobre todo por lo que hizo de nuestras vidas, sin ganar ella absolutamente nada, al fin y al cabo.

El horror por aquí se acerca a casa, al menos a la casa de los seres que uno más quiere. Fíjate que se han raptado al hermano de Rafael Dulanto, que acaba de aterrizar en San Salvador acompañado de una guapísima novia norteamericana, de nombre Patricia. Y por un momento se complicaron aún más las cosas, porque un tercer hermano se encontraba haciendo las gestiones para el pago del rescate, en el ministerio de Economía, en el momento en que lo tomaron con trescientos rehenes, durante dos semanas. De modo que hubo unos días -largos- en que los dos hermanos estaban privados de libertad, y Rafael tuvo que venirse corriendo de Nueva York, donde anda ahora de representante ante la ONU, con el grave riesgo que eso implica. Ahora, por dicha, ya desalojaron el ministerio y soltaron a los rehenes. Pero no hay todavía noticias del hermano secuestrado. Los secuestradores piensan que la gente tiene millones y millones, listos en la gaveta del velador. Supongo que Charlie Boston siempre hará sus incursiones a París, desde Roma, y a lo mejor estás más al corriente que yo de estos terribles asuntos.

Esta semana tengo la esperanza de tomar una pequeña vacación, para ir al mar unos días con los niños. A todos nos caería muy bien. Rodrigo ha estado con amigdalitis sobre amigdalitis. En cambio la Mariana, que es flaquita como su mamá, se mantiene con una salud de hierro. Ahora está muy contenta con unas clases de ballet. Acaba de comenzar y le gusta mucho, a pesar de que apenas logra tenerse en pie. Pero parece ser que es una buena disciplina de concentración, tanto física como mental, cosa que mi lindo pajarito necesita mucho. Yo también he estado cansada y nerviosa con tanto secuestro, y unos días de respirar mar me vendrían muy bien.

Claro que puedes escribir a la casa, sólo que tendrán que ser cartas generales y expurgadas, ya que Enrique estará curiosísimo de leerlas, porque te quiere muchísimo, lo sabes. Siempre habla de ti. Más bien siempre hablamos de ti. Por aquí andas siempre, debajo del sillón o detrás de las plantas, y apareces en cualquier conversación. En fin, que el matrimonio, bien lo sabemos, es cosa bastante curiosa, cuyas reglas seguirán siendo eternamente un secreto para mí. No sé si Enrique va a ir al mar. En general, no le gusta la playa, y si es por varios días, menos. Bueno, termino repitiéndote que él estaría encantado de recibir carta tuya también. Y yo, por supuesto. Estás perdido: separadamente y conjuntamente te amamos. Mira suerte. ¡Por la madonna!

Pero sí te quiero más que nadie, aunque sea en coro la serenata.

Mía Tuya

Me había vuelto un angelito, podrán ver, y hasta a Enrique quería escribirle en mi afán de estar presente en esa casa de San Salvador, mañana, tarde y noche. Pero no estaba la virgen para tafetanes, y, como suele decirse, en el horizonte se divisaban ya los más negros nubarrones.

San Salvador, 8 de febrero de 1980

Queridísimo Juan Manuel Carpio,

Esto se está poniendo demasiado bravo. Hasta yo, que soy la más optimista siempre, la última optimista en toda situación, ya me estoy preocupando. Hemos recibido tres amenazas seguidas de rapto de mi hermana Ana Dolores. Yo no quiero asustarme y no quiero que tú te asustes, mi amor, pues insisto en creer que se trata de una tremenda maldad, antes que de una tremenda realidad. Mi hermana, por supuesto, se va. Pero quién va a andar tan mal informado en este paisito como para pedir plata por un miembro de una familia que, desde la muy prematura muerte de mi padre, perdió todas sus fuentes de ingreso y sólo vive de recuerdos, amistades, y unas cuantas joyitas que quedan por ahí.

Sin embargo, se vienen asomando unos nubarrones del tamaño de veinte portaaviones. Lo más peligroso para nosotros, quizás, es que se ha formado un «Ejército de Liberación Centroamericana», con los viejos de la Guardia Nacional de Somoza, todos los que salieron en desbandada de Nicaragua, los superreaccionarios de Guatemala, los ricos de El Salvador que se han ido a vivir y a invertir en Guatemala, y el gobierno de Honduras que parece también colabora. Hasta Rodrigo Carazo Odio (sic), el actual presi de Costa Rica, mete sus discursos reaccionarios, si bien por lo menos no ayuda con armamentos ni hombres. Pues todas estas bellas personas están decididas a «parar el avance comunista», aquí en mi paisito. Imagínate lo que será ese enfrentamiento. Ojalá los muchachos y los compas estén bien preparaditos. En todo caso será como para hacerse un hoyo y buscar guarida. Claro que tienen armas y gente los compadres, aunque creo que están en desventaja en cuanto a armas, si bien tienen grandes masas bastante organizadas. La manifestación de la Coordinadora Popular fue enorme, la mayor que se haya visto aquí jamás. Doscientas mil personas en San Salvador… Imagínate… En esta ciudad hasta hace pocos años cien personas juntas eran una muchedumbre. Y cuando alguien no estaba dos domingos seguidos en su misa o en su cantina, ya se podía ir deduciendo que se había echado al monte de guerrillero o de justiciero.

Aunque no quiero estarlo, estoy aterrada por mi hermana, por mis hijos, hasta por el bebedor de Enrique, que todo lo enfrenta copa en mano, estoy aterrada. Y ahora mismo me gustaría cerrar muy fuerte los ojos y sólo sentir la existencia de esa confianza total que tengo en ti. Entonces todo funcionaría, Juan Manuel Carpio, porque tú eres como yo y no me abandonarías ni siquiera por la Luisa de entonces, no la de hace unas cuantas cartas.

Pero bueno, la vida es tal que ya ves: ni hablar en este momento de soñar siquiera con esa «sintonización» con tu gira por México, a la que te referías en tu última carta desde Mallorca.

Piensa mucho en mí, viajes o no.

Fernanda Tuya

Viajé a México, además me di un salto a Lima, y hasta tuve tiempo para fracturarme la mano izquierda, muy levemente, gracias a Dios. A todo ello aluden algunas frases sacadas del cuadernillo fotocopiado, cuyo original tanto atesoró siempre Mía.

En México, mi dichoso representante está tan dedicado al Tintoretto, que apenas ha podido conseguirme lo justo para pagar hotel y vitute. Pero recién empiezo con las calamidades, porque también me ha pescado una venganza de Moctezuma que, al no ser bacterias, a lo mejor acaba, digo yo, siendo psicosomática, y con el tipo de locura que suele aquejarme a mí, muy probablemente me llevará a cagar un piano de cola. Con tu perdón.

Ya ves tú que terminé huyendo de México, para darme un saltito a Lima y decirle bonjour a la familia y a los amigos. Mi éxito ha sido rotundo, pues ya en el aeropuerto me pegué el resbalón del siglo y fractureme la mano izquierda, aunque sin gravedad alguna para mi guitarra y mi vocación trovadora. Parecía hombre público en esa ciudad donde todos los políticos tienen la mano rota (algunos, además, caída).