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Sí, en este instante lo recuerdo clarito: fue justo entonces cuando tuve que cerrar mi edición Biblioteca Universal Rizzoli de la Divina commedia y entregarme por completo a la nueva y profunda sensación que las palabras de Fernanda acababan de producir en mí, mientras intentaba leer a Dante y al mismo tiempo encontrarle una solución a nuestra honestidad a toda prueba. Un infierno me llevaba al otro, la verdad, pues justo cuando yo intentaba imaginar nuevamente verdaderas estrategias para salvar nuestro amor, Fernanda María me salía desde El Salvador con que abandonar Chile esta vez le resultó tristísimo. En fin, todo un golpe bajo, por decir lo menos…

…Pero bueno… A lo mejor no… A lo mejor se trata de frases que no han sido escritas contra mí, que ni siquiera me excluyen en lo más mínimo de la vida y los sentimientos más reales, más completos y profundos de Fernanda María… Sí, por ahí van los tiros, sin duda: las palabras tan duras y tristes de Mía sólo podían explicarse situándolas dentro de un contexto mucho más amplio y complejo que yo debía ser capaz de imaginar muy fácilmente y que no sólo la incluía a ella. En realidad, Fernanda María casi se había limitado a describir, con muy lógica pena, la enésima separación de los niños y su padre, agregándole, por supuesto, una nueva separación, tal vez definitiva ésta, de sus abuelos paternos, también un nuevo viaje inútil, en lo que a su situación personal se refería, y sabe Dios cuántas cosas más.

En fin, que por más que uno cuente y se cuente, y por más que uno se confiese y hasta se vomite, página tras página y tras página, aún no ha nacido la persona en este mundo capaz de mostrarnos todas sus cartas por carta, ni siquiera en la más extensa e íntima de las correspondencias. Por ello, sin duda alguna, Fernanda María sólo pudo expresarme parcial y circunstancialmente su partida de Chile. En cambio ella y yo éramos totales y esenciales, el uno para el otro, aunque a veces el mismo correo que nos mantenía informados nos impidiese contar íntegramente un momento de nuestras vidas, o dos o tres o mil. Con lo cual ni qué decir del conciso, desteñido y borroso fax -que además se borra del todo con el tiempo- en el cual incluso lo epistolarmente parcial queda suprimido por completo, empezando por el sobre, con lo mucho que ello implica de color, de geografía, de climatología, de filatelia, de horizontes lejanos, de memoria y de olvido, de penas y tristezas, de amistad y de amor, de paso del tiempo y de veinte años no es nada o, en el peor de los casos, es sólo fiel correspondencia.

En fin, qué más se puede decir acerca del fax, guillotina de la carta, silla eléctrica incluso de lo epistolarmente parcial… Bueno, sí, algo me queda por decir -aunque más que nada por asociación de ideas y de progresos sólo técnicos, una pena, claro- y es que, con gran elegancia, y antigüedad es clase, Fernanda María y yo jamás incurrimos en fax, y la única vez que le envié un correo electrónico, sólo por probar mi nueva computadora, ella me respondió furiosa, desde la oficina en que trabajaba, instándome a que colgara en el acto ese teléfono light.

Pero bueno, yo, que entonces aún no me había planteado ninguna de estas cosas de la vida y la correspondencia y andaba realmente sorprendido y muy dolido por lo de Fernanda María al abandonar Chile, opté por un mutismo epistolar vengativo y de muchos meses, lo recuerdo, aunque nada le dijera nunca a ella acerca de sus verdaderas razones. Además, le inventé una interminable gira de conciertos por Guinea Ecuatorial, o sea algo realmente imposible, creo yo. De todo esto me acuerdo con toda claridad, pero además tengo aquí sus cartas de aquellos meses, en caso de que me falle la memoria, ya que por esta época hacía un rato que Fernanda había perdido todas mis cartas en aquel asalto del que fue víctima en Oakland, California, y la fotocopia del cuadernillo que me envió se había detenido para siempre en el tiempo, con los trozos de mis respuestas a sus cartas que a ella más le gustaban.

San Salvador, 23 de agosto de 1983

Mi queridísimo Juan Manuel,

Sigo sin noticias tuyas. El correo está lentísimo.

Es como vivir en los tiempos en que las cartas iban por barco, primero, y después por mula. Espero que de alguna manera y en algún lugar te hayan llegado mis cartas, sobre todo ahora en que cada día te me vuelves más internacional y viajero. Tal vez no estés en Menorca estos días, aunque siendo verano en Europa me extraña que no te hayas tomado un descanso de tanto trote en tu nueva y aislada residencia, nunca mejor dicho. Qué ganas de saber de ti.

Hoy tuve una gran alegría al enterarme de que Charlie Boston está aquí de vacaciones. El martes voy a ir a verlo al mar, donde su familia tiene una linda casa de veraneo. Espero que Charlie me cuente algo de ti, pues sin duda anda más al corriente que yo, gracias a nuestra banda internacional de amigotes. Te sigo escribiendo al regresar de Santa Ana.

28 de agosto

Ya volví. Charlie tampoco tiene noticias tuyas. Dónde se me metió mi amor. Charlie dice que lo más probable es que andes de gira veraniega por España y el sur de Francia, de sala en sala de fiestas y esas cosas que a mí me matan de celos.

Con los días ya me estoy acostumbrando mejor aquí. En realidad ha sido mejor no encontrar trabajo tan pronto. Así tengo tiempo para ir llegando poco a poco a este ritmo de vida tan alejado de las prisas de otros lugares.

Lo de mi mamá se resolvió muy bien porque se va a ir a pasar un tiempo en California con mi hermana María Cecilia, y a su regreso buscará una nueva casa de alquiler, más acorde con los tiempos que corren.

Además, para entonces ya estará aquí la Susy, que en diciembre tendrá un bebe parisino y después se viene a pasar una temporada aquí con compañero incluido. Como ves, la gente no cesa de moverse… Ojalá pronto recibas ésta. Cuéntame de tu verano.

Te abrazo mucho,

Fernanda

San Salvador, 28 de septiembre de 1983

Muy querido Juan Manuel,

Extrañada estoy, y triste, porque no me has escrito. Espero que no te esté pasando nada malo. ¿Recibiste mi dirección?: 34 Calle San Andrés – 1106. San Salvador.

¿Cómo estás? Por favor.

Tuya,

Fernanda

Sólo una anotación, o mejor dicho una constatación, a la cual ya debo haberme referido anteriormente, estoy seguro, pero es que hasta hoy me resulta sorprendente. Jamás he conocido una persona que se mudara tanto como Fernanda María. Las agendas que he tenido a lo largo de los años dan fe de ello. Y bueno, creo que también debo mencionar la vergüenza y la pena que aún siento por no haberle respondido una vez más a Mía. Me imagino que lo de su tristeza chilena continuaba afectándome, pero en todo caso ahí va esta carta suya:

San Salvador, 30 de octubre de 1983

Mi queridísimo Juan Manuel,

Pasan los días y sigo sin noticias tuyas. A veces me preocupo y pienso que algo te ha pasado. A veces me da cólera y te mando a la mierda. ¿Qué será lo que pasó? No puedo creer que ya no tengo tu amor y tu amistad. Me parece tan horrible. A lo mejor te enamoraste y te casaste, o caíste enfermo, o quizás hasta muerto estás. Sea como sea, tu ausencia me pesa. Ojalá muy pronto sepa de ti.