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¿Abrigaba la esperanza de alejar a Mía y a sus chicos de la casa de Menorca? ¿De los jardines de Flor a Secas? Conociéndome, es lo más probable, pero conociendo el entusiasmo de Mía qué duda cabe de que no me hizo el menor caso. Y aún hoy me avergüenzo, realmente me arrepiento y avergüenzo sobremanera, de haberle escrito cosas como éstas, pocos días después de regresar de Lima a Menorca, para esperarla ahí con su Rodrigo enfermito y su Mariana siempre linda y sonriente.

Menorca, agosto de 1985

Mía Mía, aunque esto ya casi suene a gato.

En Lima he pasado casi todo el tiempo metido en casa de mi amiga La Leona, ahora en San Diego con su mamá, hermanos, hijita, y cuñado. Como los perros limeños muerden, me atacó, pero gracias a Dios no hubo tarascada sino moretón. Parecía yo lesionado del tercer huevo (alguien me atribuyó enfermedad ignota).

Efusiones como chorros de ballena. Te extraña,

Juan Manuel

Casi me mata con su elegante indiferencia y su cariñosa alegría, Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes. Todo le hacía ilusión, a pesar de la pestilencia de mi carta anterior:

Londres, 15 de agosto de 1985

Queridísimo Juan Manuel Carpio,

Qué bueno que ya llegaste a Menorca y que ya terminó toda esa terrible viajadera y además tienes unos días despejados por delante. Tu telegrama con fechas y direcciones llegó muy bien y por dicha todo coincide de maravilla. Yo tampoco puedo ir allá antes de septiembre, porque vamos a ir a Francia y a Suiza con mi tía y no puedo dejarla sola. Ella volverá a Londres el 2 de septiembre y entonces partiremos a Barcelona. De manera que llegamos a tu casa como el 3 o 4 de septiembre.

El camino a «Canseco» me parece estupendo. Como un mapa de piratas. No vayas a darme ni una pista más, salvo que tu amigo el del Bar Bahía se escape a Río o algo así.

Estoy muy emocionada de verte pronto.

El verano aquí está horrible de frío y lluvioso, pero desde luego nadie viene a Londres por el clima.

Te abrazo, with my deepest love,

Fernanda

Crans-Sur-Sierre, 27 de agosto de 1985

Queridísimo Juan Manuel Carpio,

Perdona el silencio, pero he estado histérica con la enfermedad de Rodrigo que se va haciendo interminable. Al fin, después de cuatro días de hospital y miles de exámenes, decidieron que se trataba de una profunda alergia a la picadura de una araña maligna, que nadie, ni él mismo, recuerda que lo picara nunca. Ya le dieron un millón de remedios y aquí estamos cruzando los dedos para que se componga rápido. Logramos salir de Londres el viernes y ahora estamos en Suiza, como ves, contando con el milagroso efecto del aire de montaña. Aquí estaremos unos diez días. El clima no está bueno, pero, en fin, el aire es el aire.

De aquí volvemos a París por unos días, lo cual nos ocupará hasta el 8 o 10 de septiembre. Pero no te asustes. No vamos a regresar con la tía. Ella se va según su agenda, pero nosotros nos quedamos hasta diciembre y tal vez más, ya que este cambio se ha hecho indispensable para poder componer del todo a Rodrigo, y ése es más o menos el plazo que dan los médicos londinenses. Parece que el pobrecito tuvo un envenenamiento feroz.

Te ruego que me disculpes por tanto cambio de planes y tanto atraso, pero te prometo que no bien pueda te llamaré para darte una fecha exacta de llegada.

Te quiere mucho,

Fernanda Tuya

El de los más grandes cambios fui yo, finalmente, pero, bueno, creo que cualquiera comprenderá las dobles y hasta triples razones que me llevaron a efectuarlos. No tienen un orden lógico de prioridades, estos cambios, como todo aquello que se hace movido por muy diversas y hasta enfrentadas razones del corazón que la razón no entiende, o sea, diablos, otra vez Andrés, «presa de mil contradicciones». Pero una razón sana, sanísima y muy bien intencionada, sí que la había. Mi casa y los jardines de Flor a Secas quedaban no muy lejos del puerto de Mahón, pero sí bastante alejados de una buena playa donde el pobrecito tarantulado de Rodrigo y la Mariana, como la llamó siempre Mía, pudieran realmente disfrutar del sol y del mar y, además, evitarme yo el diario ir y venir «Canseco»-playa, pasando a cada rato por el lugar de los hechos más tristes que me han ocurrido y me ocurrirán jamás, mientras mi adorada invitada, sentadita ahí a mi lado, en el Opel blanco por el que había descartado para siempre nuestro Alfa Romeo verde, coleccionable, pero ahora también doblemente histórico, por decir lo menos, notaba que tanto ir y venir «Canseco»-playa, para la felicidad de todos y la salud del pobrecito de Rodrigo y lo flaquito y frágil que está, y Dios mío este niño no para de rascarse, mi amor, te juro que si pudiera yo rascarme siquiera un poco en su nombre y picazón, Juan Manuel Carpio, en fin, que tanto «Canseco»-playa como que me lo ponen cada día más mustio y ensimismado, a mi cantautor amado, con la ilusión con que vinimos todos, aquí, la ilusión con que vine sobre todo yo, aquí, y con la cara de felicidad mezclada con otra razón del corazón con que nos recibió como desorbitado de ojos y a lo mejor hasta de goce-triste de hacer las cosas que con ella hacía, como escribió el poeta, más o menos, aunque también conmigo las ha hecho, estoy requeteconvencida, pero bueno, basta ya y No me platiques ya, déjame imaginar, que no existe el pasado, que cantó Lucho Gatica, por los mismos años en que el poeta, me parece, incluso, pero bueno, qué importa… Y sí, basta ya, de una vez por todas, Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes, que tú tienes dos hijos y hasta un esposo en Chile, aunque la verdad es que cada vez como que se nos va esfumando más, el tal Enrique, los niños casi ni lo mencionan ya, y hasta pena da que los seres se nos apaguen así, solitos, pobrecitos, pero bien merecido que se lo tiene, por supuesto que sí, y aunque bueno, claro, él siga casadísimo conmigo y yo como si nada, ni siquiera una demanda de divorcio, o sea que basta ya, ahora sí que sí, Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes, ya que por qué entonces no va a poder tener ni siquiera un amor muerto el pobre Juan Manuel Carpio, por más celos que me dé y por más que realmente lo mataría, sí, lo mataría…

La verdad, es increíble lo bien que logra uno ponerse en el pellejo del ser amado, desde y para siempre, y lo demócrata y tolerante y comprensivo y buen anfitrión que es uno también con las razones del corazón de su huésped tan esperado, aunque Mía nuevamente esté llegando con un pésimo Estimated time of arrival y aunque ello lo obligue a uno a sobreponerse al Hamlet que todos llevamos dentro, es decir a un To be or not to be, but at the airport, en este caso preciso, o sea un poderosísimo y hasta muy comprensible Ir o no ir, pero a recibir a Fernanda al aeropuerto, ¿y si tomara las de Villadiego?, ¿y si me las picara?, en habla nacional, imposible, imposible porque en este instante te adoro, Mía, en este instante, y aunque sea sólo por un instante, todas mis razones del corazón han confluido en que realmente te quiero, mi amor, y en que el pobrecito tarantulado qué culpa tiene y tampoco la linda Mariana, en este instante que se alarga los astros se han puesto todititos de tu parte, Mía, o sea que Espérame en el cielo, Flor a Secas-corazón, Lucho Gatica bis, y tú y tu prole en el aeropuerto, Fernanda Mía, espérenme que voy muy rápido, que llego fierro a fondo, volando, antes de que otras razones y tentaciones del corazón, que, estoy más que seguro, tu razón sí entiende, salvadoreña pelirroja de mi alma…

La decisión estaba tomada, como comprenderán, sobre todo ahora que huésped y anfitrión habían logrado, en bifurcados monólogos interiores, ponerse tan razonablemente en el corazón del otro, aunque muy a regañadientes y hasta te mataría, a veces. La decisión estaba tomada, también, porque mientras yo viva ninguna mujer amada pisará los jardines donde Flor a Secas, día a día, fue dejando su amor por mí en cada planta, en cada colorida enredadera, en la limeña buganvilia que le pedí plantar para mí, y aquí también me encantarían unos jazmines, muda de mierda, flor sin retoño…