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De todos modos, se había quedado un tiempo más que regular en casa de Dlínny Edilbái. Era ya casi medianoche. Yediguéi respiró a pleno pulmón el frío aire nocturno de Sary-Ozeki. El tiempo prometía ser, como siempre, claro y seco, y bastante caluroso. Siempre era así. De día hacía calor y de noche un frío que atería los huesos. Por eso había una estepa seca en derredor: la vegetación difícilmente podía adaptarse. De día, las plantas tienden al sol, se abren, tienen sed de humedad, y de noche las fustigaba el frío. Y sólo quedan aquellas que son capaces de sobrevivir. Diferentes plantas espinosas, en gran parte ajenjo, y en las márgenes de los barrancos mechones de diferentes hierbas que se pueden segar como heno. A veces, el geólogo Elizárov, antiguo amigo de Burani Yediguéi, contaba, o más bien pintaba el cuadro de otra época, cuando había allí una riqueza herbórea, el clima era diferente y llovía tres veces más. Bueno, estaba claro que por ello la vida también era distinta. Rebaños, hatos y manadas vagaban por Sary-Ozeki. Seguramente, habría sido hacía muchísimos años, antes de que aparecieran allí los más feroces extranjeros, los zhuanzhuan, de los que se había perdido todo rastro a través de los siglos y solamente había quedado la fama. De otro modo, no habría podido instalarse en la estepa tanta gente. No en vano Elizárov decía:

«Sary-Ozeki es el libro olvidado de la historia de la estepa...». Consideraba que la historia del cementerio de Ana-Beit tampoco era casual. Algunos son eruditos y sólo reconocen como historia lo que figura escrito en un papel. ¿Y si en aquellas épocas todavía no se escribían libros? ¿Qué hacer entonces?

Al poner atención a los trenes que pasaban por el apartadero, Yediguéi, por extraña analogía, recordaba las tempestades del mar de Aral, en cuyas orillas había nacido, crecido y vivido hasta la guerra. Kazangap era también un kazajo del Aral. Por eso se hicieron tan amigos cuando se encontraron en el ferrocarril. A menudo, en Sary-Ozeki, añoraban su mar, y poco antes de la muerte de Kazangap fueron los dos al Aral; fue como si el anciano hubiera ido a despedirse del mar. Habría sido mejor no haber ido. Era solamente ruina. Por lo visto, el mar se había ido; el Aral desaparecía, se secaba. Recorrieron unos diez kilómetros por el antiguo cauce, una desnuda tierra arcillosa, hasta llegar a la orilla del mar. Y entonces Kazangap dijo: «La tierra valía lo que valiera el mar de Aral. Ahora éste se seca. Para qué hablar de vida humana aquí». Y también dijo entonces: «Entiérrame en Ana-Beit, Yediguéi. ¡El mar y yo nos vemos por última vez!».

Burani Yediguéi se enjugó con la manga una lágrima que le asaltaba, carraspeó para que no le quedara en la garganta aquella mísera ronquera y se dirigió a la choza de Kazangap, donde velaban Aizada, Ukubala y algunas otras mujeres. Las mujeres de Boranly habían ido allí una después de otra, dejando el trabajo, para estar juntas y ayudar en lo que se necesitara.

Al pasar junto al cercado, Yediguéi se detuvo un instante ante la estaca clavada en el suelo junto a la que permanecía Karanar,preparado, ensillado y revestido con la manta de las borlas. A la luz de la luna, el animal parecía enorme, poderoso e imperturbable como un elefante. Yediguéi no pudo contenerse y le dio unas palmaditas en los flancos.

–¡Pero qué fuerte eres!

Ya en el umbral de la puerta, Yediguéi recordó sin saber por qué, incluso sin comprender el motivo, la noche anterior.

Cómo se había acercado al ferrocarril la zorra de la estepa, cómo él no se había atrevido y había abandonado la idea de arrojarle una piedra, y cómo después, cuando iba para su casa, despegó del cosmódromo, a lo lejos, una flamígera nave que partía hacia el negro abismo...

CAPÍTULO III

En aquella hora, en el océano Pacífico, en sus amplios espacios del norte, eran ya las ocho de la mañana. Un tiempo cegadora-mente soleado se difundía en infinita luz sobre una inabarcable calma, centelleante y majestuosa. Fuera de agua y cielo, no existía nada más en aquellos parajes. Sin embargo, precisamente allí, a bordo del portaviones Conventsia,se estaba desarrollando un drama mundial que nadie conocía fuera de los límites de la nave, un drama relacionado con un caso inaudito en la historia de la conquista del cosmos, algo sucedido en la estación orbital soviético-norteamericana Paritet.

El portaviones Conventsia—sede del estado mayor estratégico-científico del Centrun para el programa espacial conjunto «Demiurg»—, que por la causa mencionada había interrumpido inmediatamente toda relación con el mundo circundante, no había cambiado el lugar de su continua ubicación al sur de las islas Aleutianas, en el océano Pacífico. Por el contrario, aún había ajustado más sus coordenadas en esa zona para conseguir una distancia rigurosamente igual, por aire, con respecto a San Francisco y a Vladivostok.

También se habían producido algunos cambios en el propio barco científico. Por indicación de los copresidentes generales del programa, un estadounidense y un soviético, los dos operadores de turno en el bloque de enlace cósmico, un estadounidense y un soviético, que habían recibido la información sobre el extraordinario suceso ocurrido en la Paritet,habían sido incomunicados provisionalmente de manera rigurosa, para evitar que se filtraran noticias sobre lo sucedido...

El personal del Conventsiafue sometido al régimen de estado de alarma, aunque el barco no tenía un destino militar y ni mucho menos un armamento, y gozaba del estatus de inmunidad internacional por decisión especial de la ONU. Era el único portaviones no militar en todo el mundo.

A las once se esperaba la llegada al Conventsia,con un intervalo de cinco minutos, de sendas comisiones responsables de ambos bandos revestidas de indiscutibles poderes para tomar las decisiones extremas y las medidas prácticas que creyeran indispensables para la seguridad de sus países y de todo el mundo.

Así, pues, el portaviones Conventsiase encontraba en aquel momento en mar abierto al sur de las Aleutianas, a una distancia rigurosamente igual de Vladivostok y de San Francisco. La elección de aquel lugar no había sido casual. Esta vez se manifestaba con especial evidencia, como nunca se hiciera antes, la original perspicacia y previsión de los creadores del programa «Demiurg», pues incluso la ubicación del barco donde se ponía en práctica el plan de investigación planetológica, elaborado conjuntamente, reflejaba el principio de plena igualdad, de absoluta paridad en los principios que regían esta colaboración internacional técnico-científica única.

El portaviones Conventsia,con todo su instrumental y equipo, con todas sus reservas energéticas, pertenecía por partes iguales a ambos bandos y venía a ser, de esta manera, el barco cooperativa de los Estados socios. Estaba en enlace directo y simultáneo por radio, teléfono y televisión con los cosmódromos de Nevada y de Sary-Ozeki. En el portaviones tenían su base ocho aviones a reacción, cuatro de cada bando, que realizaban continuamente todos los transportes y traslados que necesitaba el Centrun en sus diarias relaciones con los continentes. El Conventsiatenía dos paritet-capitán, uno soviético y otro estadounidense: el paritet-capitán I-2, y el paritet-capitán 2-I; cada uno de ellos asumía la jefatura al entrar de guardia. De igual modo, toda la tripulación de la nave estaba duplicada: los ayudantes del paritet-capitán, los pilotos, los mecánicos, los electricistas, los marineros, los camareros...