»Disponiendo de aparatos que vuelan a la velocidad de la luz, podrían visitar actualmente nuestra Tierra. Pero no desean hacerlo sin el consentimiento y la invitación de los propios terrícolas. No quieren irrumpir en la Tierra como huéspedes indeseados. Además, han dado a entender que desde hace tiempo están buscando un pretexto para establecer lazos de amistad. Desde que nuestras estaciones cósmicas se convirtieron en puntos de larga permanencia en órbita, comprendieron que se acercaba el momento del encuentro y que debían tomar la iniciativa. Se prepararon cuidadosamente, esperaron una buena ocasión. Esta ocasión nos correspondió a nosotros, por cuanto nos encontrábamos en el espacio intermedio, en la estación orbital...
»Nuestra estancia en su planeta ha causado, y es muy comprensible, una increíble sensación. Con este motivo se conectó al éter un sistema de telecontacto global que sólo se usa en las grandes celebraciones. En el brillante aire que nos rodea, veíamos como en sueños, a nuestro lado, unas caras y unos objetos que se encontraban a miles y miles de kilómetros, y al propio tiempo podíamos comunicarnos con ellos, sonreírnos, estrecharnos las manos, mirarnos a la cara, hablar alegremente, lanzando tumultuosas exclamaciones y riendo, como si esto tuviera lugar en un contacto directo. Qué hermosos son los pechianos, qué diferentes entre sí, incluso el color azul de sus cabellos varía del azul oscuro hasta el ultramarino, y los ancianos encanecen, por lo que se ve, igual que los nuestros. Los tipos antropológicos también son diferentes, pues constituyen diferentes grupos étnicos.
»De todo esto, y de otras cosas no menos impresionantes, hablaremos al volver a la Pariteto a la Tierra. Ahora vayamos a lo principal. Los pechianos nos ruegan que transmitamos, a través del sistema de enlace de la Paritet, su deseo de visitar nuestro planeta cuando convenga a los terrícolas. Y hasta ese día proponen establecer en colaboración un programa para construir una estación intermedia interastral, que al principio serviría para los primeros encuentros previos y después se convertiría en base fija en el camino de nuestras mutuas exploraciones. Les prometimos poner en conocimiento de nuestros coplanetarios estas propuestas. Sin embargo, a este respecto, hay otra cosa que nos preocupa más.
»¿Estamos preparados, los terrícolas, para este género de encuentros interplanetarios? ¿Somos lo suficiente maduros para ello como seres racionales? ¿Podremos, con nuestra desunión y con las contradicciones existentes, presentarnos unidos como plenipotenciarios de todo el género humano, en nombre de toda la Tierra? Os suplicamos que para evitar un nuevo estallido de rivalidad, una lucha por una ilusoria prioridad, se traslade la resolución de este problema sólo a la ONU. Os rogamos al mismo tiempo que no abuséis del derecho al veto, y, si es posible, que por esta vez, como excepción, se anule este derecho. Para nosotros resulta amargo y duro pensar en tales cosas encontrándonos en los límites de las lejanías cósmicas, pero somos terrícolas y conocemos suficientemente los modos y costumbres de los habitantes de nuestro planeta Tierra.
»Finalmente, hablemos de nosotros, hablemos una vez más de nuestro acto. Reconocemos qué desconcierto y qué medidas extremas habrá provocado nuestra desaparición de la estación orbital. Lamentamos profundamente haber causado tantas molestias. Sin embargo, era un caso único en la historia y no podíamos ni teníamos derecho a rechazar el asunto más grande de toda nuestra vida. Aun siendo hombres sometidos a un riguroso reglamento, nos vimos obligados, para conseguir este objetivo, a proceder contra dicho reglamento.
»Caiga esto sobre nuestra conciencia y recibamos el conveniente castigo. Pero de momento, olvidadlo. ¡Pensadlo! Os hemos enviado una señal desde el universo. Os hemos transmitido una señal desde un sistema astral hasta ahora desconocido, el del astro Poseedor. Los pechianos de azules cabellos son los creadores de una elevadísima civilización moderna. El encuentro con ellos puede representar un cambio total en nuestra vida, en el destino de todo el género humano. ¿Nos atreveremos a ello, salvando ante todo, como es natural, los intereses de la Tierra?
»Los extraterrestres no nos amenazan. Por lo menos, así nos lo parece. Aprovechando su experiencia podríamos dar un cambio completo a nuestra existencia, empezando por el procedimiento para obtener energía del mundo material que nos rodea, hasta la capacidad para vivir sin armas, sin violencia, sin guerras. Esto último os parecerá una extravagancia, incluso os sonará mal, pero os garantizamos solemnemente que así está organizada la vida de los seres racionales en el planeta Pecho Forestal, que han alcanzado esta valiosa perfección como pobladores de una masa geobiológica semejante a la de la Tierra. Portadores de un pensamiento universal altamente civilizado, están dispuestos a establecer contacto con sus hermanos en inteligencia, con los terrícolas, en las formas que respondan a las necesidades y a la dignidad de ambas partes.
»De todos modos, nosotros, interesados e impresionados por el descubrimiento de una civilización extraterrestre, ansiamos volver cuanto antes para comunicar a la gente todo aquello de lo que hemos sido testigos en otra galaxia, en uno de los planetas del sistema del astro Poseedor.
»Dentro de veintiocho horas, es decir, exactamente dentro de un día, después de esta sesión de enlace, tenemos intención de volar de vuelta a nuestra Paritet. Al llegar a ella nos pondremos a la completa disposición del Centrun.
»Y ahora, hasta la vista. Antes de salir para el sistema solar informaremos de la hora de nuestra llegada a la Paritet.
»Cerramos aquí nuestra primera comunicación desde el planeta Pecho Forestal. Hasta pronto. Rogamos encarecidamente lo comuniquen a nuestras familias para que no estén inquietas...
»Paritet-cosmonauta 1-2 »Paritet-cosmonauta 2-1.»
Las sesiones por separado de las comisiones plenipotenciarias a bordo del portaviones Conventsia para investigar el extraordinario suceso ocurrido en la estación orbital Paritet acabó en que ambas comisiones, con todos sus miembros, partieron a efectuar consultas con las autoridades superiores. Uno de los aviones despegó de la pista del portaviones y tomó rumbo a San Francisco; al cabo de unos minutos despegó el otro en dirección opuesta, hacia Vladivostok.
El portaviones Conventsiase encontraba en el mismo lugar, en la zona de su permanente ubicación, en el océano Pacífico, al sur de las Aleutianas... En el portaviones reinaba un orden riguroso. Cada uno se ocupaba de su trabajo, todo el mundo estaba alerta... Y todos guardaban silencio...
En estas tierras, los trenes van de oriente a occidente y de occidente a oriente.
Y a ambos lados del ferrocarril se encuentran, en estas tierras, enormes espacios desérticos, el Sary-Ozeki las tierras Centrales de las estepas amarillas...
Habían recorrido ya una tercera parte del camino hacia AnaBeit. El sol, que al principio había ascendido rápidamente sobre la tierra, ahora parecía haberse quedado fijo en un punto sobre Sary-Ozeki. Es decir, que el día era ya día. Y empezaba a calentar como tal.
Consultando ora el reloj, ora el sol, ora los valles esteparios abiertos que se extendían por delante, Burani Yediguéi supuso que de momento todo iba como era debido. Él continuaba a la cabeza de la expedición, trotando en su camello, le seguía el tractor con el remolque y tras éste la excavadora Bielorús; el perro pardo Zholbarscorría un poco hacia un lado.