"Sí, está bien." Agarrada a la barra, miró 460
los árboles espectrales. El ómnibus se detuvo. El ómnibus desapareció.
Trueno sobre la selva. "¡No, eso no!"
Pat Pink, nuestro huésped (charla antiatómica).
Dieron las once. Suspiraste. "Me temo que no haya
más nada interesante." Jugaste
a la ruleta de las cadenas: el dial giraba y trictraqueaba.
Los anuncios eran decapitados. Las caras pasaban como relámpagos.
Una boca abierta fue borrada en medio de una canción.
Un imbécil con patillas se disponía
a utilizar su pistola, pero tú eras demasiado rápida. 470
Un negro jovial alzaba la trompeta. Tric.
Tu anillo de rubíes daba la vida, imponía la ley.
¡Oh, apágalo! Y en el momento en que se cortaba la vida
vimos una luminosa cabeza de alfiler que disminuía y moría
en el negro infinito.
Desde su cabaña al borde del lago,
un guardián, el Padre Tiempo, todo gris y encorvado,
salió con su perro, inquieto, y costeó
el cañaveral de la orilla. Llegó demasiado tarde.
Bostezaste discretamente y apartaste la bandeja.
Oíamos el viento. Lo oíamos empujar y arrojar 480
ramitas contra los vidrios de la ventana. ¿Suena el teléfono? No.
Te ayudé a lavar los platos. El gran reloj
seguía demoliendo jóvenes raíces, viejas rocas.
"Medianoche", dijiste. ¿Qué es medianoche para los jóvenes?
Y de pronto un fulgor de fiesta barrió
cinco troncos de cedros, aparecieron parches de nieve,
y un coche de la policía en nuestro camino combado
se detuvo con un crujido. ¡Reanuden! ¡Reanuden!
Algunos pensaron que había tratado de cruzar el lago
en Lochan Neck donde patinadores entusiastas cruzaban 490
de Exe a Wye los días especialmente fríos.
Otros supusieron que se había perdido
doblando a la derecha de Bridgeroad; y otros dicen
que se quitó la pobre y joven vida. Yo sé. Tú sabes.
Era una noche de deshielo, una noche de viento fuerte,
de gran excitación en el aire. La primavera negra
estaba a la vuelta de la esquina, temblando
en el húmedo brillo de las estrellas y en el suelo húmedo.
El lago yacía en la niebla, el hielo semihundido.
Una forma confusa salió de los cañaverales de la orilla, 500
avanzó por el voraz, crujiente pantano, y se hundió.
CANTO TERCERO
¡ L'if , árbol sin vida! Tu gran Quizá, Rabelais:
la gran patata.
I.P.H., un laico Instituto (I) de Preparación (P)
para el Hades (H), o If, como lo llamábamos
- ¡Si con mayúscula!- me contrató por un semestre
para hablar sobre la muerte ("para discurrir sobre el Gusano",
me escribió el Presidente McAber).
Tú y yo,
y ella, entonces pequeñita, nos trasladamos de New Wye
a Yewshade, en otro Estado, más alto.
Amo las grandes montañas. Desde la verja de entrada
de la casa destartalada que alquilamos allí
se veía una forma nevada, tan lejana, tan bella
que sólo cabía lanzar un suspiro, como si
pudiera ayudar a asimilarla.
Iph
era un nido de larvas y una violeta:
una fosa en la primavera precoz de la Razón. Y sin embargo
faltaba lo esencial de la cosa; faltaba
lo que más interesa al preterista;
pues morimos cada día; el olvido prospera 520
no con fémures secos sino con vidas llenas de savia
y nuestros mejores ayeres, son ahora fétidos montones
de nombres arrugados, números telefónicos y fichas descoloridas.
Estoy dispuesto a convertirme en una florecilla
o en un moscón, pero a olvidar, jamás.
Y rechazaré la eternidad a menos que
la melancolía y la ternura
de la vida mortal; la pasión y el dolor;
la luz clarete de ese avión que desaparece
a la altura de Hesperus; tu gesto consternado 530
cuando se han acabado los cigarrillos; la manera
en que sonríes a los perros; la huella de baba plateada
que dejan los caracoles en las piedras; esta buena tinta, esta rima,
esta ficha, este delgado elástico