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No estoy enojado con usted, pero tengo toda clase de preocupaciones y estoy con los nervios de punta. Creía -creía profunda y candidamente- en el afecto de una persona que vivía aquí, bajo mi techo, pero he sido herido y traicionado como nunca ocurría en tiempos de mis antepasados, que hubieran podido hacer torturar al ofensor aunque, naturalmente, no deseo hacer torturar a nadie.

Ha hecho aquí un frío terrible, pero gracias a Dios un verdadero invierno nórdico se ha transformado en una primavera meridional.

No trate de explicarme lo que su abogado le dijo, pero haga que él se lo explique al mío que él me lo explicará a mí.

Mi trabajo en la Universidad es agradable y tengo un vecino muy encantador -ahora, mi querida, no suspire ni alce las cejas-›; es un señor muy viejo, en realidad el señor que es autor de ese pasaje sobre el ginkgo en su álbum verde (véase de nuevo -quiero decir que el lector debería ver de nuevo- la nota al verso 49).

Sería más prudente que no me escribiera demasiado a menudo, mi querida."

Verso 782: su poema

Una imagen de "los contrafuertes sombreados de azul y las cimas encremadas de sol" del Monte Blanco es percibida fugazmente a través de la nube de ese poema particular que yo quisiera citar pero que no tengo a mano. La "montaña blanca" del sueño de la dama, que por una errata correspondía a la " fontana blanca" de Shade, hace aquí una aparición temática, confundida por la grotesca pronunciación de la señora.

Verso 802: montaña

El pasaje 797 (segunda parte del verso) -809, en la sexagesimoquinta ficha del poeta, fue compuesto entre el poniente del 18 de julio y el alba del 19. Esa mañana yo había rezado en dos iglesias diferentes (de cada lado, por así decirlo, de mi secta zemblana, no representada en New Wye) y había vuelto a casa caminando en un elevado estado de ánimo. No había nubes en el cielo desencantado y la tierra misma parecía suspirar en espera de Nuestro Señor Jesucristo. Esas mañanas soleadas y tristes siento siempre en mis huesos que existe todavía una posibilidad de no quedar excluido del Cielo y de que me sea concedida la salvación a pesar del barro helado y el horror que hay en mi corazón. Mientras subía con la cabeza gacha por el sendero de grava de mi pobre casa alquilada, escuché con absoluta claridad, como si estuviera de pie, junto a mi hombro, y elevando la voz como si hablara a un hombre ligeramente sordo, la voz de Shade que decía: "Venga esta noche, Charlie". Miré a mi alrededor con temor y asombro: estaba absolutamente solo. Telefoneé en seguida. Los Shade habían salido, dijo la ancillulamofletuda, una odiosa admiradora que iba a cocinarles los domingos y que sin duda soñaba con que el viejo poeta la mimara el día que se quedase sin mujer. Volví a telefonear dos horas más tarde; me atendió, como de costumbre, Sylvia; insistí en hablar con mi amigo (nunca le transmitían mis "mensajes"), lo conseguí y le pregunté con la mayor calma posible qué habían estado haciendo alrededor de mediodía, cuando le oí como un gran pájaro en mi jardín. Shade no podía recordar nada, me dijo que esperase un minuto, que había estado jugando al golf con Paul (poco importa quién era) o por lo menos había mirado jugar a Paul con otro colega. Exclamé que debía verlo esa noche y de pronto, sin razón alguna, me eché a llorar, inundando el teléfono y tratando de recobrar el aliento, paroxismo que no se había producido desde que Bob me dejó el 30 de marzo. Hubo un conciliábulo agitado entre los Shade y después John me dijo: -Escuche, Charles, salgamos a hacer una buena caminata esta noche, lo encuentro a las ocho. -Era la segunda buena caminata desde el 6 de julio (aquella insatisfactoria conversación sobre la naturaleza); la tercera, el 21 de julio, sería excesivamente breve.

¿Por dónde andaba yo? Sí, deambulando una vez más, como en los viejos tiempos, con John, en los bosques de Arcadia, bajo un cielo salmón.

- Entonces -dije alegremente- ¿sobre qué estaba usted escribiendo anoche, John? La ventana de su estudio sencillamente resplandecía.

- Sobre montañas -contestó.

La cadena Bera, una erección de piedra veteada y pinos hirsutos se levantó delante de mí en toda su potencia y su orgullo. La espléndida noticia me hizo palpitar el corazón y sentí que a mi vez podía permitirme ser generoso. Supliqué a mi amigo que no me dijera nada más si no lo deseaba. Dijo que sí, que no lo haría, y empezó a quejarse de las dificultades de la tarea que se había impuesto. Calculó que durante las últimas veinticuatro horas su cerebro había producido unos mil minutos de trabajo y cincuenta versos (digamos, del 797 al 847), o sea una sílaba cada dos minutos. Había terminado el Canto Tercero, el penúltimo, y había empezado el Cuarto, el último (véase el Prólogo, véase el Prólogo en seguida) y si no me molestaba volveríamos a la casa -aunque sólo eran alrededor de las nueve-, de modo que pudiera sumirse de nuevo en su caos y sacar de él un cosmos con todas sus estrellas húmedas.

¿Cómo podía yo decir que no? El aire de la montaña se me había subido a la cabeza: ¡Shade estaba recomponiendo mi Zembla!

Verso 803: una errata

Los traductores del poema de Shade tropezarán con cierta dificultad para transformar, de un trazo, mountain(montaña) en fountain(fontana); no es posible hacerlo ni en francés, ni en alemán, ni en ruso ni en zemblano; de modo que el traductor tendrá que insertar aquí una de esas notas de pie de página que son el museo de criminales de las palabras. ¡Y sin embargo! Existe, que yo sepa, un caso absolutamente extraordinario, increíblemente elegante en que participan no sólo dos sino trespalabras. La historia misma es bastante trivial (y probablemente apócrifa). En un relato periodístico de la coronación del Zar de Rusia, se había impreso vororta (crow-aiervo)en lugar de korona (crown-corona), y al día siguiente, al disculparse del error, hubo una segunda equivocación y se imprimió korova (cow-voca.). La correlación artística entre la serie crown-crow-cowy la serie rusa korona-vorona-korovaes algo que, estoy seguro, hubiera extasiado a mi poeta. Nunca vi nada semejante en el terreno de los juegos lexicológicos y las posibilidades de una doble coincidencia desafían todo cálculo.

Verso 810: una trama de sentido

Una de las cinco cabinas de este motel está ocupada por el propietario, un hombre de 70 años, de ojos lagrimeantes, cuya cojera me recuerda a Shade. Tiene una pequeña gasolinera aquí cerca, vende gusanos a los pescadores y por lo general no me molesta, pero el otro día me invitó a que "tomara cualquier viejo libro" de un anaquel que hay en su habitación. Por no herirlo, eché un vistazo primero a un lado y después a otro, pero eran todos libros policíacos encuadernados a la rústica, con los ángulos rotos, y no merecían más que un suspiro y una sonrisa. Me dijo que esperara un instante, y sacó de la alcoba un tesoro encuadernado en tela y destartalado. "Un gran libro escrito por un gran tipo", las cartas de Franklin Lane. -Yo solía verlo en Rainier Park, de muchacho, cuando era guardabosque allí. Lléveselo por un par de días. ¡No lo lamentará!