Shade: -Exacto, señor. A su debido tiempo la historia habrá denunciado a todo el mundo. El Rey quizá haya muerto, o quizá esté tan vivo como usted y Kinbote, pero respetemos los hechos. Sé por él (señalándome) que la tan difundida historia de la monja es una vulgar fabricación pro extremista. Los extremistas y sus amigos han inventado una cantidad de absurdos para ocultar su derrota, pero la verdad es que el Rey salió a pie del palacio, y cruzó las montañas y salió del país, no con el traje negro de una pálida solterona, sino vestido de lana escarlata como un atleta.
- Extraño, extraño -dijo el visitante alemán que por algún capricho de ancestral bosque de los alisos había sido el único en sentir la nota extraña que se había abierto paso y desaparecido.
Shade (sonriendo y masajeándome la rodilla): -Los reyes no mueren… desaparecen solamente, ¿no es cierto, Charles?
- ¿Quién ha dicho eso? -preguntó bruscamente, como saliendo de un trance, el ignorante y siempre suspicaz jefe del Departamento de Inglés.
- Considere mi propio caso -prosiguió mi querido amigo, ignorando a Mr. H.-. Se ha dicho que me parezco a cuatro personas por lo menos: Samuel Johnson; el antepasado del hombre amorosamente reconstruido en el Museo de Exton; y dos personajes locales, uno de los cuales es esa bruja hirsuta y descuidada que distribuye las cucharadas de puré en la cafetería de Levin Hall.
- La tercera en la fila de las brujas -dije con encantadora precisión, y todo el mundo se echó a reír.
- Yo diría más bien -observó Mr. Pardon (historia norteamericana)- que se parece al Juez Goldsworth ("Uno de nosotros", intercaló Shade, inclinando la cabeza), especialmente cuando está verdaderamente furioso contra el mundo entero, después de una buena comida.
- He oído decir -comenzó apresuradamente Netochka- que los Goldsworth se están divirtiendo muchísimo…
- Lástima que no pueda probar mi argumento -murmuró el tenaz visitante alemán-. Si por lo menos tuviéramos una foto aquí. ¿No habría una en alguna parte…?
- Naturalmente -dijo el joven Emerald levantándose.
El Profesor Pardon me habló ahora: -Yo tenía la impresión de que usted había nacido en Rusia, y de que su nombre era una especie de anagrama de Botkin o Botkine.
Kinbote: -Usted me confunde con algún refugiado de Nova Zembla (insistiendo sarcásticamente en "Nova").
- ¿No me ha dicho usted, Charles, que kinbotesignifica regicida en su lengua? -preguntó mi querido Shade.
- Sí, destructor de rey -dije (ansioso por explicar que un rey que oculta su identidad en el espejo del exilio es en cierto sentido exactamente eso).
Shade (dirigiéndose al visitante alemán): -El Profesor Kinbote es autor de una obra notable sobre los nombres de pila. Creo (a mí) que existe una traducción inglesa, ¿verdad?
- Oxford, 1956 -respondí.
- ¿Sabe usted ruso, sin embargo? -dijo Pardon-. Creo que le oí a usted, el otro día, hablando con… cómo se llama… oh, Dios mío (formando laboriosamente el nombre con los labios).
Shade: -Señor, a todos nos cuesta "atacar" ese nombre (riendo).
Profesor Hurley: -Piense en la palabra francesa para "neumático": "pneumatique".
Shade: -Pero señor, mucho me temo que no haya hecho más que pinchar el neumático de la dificultad (riéndose a carcajadas).
- Flatman -ironicé-, sí -continué dirigiéndome a Pardon-, claro que hablo ruso. Comprende, era el idioma elegante par excellence, mucho más que el francés, entre los nobles de Zembla por lo menos, y en la corte. Hoy todo eso ha cambiado, naturalmente. Ahora son las clases más bajas las que tienen que hablar el ruso a la fuerza.
- ¿Y nosotros no estamos también tratando de enseñar el ruso en nuestras escuelas? -dijo el Rosado.
Entre tanto, en el otro extremo de la habitación el joven Emerald había estado platicando con los anaqueles. En ese momento volvía con el volumen T-Z de una enciclopedia ilustrada.
- Aquí está -dijo- ese rey. Pero miren, es joven y apuesto. (Ah, ésa no sirve, gimió el visitante alemán.) Joven, apuesto y con un uniforme de fantasía -continuó Emerald-. Exactamente el maricón de fantasía, en realidad.
- Y usted -dije calmosamente- es un mocoso, de mente sucia y vestido con una chaqueta verde y barata.
- ¿Pero qué he dicho? -preguntó el joven maestro a los presentes, abriendo las palmas como un discípulo en la Ultima Cena de Leonardo.
- Vamos, vamos -dijo Shade-. Estoy seguro, Charles, de que nuestro joven amigo nunca tuvo intención de insultar a su soberano y homónimo.
- No hubiera podido aunque lo quisiese -observé plácidamente, convirtiéndolo todo en broma.
Gerald Emerald tendió la mano… que en el momento de escribir todavía sigue en esa posición.
Versos 895-899: Cuanto más peso… O esta papada
En lugar de estos versos fáciles e indignantes, el borrador da:
895 Tengo cierto gusto, lo admito,
por la parodiat ese resorte último del ingenio:
"En la lucha de la naturaleza, cuando el coraje prevalece
la víctima vacila y el vencedor fracasa."
899 Sí, lector, Pope
Verso 920: que eriza todos los pelillos
Alfred Housman (1859-1936) cuyo libro The Shropshire Ladrivaliza con In Memoriam, de Alfred Tennyson (1809-1892), en representar quizá (no, suprímase ese cobarde "quizá") el logro más alto de la poesía inglesa en un siglo, dice en alguna parte (¿un prólogo?) exactamente lo contrario: el erizarse de los pelillos excitados le molestaba para afeitarse; pero como los dos Alfredos utilizaban sin duda una navaja ordinaria y John Shade una vieja Gillette, la discrepancia puede deberse al empleo de instrumentos diferentes.
Verso 922: cuando Nuestra Crema la sostiene.
Esto no es del todo exacto. En el anuncio a que se alude, la barba está sostenida por burbujas de espuma, no por una sustancia cremosa.
Después de este verso, en lugar de los versos 923-930, encontramos la siguiente variante, apenas tachada:
Todos los artistas han nacido en lo que llaman
una época lamentable; la mía es la peor de todas:
una época que piensa que las bombas y las naves espaciales
no pueden ser hechas sino por un genio de nombre extranjero,