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BARONESA. - Le ruego que se siente, príncipe.

PRÍNCIPE. - Acabo de discutir asegurando que la noticia iba a disgustarle, pero veo que usted la ha tomado con calma...

BARONESA. - Realmente me da lástima.

PRÍNCIPE. - Yo estoy muy contento. Yo daría veinte picnicspor un solo baile de máscaras.

NINA. - ¿Usted estuvo ayer en el baile de máscaras?

PRÍNCIPE. - Estuve.

BARONESA. - ¿Con qué disfraz?

NINA. - ¿Había muchas máscaras?...

PRÍNCIPE. - Sí. Bajo el antifaz he reconocido allí a muchas damas nuestras. Naturalmente, ustedes hubieran querido conocer sus nombres. (Riendo).

BARONESA. - (Apasionadamente) Yo debo declararle, príncipe, que estas calumnias me resultan completamente ridículas. ¿Cómo puede admitir que una mujer honesta se atreva a ir entre esa gente, donde cualquiera puede ofenderla y atreverse... y arriesgar a ser reconocida... ¡Oh, usted debe avergonzarse y renunciar a sus palabras!

PRÍNCIPE. - Renunciar no puedo, pero estoy dispuesto a avergonzarme.

(Entra un funcionario).

BARONESA. - ¿De dónde viene?

FUNCIONARIO. - Vengo de la administración y quería conversar sobre sus asuntos.

BARONESA. - ¿Han resuelto algo?

FUNCIONARIO. - No, pero pronto se resolverá...

¿Tal vez molesto?...

BARONESA. - De ninguna manera. (Apartándose con él, sigue conversando).

PRÍNCIPE. - (Consigo mismo). Buen tiempo ha elegido para venir con explicaciones. (Dirigiéndose a Nina) Yo la he visto hoy en un negocio.

NINA. - ¿En cuál?

PRÍNCIPE. - En la tienda inglesa.

NINA. - ¿Hace mucho?

PRÍNCIPE. - Recién.

NINA. - Es extraño que yo no lo haya reconocido.

PRÍNCIPE. - Usted estaba muy ocupada.

NINA. - (Animadamente) Elegía una pulsera igual a una que tuve. (Sacándola de la cartera) Es ésta...

PRÍNCIPE. - La pulserita es preciosa, ¿y la otra dónde está?

PRÍNCIPE. - La he perdido.

PRÍNCIPE. - ¿De veras?

NINA. - ¿Qué tiene de raro?

PRÍNCIPE. - ¿Si no es un secreto, puedo saber cuándo ha sido?

NINA. - Hace tres días, tal vez ayer o la semana pasada. ¿Para qué quiere saber cuándo ha sido?

PRÍNCIPE. - Tengo una idea un poco rara tal vez... (Aparte) Está algo turbada y mi pregunta la inquieta. ¡Oh, estas mujeres candorosas! (Dirigiéndose a ella) Quería ofrecerle mis servicios... Tal vez podríamos encontrar la otra pulsera.

NINA. - Cómo no... ¿Pero dónde?

PRÍNCIPE. - ¿Dónde la ha perdido?

NINA. - No recuerdo.

PRÍNCIPE. - ¿Seguramente en algún baile?

NINA. - Puede ser.

PRÍNCIPE. - ¿O tal vez la ha regalado a alguien de recuerdo?

NINA. - ¿De dónde ha sacado semejante conclusión? ¿A quién podría regalarla? ¿A mi marido, por ejemplo?

PRÍNCIPE. - ¡Como si en el mundo sólo existiera su marido! Tiene usted muchas amigas, no cabe la menor duda. Imaginémonos que está perdida, pero aquel que la ha encontrado, ¿recibirá de usted en pago algún agradecimiento?

NINA. - (Sonriendo) Depende...

PRÍNCIPE. - ¿Pero si él la ama, si él por haber encontrado su sueño perdido, por una sonrisa suya daría todo un mundo? ¿Si usted alguna vez le ha sugerido placeres futuros, si usted ocultándose detrás de un antifaz, con palabras amorosas lo ha acariciado...?

¡Oh!... ¡Compréndame!...

NINA. - De todo esto he comprendido una sola cosa: que usted se ha olvidado por primera y última vez de hablar conmigo con el respeto necesario.

PRÍNCIPE. - ¡Oh, Dios mío! Yo he creído... ¿Será posible que usted se haya enfadado? (Aparte) Se ha escapado muy bien... pero llegará la hora y yo lograré mi propósito. (Nina se aleja en dirección a la Baronesa).

(El funcionario saluda y se va).

NINA. - Adieu, ma chére; hasta mañana, debo irme.

BARONESA. - Espera un poco, mon ange; no tuve tiempo de conversar contigo ni dos palabras. (Se besan).

NINA. - (Saliendo) Te espero desde la mañana.

(Sale).

BARONESA. - El día me parecerá largo como una semana. (Todos, menos Nina y el funcionario).

PRÍNCIPE. - (Aparte) Ya me vengaré. Vean a la mosquita muerta. Quizá soy un imbécil y seguramente renegará de lo pasado. Pero yo he reconocido la pulsera.

BARONESA. - ¿Se ha quedado pensativo, príncipe?

PRÍNCIPE. - Sí, tendré que pensarlo mucho.

BARONESA. - Por lo visto vuestra conversación fue muy animada. ¿Sobre qué era la discusión?

PRÍNCIPE. - Yo afirmaba que encontré en el baile de máscaras...

BARONESA. - ¿A quién?

PRÍNCIPE. - A ella.

BARONESA. - ¿Cómo, a Nina?

PRÍNCIPE. - Sí, se lo he demostrado.

BARONESA. - Yo veo que usted está dispuesto a avergonzar a la gente.

PRÍNCIPE. - A veces, por lo extraño, no me decido.

BARONESA. - Tenga piedad por lo menos a la distancia. Además, no tiene pruebas.