BAILE
DUEÑA. - Estoy esperando a la baronesa; no sé si vendrá. Realmente me daría lástima por usted.
VISITA 1ª - No la comprendo.
VISITA 2ª - ¿Usted espera a la baronesa Shtral? Ella ha partido de viaje
VARIOS - ¿Adónde? ¿Para qué? ¿Hace mucho?
VISITA 2ª- Partió al campo esta mañana.
DAMA - ¡Dios mío! ¿Por qué será? ¿Será por propia voluntad?
VISITA 2ª- Son fantasías, novelas. Deje nomás. (Se disuelve el grupo).
(Un grupo de hombres)
VISITA 3ª- ¿Supo usted que el príncipe Zviezdich ha perdido otra vez en el juego?
VISITA 4ª - Al contrario, ganó, pero por lo visto con engaños, y recibió una bofetada.
VISITA5ª - ¿Hubo duelo?
VISITA4ª - No, no quiso.
VISITA3ª - ¡Qué canalla resultó ser!...
VISITA5ª - Desde hoy yo no lo conozco más.
VISITA6ª - Y yo tampoco ¡Qué procedimientos incorrectos!
VISITA4ª - ¿Vendrá aquí?
VISITA3ª - No, no creo que se atreva.
VISITA4ª - Ahí está (Se acerca el príncipe; apenas lo saludan. Todos se apartan, menos las visitas 5ª y 6ª; luego ellos también se apartan. Nina se sienta en un sofá).
PRÍNCIPE. — Ahora estamos apartados de todos y no tendré otra ocasión mejor para hablarle.
(Dirigiéndose a ella) Debo decirle dos palabras, y usted debe escucharme.
NINA- ¿Debo?
PRÍNCIPE. - ¡Por su felicidad!
NINA. - ¡Qué felicidad tan extraña!.
PRÍNCIPE. - Sí, es extraño, porque usted es la culpable de mi desgracia... pero yo le tengo lástima; yo veo que he sido vencido por la misma mano que la matará a usted; jamás me rebajaré a una venganza denigrante; pero escúcheme y sea prudente; su marido es un malvado, sin alma, sin fe, y yo presiento que le amenaza a usted una desgracia. Me despido para siempre; el malvado no ha sido descubierto y yo ahora no lo puedo castigar, pero ya llegará el día..., yo esperaré.
Tome usted su pulsera, ya no me hace falta.
(Arbenin los está observando desde lejos).
NINA. - ¡Príncipe! Usted se ha vuelto loco. Sería un absurdo enojarse con usted.
PRÍNCIPE. - Me despido para siempre y le pido por última vez...
NINA. - ¿A dónde se va? ¿Por lo visto, muy lejos?
Me imagino que no hace un viaje a la luna.
PRÍNCIPE. - (Saliendo) No, algo más cerca; al Cáucaso.
DUEÑA. - (A otros) Parece que han venido muchas visitas y no tengo mucho lugar. ¡Señores, por favor, pasen a la sala! ¡ Mesdames! A la sala. (Salen).
ARBENIN. - (Consigo mismo) Yo dudaba, y todos lo sabían; todos no hacen más que hacerme insinuaciones... me persiguen... para ellos soy lastimoso, ridículo. ¿Dónde estará el fruto de mi esfuerzo? ¿Dónde estará el poder que antes tenía para castigar a esta gente con la palabra y mi agudeza? ¡Dos mujeres la han matado! Una de ellas... ¡Oh, cómo la amo! ¡La amo... y he sido tan impunemente engañado!... ¡No, yo no la entregaré a la gente y no les daré el derecho de juzgarnos; yo mismo haré el terrible juicio y encontraré el castigo! (Acercando una mano al corazón) Ella morirá; yo no puedo vivir más con ella... ¿Y vivir separados? (Asustándose de sus propias palabras) Está resuelto; ella morirá. No cambiaré mi firme decisión.
Por lo visto, ella está destinada a sucumbir en la flor de los años y ser amada por un hombre como yo, malvado, y amar a otro... eso es evidente... ¿Cómo puedo vivir después de todo esto?... Dios, tú pareces ciego, aunque todo lo ves. ¡Tómala en tu seno, tómala, yo te la entrego, perdónala y dale tu bendición; yo no soy Dios y no perdono. (Se oye la melodía de una música cercana.
Arbenin camina por la habitación y de pronto se detiene) Hace diez años, cuando me iniciaba en el camino de la corrupción, cierta noche perdí en el juego hasta el último centavo; en aquel tiempo no sabía el precio del dinero ni el precio de la vida. Estaba desesperado y fui en busca de un veneno. Después de haberlo comprado regresé a la mesa de juego; la sangre me ardía en el pecho; en una mano tenía preparada la copa con limonada y en la otra una carta; el último rublo en el bolsillo esperaba su destino junto al sello fatal; el riesgo era realmente grande, pero la felicidad me salvó y en una hora recuperé todo lo perdido. Desde aquel día guardo ese veneno como un talismán misterioso y raro es que me defienda en los agitados días y lo he guardado para la negra hora de mi vida. Y esa hora ha llegado.
(Sale rápidamente).
(La dueña, Nina, varias damas y caballeros; van acercándose otras visitas).
DUEÑA. - No estaría mal descansar un poco.
DAMA- (Conversando con otra) Hace tanto calor, que me derrito.
PETROV. - Mientras, Nina Pavlovna nos cantará algo.
NINA. - Nuevas canciones, realmente no conozco, y las viejas ya los tendrán aburridos.
DAMA. - ¡Ay! De veras, Nina, canta algo.
DUEÑA. - Eres tan encantadora, que no nos obligarás a rogarte en vano toda una hora.
NINA. - (Sentándose al piano) Pero escuchadme con atención, es mi orden, aunque sea un castigo para ustedes. (Canta):
Cuando la tristeza hace asomar las lágrimas Sin querer en tus espléndidos ojos, Yo veo y comprendo sin esfuerzo
Cuán desgraciada eres viviendo con él.
Un ciego gusano corroe
Tu vida indefensa sin saberlo.
Yo estoy contento que él no pueda Amarte como te amo yo.
Si la felicidad acaso asoma
Resplandeciendo en la luz de tus ojos, arde todo un infierno en mi pecho, Entonces sufro en secreto amargamente.
(Al terminar la tercera cuarteta, Arbenin se acerca al piano y se apoya con los codos, mirando a Nina fijamente. Su esposa, al verlo, se detiene).
ARBENIN. - ¿Qué pasa? Continúa.