(Arbenin retrocede bruscamente. Se aproxima el príncipe).
ARBENIN. - ¿La he matado? ¿Yo? ¡El príncipe!
¡Oh, qué es esto!...
DESCONOCIDO. - (Retrocediendo) Yo he dicho todo y el dirá lo demás.
ARBENIN. - (Enfurecido) ¡Ah! ¡Una confabulación! ¡Estupendo! Yo estoy en vuestras manos... ¿Quién lo podrá impedir? Nadie... Ustedes son los dueños de la situación... yo obedezco... estoy a vuestros pies... mi alma se turba ante vuestras miradas... y yo soy un tonto, un niño, y en contra de vuestras palabras no hallo respuesta... Por un instante estoy vencido y fui engañado con bromas; pondré tranquilamente mi cabeza bajo el hacha... ¿pero ustedes no han calculado que yo tengo inteligencia, fuerza y experiencia? Ustedes creyeron que ella se ha llevado todo a la tumba y que yo no podré pagarles lo que merecen, como hacía antes. He aquí cómo estoy humillado ante vuestra opinión con mis palabras de ruego amenazante... Sí, la escena está bien preparada, pero ustedes no adivinaron el final. ¿Y este chiquillo?...
¿El también piensa pelear conmigo? ¿Fue poco una bofetada y quiere recibir otra? ¡Usted recibirá, mi querido, todas las necesarias! ¿O es que está aburrido de la vida? No es extraño; la vida de un imbécil es poca cosa. Puede irse preparando. Usted será asesinado y morirá con el nombre y la muerte de un canalla.
PRÍNCIPE. - Veremos, pero pronto...
ARBENIN. - ¡Vamos, vamos!
PRÍNCIPE. - ¡Ahora soy feliz!
DESCONOCIDO. - (Separándolos) Pero lo más importante se ha olvidado...
PRÍNCIPE. - (Deteniendo a Arbenin) ¡Espere!
Usted debe saber que me ha acusado en vano; que no tiene ninguna culpa su víctima; usted me ha insultado, me ha ofendido a tiempo, y yo quería decirle... pero vamos.
ARBENIN. - ¿Qué? ¿Qué?
DESCONOCIDO. - Tu esposa era inocente; fuiste muy severo con ella...
ARBENIN. - (Riendo) ¿Usted tiene en reserva muchas bromas como ésta?
PRÍNCIPE. - No, no, yo no bromeo, juro por el Creador. La pulsera, por casualidad cayó en manos de la baronesa, quien me la entregó después. Yo mismo me equivoqué. Mi amor fue rechazado por su esposa. Si yo hubiera sabido que por este error ocurriría tanto mal, no hubiera buscado ni una mirada, ni una sonrisa... Con esta carta la baronesa descubre toda la verdad.
Lea usted rápidamente; tengo los instantes contados...
(Arbenin toma la carta y lee).
DESCONOCIDO. - (Elevando los ojos al cielo con hipocresía) La providencia castiga al malvado. ¡Qué lástima! La inocente ha muerto. Pero aquí la esperaba la tristeza, mientras que en el cielo se ha salvado. ¡Ah, yo la he visto! Sus ojos eran el claro reflejo de la pureza de su alma. Quién podría pensar que esa espléndida flor fuera destrozada por la tempestad en un instante.
¿Por qué has callado, infeliz? Arráncate los cabellos desesperado... grita... ¡Qué horror!. .. ¡Oh, qué horror!. ..
ARBENIN. - (Arrojándose sobre ellos) ¡Yo los estrangularé, verdugos! (De pronto cae debilitado sobre el sillón).
PRÍNCIPE. - (Empujándolo con grosería) Los remordimientos no le ayudarán. Lo esperan las pistolas; nuestra discusión no ha terminado... ¿Calla, no me escucha? ¿Habrá perdido el juicio?
DESCONOCIDO. - Tal vez...
PRÍNCIPE. - Usted me ha interrumpido.
DESCONOCIDO. - Nosotros apuntamos a cosas diferentes. Yo me he vengado; para usted, yo creo que ya es tarde.
ARBENIN. - (Levantándose, con mirada salvaje)
¿Qué es lo que ha dicho?... (Decayendo) No tengo fuerza, no tengo fuerza... Fui tan ofendido, estaba tan seguro... ¡Perdóname, perdona, oh, Dios mío! ¿A mí? ¿Perdón? (Ríe a carcajadas) Y las lágrimas, los ruegos, la imploración... ¿Tú has perdonado? (Echándose de rodillas) Y héme aquí echado de rodillas ante ustedes...; decidme, por favor, si no fue cierta la traición, la maldad evidente... ¡Yo quiero, yo ordeno que la acuséis al instante! ¿Que ella es inocente? ¿Acaso ustedes estuvieron aquí? ¿Me miraron en el alma? Yo pido ahora como ella antes me rogaba... ¿Un error? ¿Me he equivocado?... Ella también me lo aseguraba, pero yo le dije que era mentira... (Poniéndose de pie) Yo le dije a ella esto. (Pausa). He aquí lo que les voy a revelar: yo no soy el asesino. (Mirando fijamente al desconocido) ¡Tú fuiste! ¡Rápido, reconoce tú, habla valientemente! ¡Sé sincero siquiera conmigo! ¡Oh, querido amigo, por qué has sido tan cruel, si yo la amaba, yo hubiera dado el cielo y el paraíso por una lágrima suya para no perderla... pero yo te perdono! (Echándose en los brazos del desconocido y llorando).
DESCONOCIDO. - (Rechazándolo con grosería) Vuelve en ti, domínate... (Al príncipe) Llevémoslo de aquí; con el aire tal vez vuelva en sí... ¡Arbenin!
(Tomándolo del brazo).
ARBENIN. - No nos veremos más... Adiós...
Vamos... vamos... aquí... aquí... (Desprendiéndose, se arroja a la habitación donde está el ataúd de Nina).
PRÍNCIPE. - ¡Deteneos!
DESCONOCIDO. - Hoy ha cedido bastante esa mente orgullosa.
ARBENIN. - (Volviendo, con un quejido salvaje)
¡Miren aquí! Miren... (Adelantándose hacia el centro del escenario) Yo te decía que eres cruel. (Cae al suelo y semisentado queda con la mirada inmóvil. El príncipe y el desconocido lo observan de pie).
DESCONOCIDO. - ¡Hace mucho que buscaba la venganza completa y ahora estoy por fin vengado!
PRÍNCIPE. - Perdió el juicio y está feliz. ¿Pero yo?... Para siempre he perdido la tranquilidad y el honor.
FIN
notes
Notas a pie de página
1Diminutivo de Alejandro