Выбрать главу

Arbenin, Eugenio Alexandrovich.

Nina, su esposa.

Príncipe Zviezdich.

Baronesa

Shgral.

Kazarin,

Afanasio Pav1ovich. Shprij,

Adam Petrovich.

Máscara.

Funcionario.

Jugadores.

Visitas.

Lacayos y sirvientes.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

SALEN PRIMERO: JUGADORES, EL PRÍNCIPE

ZVIEZDICH, KAZARIN Y SHPRIJ

(Sentados alrededor de una mesa y jugando a los naipes, rodeados de curiosos).

JUGADOR 1º- Iván Ilich, hago juego.

BANQUERO. - Comience nomás.

JUGADOR 1º- Van cien rublos.

BANQUERO. - Aceptado.

JUGADOR 2º- Yo continúo.

JUGADOR 3º- Usted tiene que mejorar su suerte, pues no le ha ido muy bien.

JUGADOR 5º- Hay que doblar las apuestas.

JUGADOR 3°- De acuerdo.

JUGADOR 2º- ¿Juegas toda la banca?... ¡No creo que resistas!

JUGADOR 4° - Escúcheme, querido amigo: el que hoy no se inclina no logrará nada.

JUGADOR 3º- (En voz baja al 1°). Mucho cuidado.

PRÍNCIPE ZVIEZDICH. - ¡Banca!

JUGADOR 2°- ¡Eh, Príncipe! La ira arruina la sangre; juegue sin enfadarse.

PRÍNCIPE. - Deje por esta vez de darme consejos.

BANQUERO. - ¡Cubro!

PRÍNCIPE. - ¡Demonios!

BANQUERO. - Permítame recoger.

JUGADOR 2°- (Burlonamente). Veo que con esa pasión está dispuesto a perder todo. ¿Qué valen sus galones?

PRÍNCIPE. - Los he logrado con honor y usted no podrá comprármelos.

JUGADOR 2º- (Sale murmurando entre dientes).

Debía ser más modesto con esta desgracia y a su edad.

(El príncipe bebe un vaso de limonada y se sienta aparte, pensativo).

SHPRIJ. - (Acercándose, comprensivo). ¿No le hace falta dinero, príncipe? Puedo ayudarlo en seguida.

No es mucho el interés... Estoy dispuesto a esperar cien años.

(El príncipe inclina fríamente la cabeza y no le responde. Shprij se aleja, disgustado. Salen Arbenin y otros. Arbenin entra, saludando; se acerca a la mesa y haciendo una señal se aleja con Kazarin).

ARBENIN. - ¿Qué tal? Ya no juegas, Kazarin, ¿eh?

KAZARIN. - Estoy mirando, hermano, cómo juegan los demás. ¡Y tú, queridísimo, te has casado, eres rico, te has vuelto un gran señor y has olvidado a tus camaradas!

ARBENIN. - Sí, es cierto, hace mucho que no juego con vosotros.

KAZARIN. - ¿Siempre ocupado?

ARBENIN. - Más con amores que con asuntos.

KAZARIN. - ¿Concurres con tu esposa a los bailes?

ARBENIN. - No.

KAZARIN. - ¿Juegas?

ARBENIN. - No... Me he calmado. Pero veo aquí a mucha gente nueva. ¿Quién es ese pituco?

KAZARIN. - Shprij, Adam Petrovich... Se lo presento en seguida. (Shprij se aproxima y saluda). Aquí le recomiendo a este amigo: Arbenin.

SHPRIJ. - Yo a usted lo conozco.

ARBENIN. - Yo, sin embargo, no recuerdo haberlo encontrado antes, ni haber conversado con usted.

SHPRIJ. - ¡He oído hablar tanto de usted, que hace mucho que deseaba conocerlo!

ARBENIN. - De usted no he oído hablar nada, por desgracia, pero desde luego ya me enteraré. (Secamente responde al saludo, y Shprij, haciendo una mueca agria, se aleja). No me gusta... He visto muchas caras, pero ésta es difícil de inventarla. A propósito: la sonrisa mala, los ojos vidriosos. Mirándolo no parece un hombre y, sin embargo, no parece un demonio.

KAZARIN. - ¡Ay, hermano mío!; ¿qué vale el aspecto exterior? Que sea el mismo demonio... pero es un hombre necesario. Si te hace falta, te dará un préstamo. ¿De qué nacionalidad será? Es difícil responder. Habla en todos los idiomas y lo más seguro es que sea judío. A todos los conoce, está en todas partes, todo lo recuerda, todo lo sabe, tiene presente a todo nuestro siglo. Fue vencido más de una vez; pero con los ateos es ateo, con los creyentes, jesuita; entre nosotros, jugador perverso, y entre la gente honrada, el hombre más honrado. Para ser más breve, ya lo amarás, te lo aseguro.

ARBENIN. - El retrato es bueno, pero el original es malo. ¿Y aquel alto, con bigotes, y de mejillas rosadas? Seguramente mercader de una tienda de moda; amante preferido, venido de tierras lejanas. Seguramente un héroe, pero no en los hechos; maestro en el manejo de la pistola.

KAZARIN. - Casi... fue licenciado de su regimiento por un duelo, o quizá porque no asistió a él; temía ser muerto; además tiene una madre muy severa; cinco años después fue retado a otro duelo y esa vez tuvo que pelear en serio.

ARBENIN. - ¿Y aquel de pequeña estatura, despeinado y con sonrisa sincera, con una cruz y esa tabaquera?

KAZARIN. - Truschov. ¡Oh! Es un chico inapreciable. Creo que estuvo de servicio siete años en Georgia o fue enviado con algún general; creo también que con alguien allí se ha peleado y recibió cinco años de castigo y una cruz colgada al cuello.

ARBENIN. - ¡Oh! Es usted muy meticuloso en elegir a sus nuevos conocidos.

JUGADORES. - (Gritando). ¡Kazarin! ¡Afanás!