¡Pavlovichl ¡Aquí!
KAZARIN. - ¡Voy! (Con aparente interés). Voy como un terrible creyente. ¡Ja, ja, ja, ja!
JUGADOR 1°- ¡Rápido!
KAZARIN. - ¿Es que pasa una desgracia?
(Los jugadores conversan animadamente, luego se calman. Arbenin observa al príncipe Zviezdich y se acerca a él).
ARBENIN. - ¡Príncipe! ¿Qué hace usted aquí? Me parece que no es la primera vez...
PRÍNCIPE. - (Disgustado). Eso mismo quise preguntarle a usted.
ARBENIN. - Me voy a anticipar a su pregunta.
Hace ya mucho tiempo que los conozco y antes solía frecuentar a menudo esta compañía; miraba con mucha inquietud cómo giraba la rueda de la suerte y cómo algunos salían victoriosos y otros vencidos. Yo no los envidiaba y tampoco participaba con ellos de ese camino. He visto a muchos jóvenes llenos de esperanza; ignorantes y muy dichosos en la ciencia de la vida; de almas muy ardientes, para quienes el amor era el objetivo de la vida. Los vi perecer muy pronto ante mis ojos... ¡Y he aquí que mi destino me trae nuevamente!
PRÍNCIPE. - (Tomando sus manos, conmovido).
¡He perdido!
ARBENIN. - Ya veo. ¿Y qué hacer? ¿Ahogarse?
PRÍNCIPE. - ¡Oh! ¡Estoy desesperado!
ARBENIN. - Hay sólo dos remedios: hacer un juramento y no jugar jamás, o sentarse inmediatamente de nuevo. Pero, para ganar aquí una jugada, usted deberá arrojar todo: la familia, los amigos y el honor; usted deberá probar, sentir fríamente su capacidad y su alma, y por partes entregarla y acostumbrarse a leer claramente en los rostros apenas conocidos por usted, todos los impulsos y pensamientos, utilizar varios años en el hábil manejo de las manos y despreciar todo: las leyes de la gente y las leyes de la naturaleza; de día pensar, de noche jugar, jamás estar libre de torturas y que nadie adivine sus tormentos. No estremecerse cuando junto a usted esté un rival, maestro como usted en el juego; esperar un fin feliz a cada instante y no sonrojarse cuando abiertamente le digan «¡Canalla!».
(Pausa. El príncipe, angustiado, apenas pone atención a sus palabras).
PRÍNCIPE. - No sé qué hacer, ni cómo proceder.
ARBENIN. - ¿Qué desea?
PRÍNCIPE. - Tal vez la felicidad...
ARBENIN. - ¡Oh, la felicidad no está aquí!
PRÍNCIPE. - Es que yo he perdido todo... ¡Ay, deme un consejo!
ARBENIN. - Yo no doy consejos.
PRÍNCIPE. - Entonces... me sentaré de nuevo...
ARBENIN. - (De pronto, tomándolo del brazo).
¡Espere un poco! Me sentaré yo en su lugar. Usted es joven, yo también fui joven y sin experiencia como usted, engreído, y si... (Haciendo una pausa) alguien me detenía, entonces... (Mirándolo fijamente y luego cambiando de tono). Deme usted valientemente la mano, deseándome buena suerte. De lo demás no se preocupe, es asunto mío. (Acercándose a la mesa y ocupando un lugar). No rechacen a este inválido.
Quiero probar también ahora mi destino. Veremos si ahora la suerte protegerá a su antiguo esclavo.
KAZARIN. - No pudo resistir... Se encendió aquel viejo fuego. (En voz baja) Y ahora no hagas mal papel y demuéstrales qué significa enfrentarse con un viejo jugador.
JUGADORES. - ¡Permiso! Los naipes son suyos; usted es el dueño; nosotros somos ahora las visitas.
JUGADOR 1°- (Al oído de su compañero).
Cuídate, y muy listos los ojos. No me gusta este Caín.
Me va a cubrir el As con otro As suyo.
(El juego comienza. Todos se agrupan alrededor de la mesa; se oyen algunas exclamaciones. Al final de la conversación varios de los presentes se alejan de la mesa con aspecto sombrío. Tomando del brazo a Kazarin, Shprij se adelanta hacia el primer plano del escenario).
SHPRIJ. - (Con sorna) Se agruparon todos como si comenzara la tempestad.
KAZARIN. - Me va a dejar aterrorizado por un mes.
SHPRIJ. - Se ve que es un maestro.
KAZARIN. - Fue.
SHPRIJ. - ¿Fue? ¿Y ahora...?
KAZARIN. - ¿Y ahora?... Se casó y es muy rico, se ha vuelto hombre de alta posición; parece un corderito y de verdad es aquel mismo animal... Alguien me dirá que se pueden perder las costumbres y vencer la naturaleza.
Es un imbécil el que afirma eso. Aunque aparente ser un ángel, sigue llevando el demonio en el alma. Y aunque tú eres sólo un niño, amigo mío (Golpeándole el hombro) comparado con él, también tú ocultas un demonio.
(Dos jugadores se acercan conversando en voz alta).
JUGADOR 1º- Yo te decía.
JUGADOR 2°- ¡Qué hacer, hermano! Por lo visto han chocado dos potencias. Tal vez es muy astuto. Pero no, a todos los ha vencido uno por uno. Hasta da vergüenza recordarlo...
KAZARIN. - (Acercándose) ¿Qué tal, señores, es que ya no tienen fuerzas? ¿Eh?
JUGADOR 1°- Arbenin es un crack.
KAZARIN. - ¿Y? ¿Qué tal, señores?
(Reina inquietud entre los jugadores).
JUGADOR 3°- ¡De esta manera creo que llegará hasta los diez mil!
JUGADOR 4°- (En voz baja) No resistirá...
JUGADOR 5º- Veremos.
ARBENIN. - (Poniéndose de pie) ¡Basta!
(Recoge todas las monedas de oro y se aleja; los demás quedan junto a la mesa; también Kazarin y Shprij. Arbenin toma del brazo al príncipe y en silencio le entrega el dinero. Arbenin está pálido).
PRÍNCIPE. - ¡Oh! ¡Jamás lo olvidaré!... Usted me ha salvado la vida...
ARBENIN. - Y su dinero también. (Con amargura) Y en verdad es difícil decir qué vale más.
PRÍNCIPE. - ¡Qué gran sacrificio ha hecho por mí!
ARBENIN. - Ninguno. Estoy contento de tener la ocasión para inquietar mi sangre y nuevamente encender con ardor mi mente y mi pecho. Me he sentado a jugar como si usted hubiera partido a un duelo.