Sabes, todo lo que existe es perfecto. Eres perfecto tal y como eres. Esa es la verdad. Eres un maestro. Aunque seas un maestro del enfado y de los celos, tu enfado y tus celos son perfectos. Aunque tengas un gran conflicto en tu vida, es perfecto, es hermoso. Es posible ver una película como Lo que el viento se llevó y llorar por toda esa desdicha. ¿Quién dice que el infierno no es hermoso? El infierno puede ser una fuente de inspiración. Incluso el infierno es perfecto, porque sólo existe la perfección. Incluso aunque sueñes el infierno en tu vida, eres perfecto siendo sencillamente como eres.
Nuestra creencia de que no somos perfectos se debe al conocimiento. El conocimiento no es más que una descripción del sueño. El sueño no es real, de modo que el conocimiento tampoco lo es. Provenga de donde provenga, sólo es real desde una determinada percepción, y una vez que la cambias, deja de serlo. Con este conocimiento nunca llegaremos a descubrir quienes somos. Finalmente, eso es lo que buscamos: encontrarnos a nosotros mismos, ser nosotros mismos y vivir nuestra propia vida en lugar de vivir la del Parásito: la vida para la que fuimos programados.
No es el conocimiento el que nos conducirá hasta nosotros mismos, sino la sabiduría. Tenemos que distinguir entre conocimiento y sabiduría, porque no son la misma cosa. El conocimiento lo utilizamos sobre todo para comunicarnos con los demás y ponernos de acuerdo en lo que percibimos. El conocimiento es la única herramienta que los seres humanos tenemos para comunicarnos, ya que difícilmente nos comunicamos de corazón a corazón. Por lo tanto, lo importante es la manera que tenemos de utilizar ese conocimiento, ya que puede hacer que nos convirtamos en su esclavo y dejemos de ser libres.
La sabiduría no tiene nada que ver con el conocimiento; tiene que ver con la libertad. Cuando eres sabio, eres libre de utilizar tu propia mente y de dirigir tu propia vida. Una mente sana está libre del Parásito; goza de la misma libertad que tenía antes de la domesticación. Cuando sanas tu mente, cuando te liberas del sueño, ya no eres inocente, sino sabio. En muchos aspectos vuelves a ser de nuevo como un niño, salvo por un detalle que cambia mucho las cosas: un niño es inocente y por eso puede hundirse en el sufrimiento y la infelicidad. Quien trasciende el sueño es sabio; esa es la razón por la que no vuelve a hundirse más: porque ahora sabe y cuenta con el conocimiento del sueño.
No es necesario acumular conocimiento para convertirse en sabio; cualquier persona puede conseguirlo. Cualquiera. Cuando te haces sabio, la vida se convierte en algo fácil, porque te transformas en quien realmente eres. Es difícil intentar convertirse en lo que uno no es, intentar convencerse a uno mismo y a todos los demás de que se es lo que no se es. Cuando intentas ser lo que no eres desperdicias todas tus energías. Ser quien eres no requiere el menor esfuerzo.
Al convertirte en sabio, no necesitas utilizar todas esas imágenes que creaste; no necesitas fingir que eres diferente de lo que realmente eres. Te aceptas a ti mismo tal cual. y esa aceptación completa se convierte en la aceptación completa de todos los demás. Ya no intentas cambiar a otras personas o imponer tu punto de vista. Respetas las creencias de los demás. Aceptas tu cuerpo y tu propia humanidad con todos tus instintos. No hay nada malo en ser un animal. Somos animales y los animales siempre siguen su instinto. Somos seres humanos y, debido, a nuestra gran inteligencia, aprendemos a reprimir nuestros instintos; no escuchamos lo que proviene del corazón. Esa es la razón por la que actuamos en contra de nuestro propio cuerpo, intentando reprimir sus necesidades o negando su existencia. Esto no es sabiduría.
Cuando te conviertes en sabio, respetas tu cuerpo, respetas tu mente, respetas tu alma. Cuando te conviertes en sabio, controlas tu vida con el corazón, no con la cabeza. Dejas de sabotearte a ti mismo, de sabotear tu felicidad o tu amor. Dejas de cargar con toda esa culpa y esos reproches; dejas de juzgarte y de juzgar a los demás. A partir de ese momento, todas las creencias que te hacen infeliz, que te empujan a pelearte con la vida y que la convierten en algo difícil, simplemente desaparecen.
Renuncia a todas esas ideas sobre ser lo que no eres y conviértete en lo que realmente eres. Cuando te entregas a tu naturaleza, a lo que realmente eres, entonces, dejas de sufrir. Cuando te entregas a tu verdadero yo, te entregas a la Vida, te entregas a Dios. Y una vez que te entregas, ya no hay forcejeo, ya no hay resistencia, ya no hay sufrimiento.
Cuando eres sabio, siempre optas por la opción fácil, que es ser tú mismo, seas lo que seas. El sufrimiento no es otra cosa que la resistencia a Dios. Cuanto más te resistes, más sufres. Así de sencillo.
Imagínate que, de la noche a la mañana, te despiertas del sueño y estás completamente sano. Ya no tienes heridas, ya no tienes veneno emocional. Imagínate la libertad que experimentarás. Dondequiera que vayas todo te hará feliz por el mero hecho de estar vivo. ¿Por qué? Pues porque un ser humano sano no tiene miedo de expresar el amor. No tienes miedo de estar vivo y tampoco de amar. Imagínate cómo vivirías tu vida, cómo te relacionarías con la gente que te rodea si no tuvieses esas heridas y ese veneno en tu cuerpo emocional.
En las escuelas místicas de todo el mundo, a este proceso lo denominan el despertar. Es como si un día te despertaras y ya no tuvieses heridas emocionales. Pues bien, cuando ya no tienes esas heridas en el cuerpo emocional, las limitaciones desaparecen y empiezas a ver todas las cosas tal como son y no según tu sistema de creencias.
Desde el momento en que abres los ojos sin esas heridas, te conviertes en un escéptico: no aumentas tu importancia personal diciéndole a todo el mundo lo inteligente que eres o burlándote de otras personas que creen en todas esas mentiras. No, en el momento en que te despiertas, te conviertes en un escéptico porque ves claramente que el sueño no es verdad. Abres los ojos, estás despierto y todo te resulta obvio.
Cuando te despiertas, cruzas una línea que no tiene retorno y nunca más vuelves a ver el mundo de la misma manera. Todavía estás soñando -no se puede evitar el sueño porque soñar es una función de la mente-, pero la diferencia estriba en que sabes que se trata de un sueño. Y una vez que lo sabes, puedes disfrutarlo o sufrirlo. Eso depende de ti.
El despertar es como hallarse en medio de una fiesta en la que hay miles de personas y todas están borrachas excepto tú. Eres el único que se mantiene sobrio. Pues bien, eso es el despertar, ya que la mayoría de los seres humanos ven el mundo a través de sus heridas emocionales, a través de su veneno emocional. No son conscientes de que están viviendo en el sueño del infierno. No son conscientes de que están viviendo en un sueño, del mismo modo que los peces que nadan en el agua no son conscientes de que viven en el agua.
Cuando despiertes y descubras que eres la única persona sobria en una fiesta en la que todos los demás están embriagados, siente compasión por ellos porque, antes, tú estabas en sus mismas circunstancias. No juzgues, ni tan siquiera a la gente que está en el infierno, porque también estuviste en él.
Al despertar, tu corazón se transforma en una expresión del Espíritu, del Amor, en una expresión de la Vida. El despertar tiene lugar cuando cobras conciencia de que tú eres Vida. Y cuando cobras conciencia de que eres la fuerza que denominamos Vida, todo es posible. Los milagros se suceden sin cesar, porque es el corazón el que obra esos milagros. El corazón está en comunión directa con el alma humana, y aun cuando la cabeza oponga resistencia, cuando el corazón habla, algo cambia en tu interior; tu corazón se abre a otro corazón, y te es posible experimentar el verdadero amor.
Existe una vieja historia de India que nos habla de la soledad de Dios: Brahma. No existía nada más que Brahma, y por esa razón estaba muy aburrido. Brahma decidió jugar a un juego, pero no tenía a nadie con quien jugar. De modo que creó a una hermosa diosa, Maya, con el único propósito de divertirse. Una vez que Maya existió y Brahma le explicó el propósito de su existencia, ella le dijo: «De acuerdo, juguemos al juego más maravilloso, pero tú harás lo que yo te diga». Brahma aceptó y, siguiendo las instrucciones de Maya, creó todo el universo. Creó el Sol y las estrellas, la Luna y los planetas. Después, la vida en la Tierra: los animales, los océanos, la atmósfera, todo.