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10. Ves agora a Behemoth; yerba como buey come.

11. Ves; fortaleza suya en sus lomos, y poderío suyo en ombligo de su vientre.

12. Menea su cola como cedro; nervios de sus vergüenzas enhebrados.

13. Sus huesos fístulas de bronce; como vara de hierro.

14. El principio de caminos de Dios, quien le hizo aplicará su cuchillo.

15. Que a él montes le producen yerba, y todas las bestias del campo hacen juegos allí.

16. Debajo de sombríos pace; en escondrijo de caña, en pantanos húmedos.

17. Cúbrenle sombríos su sombra; cercáranle sauces del arroyo.

18. Ves; sorberá río, y no maravilla; y tiene fiucia (fiducia, confianza) que el Jordán pasará por su boca.

19. En sus ojos como anzuelo le prenderá; con palos agudos horadará sus narices.

Agregamos, para aclaración de lo anterior, la ver-sión de Cipriano de Valera:

10. He aquí ahora Behemoth, al cual yo hice contigo; yerba come como buey.

11. He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos; y su fortaleza en el ombligo de su vientre.

12. Su cola mueve como un cedro; y los nervios dc sus genitales son entretejidos.

13. Sus huesos son fuertes como acero, y sus miembros como barras de hierro.

14. El es la cabeza de los caminos de Dios: el que le hizo le acercará de su espada.

15. Ciertamente los montes llevan renuevo para él; y toda bestia del campo retoza allá.

16. Debajo dc las sombras se echará, en lo oculto de las cañas, y de los lugares húmedos.

17. Los árboles sombríos le cubren con su sombra; los sauces del arroyo le cercan.

18. He aquí que él robará el r~o que no corra; y con-fiase que el Jordán pasará por su boca.

19. Él le tomará por sus ojos en los tropezaderos, y le horadará la nariz.

EL BORAMETZ

EL CORDERO vegetal de Tartana, también llamado borametz y polypodium borametz y polipodio chino, es una planta cuya forma es la de un cordero, cubier-ta de pelusa dorada. Se eleva sobre cuatro o cinco raíces; las plantas mueren a su alrededor y ella se mantiene lozana; cuando la cortan, sale un jugo sangriento. Los lobos se deleitan en devorarla. Sir Thomas Browne la describe en el tercer libro de la obra Pseudodoxia Epidemica (Londres, 1646). En otros monstruos se combinan especies o géneros ani-males; en el borametz, el reino vegetal y el reino animal.

Recordemos a este propósito, la mandrágora, que grita como un hombre cuando la arrancan, y la tris-te selva de los suicidas, en uno de los círculos del It4iarno, de cuyos troncos lastimados brotan a un tiempo sangre y palabras, y aquel árbol soñado por Chesterton, que devoró los pájaros que habían ani-dado en sus ramas y que, en la primavera, dio plumas en lugar de hojas.

EL BURAK

EL PRIMER versículo del capítulo diecisiete del Alco-rán consta de estas palabras: "Alabado sea Él que hizo viajar, durante la noche, a su siervo desde el templo sagrado hasta el templo que está más lejos, Cuyo recinto hemos bendecido, para hacerle ver nuestro signos". Los comentadores declaran que el alabado es Dios, que el siervo es Mahoma, que el templo sagrado es el de la Meca, que el templo distante es el de Jerusalén y que, desde Jerusalén, el profeta fue transportado al séptimo cielo. En las versiones más antiguas de la leyenda, Mahoma es guiado por un hombre o un ángel; en las de fecha posterior, se recurre a una cabalgadura celeste, mayor que un asno y menor que una mula. Esta cabalga-dura es Burak, cuyo nombre quiere decir resplande-ciente. Según Burton, los musulmanes de la India suelen representarlo con cara de hombre, orejas de asno, cuerpo de caballo y alas y cola de pavo real.

Una de las tradiciones islámicas refiere que Bu-rak, al dejar la tierra, volcó una jarra llena de agua. El Profeta fue arrebatado hasta el séptimo cielo y conversó en cada uno con los patriarcas y ángeles que lo habitan y atravesó la Unidad y sintió un frío que le heló el corazón cuando la mano del Señor le dio una palmada en el hombro. El tiempo de los hombres no es conmensurable con el de Dios; a su regreso, el Profeta levantó la jarra de la que aún no se había derramado una sola gota.

Miguel Asín Palacios habla de un místico murciano del siglo XIII, que en una alegoría que se titula Libro del nocturno viaje hacia la majestad del más generoso ha simbolizado en Burak el amor divino. En otro texto se refiere al Burak de la pureza de la intención.

EL CABALLO DEL MAR

A DIFERENCIA de otros animales fantásticos, el caballo del mar no ha sido elaborado por combinación de elementos heterogéneos; no es otra cosa que un caballo salvaje cuya habitación es el mar y que sólo pisa la tierra cuando la brisa le trae el olor de las yeguas, en las noches sin luna. En una isla indeter-minada -acaso Borneo- los pastores manean en la costa las mejores yeguas del rey y se ocultan en cámaras subterráneas; Simbad vio el potro que salía del mar y lo vio saltar sobre la hembra y oyó su grito.

La redacción definitiva del Libro de las mil y una noches data, según Burton, del siglo XIII; en el siglo xiii nació y murió el cosmógrafo Al-Qaz-winí que, en su tratado Maravillas de las criaturas, escribió estas palabras: "El caballo marino es como el caballo terrestre, pero las crines y la cola son más crecidas y el color más lustroso y el vaso está partido como el de los bueyes salvajes y la alzada es menor que la del caballo terrestre y algo mayor que la del asno." Observa que el cruzamiento de la especie marina y de la terrestre da hermosísimas crías y menciona un potrillo de pelo oscuro, "con man-chas blancas como piezas de plata".

Wang Tai-hai, viajero del siglo XVIII, escribe en la Miscelánea china:

El caballo marino suele aparecer en las costas en busca de la hembra; a veces lo apresan. El pelaje es negro y lustroso; la cola es larga y barre el suelo; en tierra firme anda como los otros caballos, es muy d amp;il y puede reco-rrer en un día centenares de millas. Conviene no bañarlo en el río, pues en cuanto ve el agua recobra su antigua naturaleza y se aleja nadando.

Los etnólogos han buscado el origen de esta fic-ción islámica en la ficción grecolatina del viento que fecunda las yeguas. En el libro tercero de las Geórgicas, Virgilio ha versificado esta creencia. Más ri-gurosa es la exposición de Plinio (VIII, 67): "Nadie ignora que en Lusitania, en las cercanías de Olisipo (Lisboa) y de las márgenes del Tajo, las yeguas vuelven la cara al viento occidental y que-dan fecundadas por él; los potros engendrados así resultan de admirable ligereza, pero mueren antes de cumplir los tres años."

El historiador Justino ha conjeturado que la hi-pérbole hijos del iii ento, aplicada a caballos muy veloces, originó esta fábula.

EL CANCERBERO

SI EL Infierno es una casa, la casa de Hades, es natural que un perro la guarde; también es natural que a ese perro lo imaginen atroz. La Teogonía de Hesíodo le atribuye cincuenta cabezas; para mayor comodidad de las artes plásticas, este número ha sido rebajado y las tres cabezas del cancerbero son del dominio público. Virgilio menciona sus tres gargan-tas; Ovidio, su triple ladrido; Butler compara las tres coronas de la tiara del Papa, que es portero del cielo, con las tres cabezas del perro que es portero de los infiernos (Hudihras, LV, 2). Dante le presta caracteres humanos que agravan su índole in-fernaclass="underline" barba mugrienta y negra, manos uñosas que desgarran, entre la lluvia, las almas de los réprobos. Muerde, ladra y muestra los dientes.