¿Qué criatura inteligente dotada de juicio y sentimiento iba a actuar de otro modo? Siempre se quiere más. Siempre se dan por sentado los éxitos pasados y se asume que marcan el camino hacia futuros triunfos. Pero el universo no tiene en cuenta los intereses de las distintas civilizaciones, y pretender que así sea sería cometer el más calamitoso y craso de todos los errores.
Tener la esperanza que albergaba Quilan, una esperanza contra toda probabilidad y estadística, y en aquel contexto, también contra el propio universo, era algo lógico, pero también vano. El animal que había en él ansiaba algo que su cerebro superior sabía que no ocurriría. Y aquel era el punto central en el que se encontraba, el frente en el que sufría: la lucha de las simplicidades químicas del cerebro inferior, con su deseo en contra de la fulminante realidad, refugiada en la conciencia. Ninguno de los dos bandos podía rendirse ni ganar terreno. El fragor de la batalla le ardía en la mente.
Se preguntó si, pese a lo que habían dicho, Huyler podía escuchar algún indicio de todo aquello.
~ Todas las pruebas confirman que la interfaz se ha recuperado completamente. Se han completado todas las comprobaciones de errores. Ahora está lista para la interacción y la descarga —anunció la hermana técnica. Parecía que pretendía sonar más a máquina que las propias máquinas.
Quilan abrió los ojos y parpadeó. Miró hacia la luz durante un segundo. Los auriculares que llevaba solo eran visibles desde el rabillo de los ojos. La butaca reclinada sobre la que descansaba era firme, pero confortable. Se encontraba en las instalaciones médicas de la nave templo Piedad, de las Hermanas Mendicantes. A través de los relucientes e impecables estantes de productos y equipamientos médicos, cerca de un lado de algo sucio y abollado del tamaño de una cabina de refrigeración doméstica, la hermana técnica que le hablaba era una jovencita de expresión grave en el rostro, cubierta de pelo marrón oscuro y con la cabeza parcialmente afeitada.
~ Voy a descargarlo ahora mismo —continuó—. ¿Quiere interactuar inmediatamente?
~ Sí, quiero.
~ Un momento, por favor.
~ Espere. ¿Qué es lo que va a… experimentar?
~ Conciencia. Visión, alimentada a través de su cámara. —La hermana palpó una minúscula vara que sobresalía de sus auriculares—. Oído, en forma de la voz que usted emite. ¿Continúo?
~ Sí.
Se oyó la mínima expresión de un siseo, y luego una profunda voz masculina que dijo, en tono adormilado:
~ … siete, ocho… nueve… ¿Hola? ¿Qué? ¿Qué sitio es este? ¿Qué es esto? ¿Dónde…? ¿Qué ha pasado?
Era una voz que pasó de una farfullada somnolencia a una atemorizada confusión, y, a continuación, a un determinado grado de control, en tan solo unas cuantas palabras. Sonaba más joven de lo que Quilan esperaba. Imaginó que tampoco era necesario que sonase mayor.
~ Sholan Hadesh Huyler —respondió pausadamente—. Bienvenido de nuevo.
~ ¿Quién es? No puedo moverme. —Aún quedaba un rastro de incertidumbre y ansiedad en la voz—. Esto no es… el más allá, ¿verdad?
~ Mi nombre es comandante Quilan IV de Itirewein Llamado-a-Armas-de-Entregados. Siento que no pueda moverse, pero no se preocupe. Su interfaz de personalidad todavía se encuentra en el sustrato original en el que fue almacenado, en el Instituto de Tecnología Militar de Cravynir, en Aorme. En estos momentos, está en un sustrato de a bordo de la nave templo Piedad, que órbita en torno a una luna del planeta Reshref Cuatro, en la constelación del Arco, junto con los restos del transbordador estelar Tormenta de nieve.
~ Aja. Bien. Y dice que es usted comandante. Yo era almirante general. Lo supero en jerarquía.
Ahora la voz se controlaba a la perfección. Mantenía el tono profundo, pero era tajante. La voz de alguien acostumbrado a dar órdenes.
~ Su rango era superior al mío al morir, sin duda, señor.
La hermana técnica ajustó algo en la consola que tenía delante.
~ ¿De quién son esas manos? Parecen femeninas.
~ Pertenecen a la hermana técnica que cuida de nosotros. La perspectiva de usted nace de unos auriculares que lleva puestos.
~ ¿Puede oírme?
~ No.
~ Pídale que se los quite y me muestre su aspecto.
~ ¿Está…?
~ Por favor, comandante.
Quilan se oyó suspirar. Pidió a la hermana técnica lo que Huyler le había solicitado. Ella lo hizo, pero con expresión de preocupación.
~ Tiene un aspecto agrio, francamente. Podía no haberme empeñado en verla, la verdad. Bien, entonces, ¿qué ha ocurrido, comandante? ¿Qué estoy haciendo aquí?
~ Han sucedido muchas cosas. Tendrá un informe histórico completo a su debido tiempo.
~ ¿Fecha?
~ Nueve de primavera de 3455.
~ ¿Sólo han pasado ochenta y seis años? Pues me esperaba más. Dígame, ¿por qué me han resucitado?
~ Francamente, no lo tengo muy claro.
~ Entonces, francamente, creo que debería ponerme en contacto rápidamente con alguien que realmente lo sepa.
~ Ha habido una guerra, señor.
~ ¿Una guerra? ¿Contra quién?
~ Contra nosotros mismos. Una guerra civil.
~ ¿Relacionada con las castas?
~ Sí, señor.
~ Supongo que era de esperar. Entonces, ¿he sido reclutado? ¿Los muertos se utilizan como reservas?
~ No, señor. La guerra ha terminado. Actualmente, estamos viviendo un periodo de paz, pero habrá cambios. Hubo una tentativa de rescatarlo a usted y a las otras personalidades almacenadas en el sustrato del Instituto Militar durante la guerra, en el que yo también participé, pero que solo tuvo éxito de forma parcial. De hecho, hasta hace unos días, pensábamos que había sido un fracaso absoluto.
~ Entonces, ¿me han devuelto a la vida para apreciarlas glorias manifiestas del nuevo orden? ¿Para reeducarme? ¿Para reparar incorrecciones pasadas? ¿O qué?
~ Nuestros superiores creen que puede ayudar en una misión a la que ambos nos enfrentamos.
~ ¿Ambos? Aja. Exactamente, ¿de qué misión se trata, comandante?
~ Por el momento, no puedo avanzar nada, señor.
~ Parece preocupantemente ignorante para ser el que maneja los hilos aquí.
~ Lo siento. Creo que mi actual falta de conocimiento podría deberse a un procedimiento de seguridad. Pero me parece que su experiencia y habilidad con respecto a la Cultura podrían resultar de gran ayuda.
~ Mis ideas sobre la Cultura eran políticamente impopulares incluso cuando estaba vivo. Precisamente, esa fue una de las razones por las queme ofrecieron almacenarme en Aorme en lugar de morir e ir al cielo, o darme cabezazos contra alguna pared de la sede de las Fuerzas Combinadas de Inteligencia. ¿Me está diciendo que los jefazos han cambiado de idea respecto a mí?
~ Es posible. Quizá sus conocimientos sobre la Cultura han demostrado ser de utilidad.
~ ¿Incluso pese a tener ocho décadas y media de antigüedad?