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Justo encima de ellos, apenas visible entre la calima matinal, una diminuta forma más o menos rectangular resplandecía con el reflejo del sol.

¿Qué es eso?

Ese es el Vehículo General de Sistemas, clase Ecuador, Experimentando una significativa falta de gravedad —dijo el avatar. Kabe vio que el otro estrechaba un poco los ojos y una débil sonrisa se formaba alrededor de los labios y los ojos. También ha cambiado su calendario de vuelo para venir a ver el concierto. El avatar vio que la forma se agrandaba y frunció el ceño. Pero tendrá que irse de ahí; por ahí es por donde pasan mis meteoritos explosivos.

¿Explosivos? dijo Kabe. Estaba observando el creciente rectángulo del VGS, que iba aumentando poco a poco. Parece, bueno, espectacular. —Peligroso quizá fuera un término más adecuado, pensó el embajador.

El avatar sacudió la cabeza. Él también estaba mirando la gigantesca nave que descendía y entraba en la atmósfera, sobre ellos.

Na, no es tan peligroso dijo el avatar, que, en apariencia aunque era de suponer que no en realidad, le había leído el pensamiento. La coreografía de la lluvia ya está casi lista. Quizá haya unos cuantos trocitos de materias blandas que todavía podrían excederse y necesitar un nuevo trazado de trayectoria, pero, de todos modos, todos tienen sus propios motores escolta. El avatar le sonrió. He utilizado un montón de viejos cuchillos misil, reservas de guerra reactivadas, cosa que me pareció muy apropiada. Supuse que les haría falta practicar.

Volvieron a mirar al cielo. El VGS ya era casi del mismo tamaño de una mano cuando se estira todo el brazo. Sus rasgos comenzaban a aparecer sobre las superficies doradas y blancas.

Todas las rocas están colocadas, cargadas y olvidadas hace tiempo continuó el avatar, meterlas es tan simple como colocar los anillos en un planetario. Ningún peligro ahí tampoco. Señaló con un gesto al VGS, que estaba cerca y era lo bastante brillante como para arrojar su propia luz sobre el paisaje circundante, como una luna dorada, extraña y rectangular flotando sobre el mundo.

»Ese es el tipo de cosas por las que las Mentes Centrales no pueden evitar preocuparse dijo el avatar alzando una ceja plateada. Un trillón de toneladas de nave capaz de acelerar como una flecha disparada con un arco y que se acerca lo suficiente a la superficie como para que yo sintiese la curva del campo de gravedad de la muy cabrona si no estuviese protegido. Sacudió la cabeza. Esas naves VGS dijo chasqueando la lengua como si se refiriese a un niño travieso, pero encantador.

¿Crees que se aprovechan de ti porque antes fuiste una de ellas? preguntó Kabe.

La gigantesca nave parecía haberse detenido al fin, llenaba casi una cuarta parte del cielo. Algunos jirones de nubes se habían formado bajo su superficie inferior. Unos caparazones concéntricos de campo asomaban en forma de líneas apenas visibles a su alrededor, como una serie de burbujas cavernosas y anidadas que flotaran en el cielo.

Cómo lo sabe dijo el avatar. A cualquier Mente nacida Centro se le fundirían los plomos con solo pensar en dejar que algo así de grande entrara en el perímetro; les gusta que las naves se queden fuera, donde, si en algún momento hubiera algún problema, se limitarían a desmoronarse sin más. El avatar se echó a reír de repente. Le estoy diciendo que se largue de mi chorro de propulsión ahora mismo. Lo que, por supuesto, es una grosería.

Las nubes que se estaban formando bajo la nave gigante empezaron a arremolinarse y subir, la nave Experimentando una significativa falta de gravedad estaba empezando a alejarse. Las nubes hirvieron a su alrededor, como un millón de estelas que se formaran a la vez, y unos rayos parpadearon entre las nacientes torres de vapor.

Mire eso. Me está arruinando la mañana entera. El avatar volvió a sacudir la cabeza. Típico de un VGS. Será mejor que ese pequeño despliegue no evite que mis nubes de nácar se formen esta noche porque puedo montar un follón. La criatura miró a Kabe. Venga, no hagamos caso de ese alarde y vamos abajo. Quiero enseñarle los motores de este trasto.

* * *

Pero, compositor Ziller, ¡su público!

Está en Chel y es muy probable que pagara lo que fuera por verme colgado, empalado y quemado.

Mi querido Ziller, de eso es de lo que se trata. Estoy seguro de que lo que dice es una burda exageración, aunque comprensible; pero incluso si en eso hubiera una sola pizca de verdad, aquí ocurre todo lo contrario. En Masaq hay un número inmenso de personas que estarían encantadas de dar su vida para salvar la suya. Es a ellas a las que yo me refería, como estoy seguro de que sabe. Muchas de ellas estarán esta noche en el concierto, y el resto lo estará viendo, absortos.

»Llevan años esperando con paciencia, con la esperanza de que un día usted se sintiese inspirado para terminar otra obra larga. Y ahora que al fin ha ocurrido, están deseando experimentarla de la forma más absoluta posible y rendirle el homenaje que saben que se merece. Están desesperados por estar allí, escuchar su música y verlo con sus propios ojos. ¡Anhelan verlo dirigir esta noche La luz que expira!

Pues ya pueden anhelarlo todo lo que quieran, pero se van a llevar una decepción. No tengo ninguna intención de ir, no si ese trozo supurante de forraje de escritorio va a estar presente.

¡Pero si no se van a ver! ¡Les mantendremos separados!

Ziller levantó su gran morro negro y apuntó con él el recubrimiento de cerámica teñido de rosa de Tersono, lo que hizo que el dron se encogiera un poco.

No te creo le dijo el chelgriano.

¿Qué? ¿Porque pertenezco a Contacto? ¡Pero eso es ridículo!

Apuesto a que fue Kabe el que te dijo eso.

Da igual cómo lo he averiguado. No tengo ninguna intención de obligarlo a que se reúna con el comandante Quilan.

Pero te gustaría que lo hiciera, ¿no?

Bueno… El aura del dron se recubrió de repente de un arco iris de confusión.

—¿Te gustaría o no?

¡Bueno, por supuesto que me gustaría! dijo la máquina bamboleándose en el aire con lo que parecía un ataque de furia, frustración o ambas cosas. Su aura parecía confusa.

¡Ja! exclamó Ziller. ¡Lo admites!

Desde luego que me gustaría que se reunieran; es absurdo que no lo hayan hecho, pero yo solo querría que ocurriera si se produce de forma natural, ¡no si se lograra contra sus expresos deseos!

—Shh. Aquí viene uno.

¡Pero…!

—¡Shh!

El bosque Pfesine, en la plataforma Ustranhuan, (era imposible alejarse más del estadio Stullien sin abandonar Masaq del todo) era famoso por sus cotos de caza.