En una Camarilla todos los miembros, los importantes y los que no lo eran tanto, tenían las mismas metas: ganar dinero y poder para la Camarilla. Cuantos más negocios hacían, más rápido escalaban posiciones. Cuanto más lucrativa era la compañía, más bonos y opciones de acciones recibían los empleados a fin de año. Sí, los integrantes de una Camarilla figuraban en la Bolsa de Valores de Nueva York. Podría ser una buena inversión, sobre todo si a uno no le importaba que los dividendos llevaran consigo un poco de sangre.
En apariencia, las Camarillas daban la impresión de ser más benignas que la Mafia: nada de coches bomba ni de tiroteos. Los hechiceros no eran maleantes comunes y corrientes. Nada de eso; eran hombres de negocios serios. Si uno llegaba a traicionar a su Camarilla, la organización no pondría una bomba en su casa ni mataría a su familia. En cambio, haría que un semidemonio incendiario le prendiera fuego al lugar y lo hiciera parecer un accidente eléctrico. Después, un nigromante torturaría a su familia hasta conseguir que la persona en cuestión le diera a la Camarilla lo que ellos querían. Cortez no me lo describió así, pero sí me dijo lo suficiente como para permitirme leerlo entre líneas.
Si todo esto era cierto, ¿por qué el consejo interracial no hacía algo al respecto? Ahora entendía la preocupación de Robert Vasic.
– ¿Qué papel desempeña Leah en todo esto? -pregunté.
– Sólo un miembro de la Camarilla Nast podría responder esa pregunta con total certeza. Cualquier información que yo le diera estaría basada puramente en rumores, y prefiero limitarme a los hechos.
– Me conformaré con lo que sabe de oídas. ¿Qué es lo que ha oído decir?
– Bueno, no me siento cómodo con…
– Entonces permítame que yo empiece. Leah y un hechicero llamado Katzen idearon un modo de secuestrar a seres sobrenaturales, Katzen como informante y Leah como cautiva. Su plan era que Katzen señalara a los sobrenaturales más poderosos, dejar que los humanos corrieran el riesgo de capturarlos y contenerlos. Una manera barata de reclutar sobrenaturales para la Camarilla Nast…
– No estaban trabajando para ninguna Camarilla; eso sí lo sé con seguridad. Se supone que intentaban montar su propia organización, una versión reducida de una Camarilla.
– Continúe.
Él dudó un momento, y luego dijo:
– Se dice que Leah se acercó a la Camarilla Nast después de que usted matara a Katzen.
Reprimí una negativa. Yo no había matado a Katzen… Sólo había contribuido a las circunstancias que condujeron a su muerte. Pero quizá no me vendría mal que ese hechicero pensara que yo era capaz de matar a alguien de su clase.
Cortez continuó:
– Desde hace años ha habido rumores acerca de la paternidad de Savannah, aunque Kristof no pudo localizar a la pequeña o, tal vez, no quiso que cayera sobre él la ira de Eve al interferir en la vida de ambas. Con Eve fuera del mapa, Leah le brindó su ayuda para encontrar a Savannah.
– ¿De modo que usted piensa que Nast realmente es su padre?
– No lo sé, y creo que eso tiene poca relación, si es que tiene alguna, con el caso. Los Nast quieren a Savannah… Eso es lo único que importa.
Bebí un sorbo de mi té.
– ¿En qué medida ese tal Kristof es un ser perverso? Bueno, quiero decir, tal vez usted no lo considere «malo», pero… ¿hasta qué punto es un criminal?
– Entiendo el concepto del bien y del mal, Paige. La mayor parte de los hechiceros también lo entienden, pero sencillamente eligen el bando equivocado. Entre los hechiceros, la reputación de Kristof Nast goza de un término medio, lo que significa que usted debería considerarlo un hombre peligroso. Como heredero de la Camarilla Nast, cuenta con el respaldo de infinidad de recursos.
Me eché hacia atrás y sacudí la cabeza.
– Por lo menos ahora sé de dónde viene el mito de los illuminati.
– Si surge de las Camarillas, las conexiones son, en el mejor de los casos, muy débiles. Se creía que los illuminati eran un grupo secreto de hombres poderosos que empleaban medios sobrenaturales para derrocar al gobierno. El interés de un miembro de una Camarilla en la política es mínimo y mucho más mundano. Sí, existen integrantes de las Camarillas en el gobierno, pero sólo para apoyar políticas fiscales que benefician a su organización. Todo está relacionado con el dinero. Recuerde siempre eso, Paige: los que pertenecen a una Camarilla no hacen nada contra sus propios intereses financieros. No son los illuminati ni la Mafia sobrenatural ni el culto satánico. No cometen asesinatos rituales. No secuestran, ni violan, ni matan a niños…
– Oh, de acuerdo, Savannah tiene trece años, así que técnicamente no es una niña.
Prosiguió sin alterar la serenidad de su discurso.
– Lo que quiero decir es que no responden a la descripción clásica de un culto satánico, en el sentido de que no secuestran chicos con finalidades rituales. Para la Camarilla, Savannah sólo significa ganancias. Atienda siempre al balance final y entonces estará más preparada para enfrentarse a los de las Camarillas.
Consulté mi reloj.
– Sí, lo sé -dijo Cortez-. Se me acabó el tiempo.
Acabé mi té ya casi frío y me quedé mirando los diagramas trazados por Cortez. Y ahora, ¿qué? ¿Despedir de nuevo a Cortez? No le encontraba sentido; seguro que él volvería una vez más. Para ser sincera, era algo más que eso. Ese individuo me había ayudado. Me había ayudado de verdad.
Es un mundo triste éste en el que una bruja tiene que confiar en un hechicero necesitado de trabajo…, pero yo no podía perder más tiempo lamentándome acerca de cómo deberían ser las cosas. Cortez me estaba ofreciendo asistencia cuando nadie más quería hacerlo, y sería una tonta si volvía a rehusarla. No había encontrado ninguna prueba de que fuera otra cosa distinta a lo que aseguraba ser: un joven abogado dispuesto a tomar los casos más terribles para progresar en su carrera.
– ¿Cuánto me cobraría? -le pregunté.
Él tomó una hoja y pasó los siguientes minutos explicándome sus honorarios. Sus términos eran razonables y justos, con una garantía escrita de que cada cargo sería explicado de antemano y que no haría ningún trabajo que yo no hubiera aprobado antes.
– En cuanto tenga la sensación de que mis servicios ya no cumplen con sus expectativas, puede dar por terminado nuestro acuerdo -dijo-. Eso estará claramente estipulado en un contrato, que le sugiero haga examinar por otro profesional legal antes de firmarlo.
Al ver que yo vacilaba, plegó la hoja con su plan de honorarios por la mitad y me la pasó, y después puso su tarjeta comercial encima.
– Tómese esta noche para pensarlo. Si, entretanto, se le ocurren otras preguntas, llámeme, no importa qué hora sea.
Extendí las manos en busca del papel, pero él apoyó los dedos sobre él y me miró a los ojos.
– Recuerde, Paige, que yo puedo ofrecerle más que una asesoría legal normal. Ningún abogado humano que contrate entenderá la situación como lo hago yo. Más que eso, si necesitara una protección adicional, puede contar conmigo. Como le dije, tal vez no soy el hechicero más experimentado, pero puedo ayudarla, y estoy dispuesto a hacerlo. Creo que todo puede reducirse a eso.
– Ya lo sé.
Él asintió.
– Entonces la llamaré por la mañana.