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Olivia asintió.

– Y el señor Nast me ha sacado de mi retiro para ayudarte a que te adaptes, por lo que me compensará más que adecuadamente, así que también yo te debería estar agradecida.

– ¿Ustedes nos enseñarán?

– ¿Nos enseñarán?-repitió Greta.

– A ella -dije-. ¿De modo que ustedes serán sus tutoras?

– Solamente en lo relativo a la magia de hechiceros -respondió Olivia-. Para lo demás, tendrá tutores como es debido. Hechiceros, quiero decir. Ellos poseen la magia auténtica.

– Quizá no por mucho tiempo -dijo Savannah y saltó de la cama-. Paige tiene esos Manuales. Traté de detenerla, pero sin demasiado entusiasmo. Por mucho que yo quisiera mantener en secreto esos Manuales, sentía curiosidad por escuchar la opinión de esas mujeres. Nunca había conocido a una bruja de una Camarilla. Seamos sinceros… siempre di por sentado que… supuse que serían muy diferentes, más amedrentadoras, más peligrosas, más, bueno, malas.

Savannah les habló de los Manuales y de nuestra teoría.

– Desde luego, Paige todavía tiene que probarla. Podríamos estar equivocadas.

Me abstuve de decirles a las otras brujas que yo había probado la teoría con éxito. Por ahora, prefería guardarme eso para mí.

– Suena prometedor -dijo Greta-. Pero yo que vosotras no tendría demasiadas esperanzas. La magia de los hechiceros es la magia del poder. Con todo respeto para las mujeres y la igualdad de derechos, la magia de las brujas no está a su altura.

– Yo no perdería mi tiempo en eso -sentenció Olivia-. Los tutores que tenéis asignados os enseñarán todo lo que necesitáis saber. En cuanto a esos Manuales, dudo que hayan sobrevivido al incendio.

– No. Paige volvió a entrar para rescatarlos -dijo Savannah y me miró-. ¿Dónde están?

– Cor… Lucas los tiene. Se los di a él.

– ¿Lucas Cortez? -Preguntó Olivia-. Vaya, es verdad. Oí decir que el joven Lucas estaba involucrado. Tiene bastante fama, pero nunca tuvimos ocasión de conocerlo, ¿no es así, Greta? Ésa sí que debe de haber sido toda una experiencia. Tenéis que contarnos cómo es él. Pero primero os serviré el té.

Cuando el té estuvo servido, nos sentamos en el borde de las camas. Olivia preguntó acerca de Cortez. Dejé que Savannah le respondiera y discretamente la corté en seco después de algunas frases.

– Oh, es un tipo raro -dijo Olivia riendo entre dientes-. Siento tanta lástima por su padre. El señor Cortez está llevando la situación maravillosamente bien, aunque debo decir que le permite demasiadas cosas al muchacho. Pero, bueno, todos los padres lo hacen, ¿no? El líder de una Camarilla no es diferente de cualquier padre. Ya lo verás, Savannah. El señor Nast adora a sus muchachos, y estoy segura de que a ti te tratará igual.

– En cuanto a Lucas Cortez -intervino Greta-, los jóvenes siempre andan en busca de dragones que matar. Y hermosas damiselas a las que salvar. -Dedicó una sonrisa en mi dirección-. Sólo es una etapa. Muy pronto comprenderá que las Camarillas no son los monstruos que él cree.

– ¿Qué son? -Preguntó Savannah-. Quiero decir, ¿cómo son en realidad?

– Son excelentes empresas -explicó Greta-. Todo lo que un empleado puede pedir. Ofrecen grandes beneficios, opciones ventajosas de compra de acciones, un sólido plan de jubilación y una remuneración excelente.

Olivia se echó a reír.

– Nada de eso te interesa en absoluto, ¿no es así, Savannah? Y con buenos motivos. Tú no tendrás que preocuparte nunca de esas cosas. Tu mayor preocupación ahora será si prefieres pasar tus vacaciones de verano en Francia o en Italia.

– Y qué clase de automóvil deportivo quieres para cuando cumplas dieciséis años -añadió Greta.

– Quiero un Porsche -afirmó Savannah y me sonrió-. Un Porsche descapotable como el de Clay. Sólo que rojo. Lo quiero rojo.

– Lo tendrás -aseguró Greta-. Ésta será una vida completamente nueva para ti, Savannah. Una vida que cualquier chica y cualquier bruja envidiarían.

El bien y el mal

Antes de cenar, Greta y Olivia decidieron darle su primera clase a Savannah. Nos llevaron a un bosquecillo que había un poco más allá de un granero abandonado. Leah y Friesen también vinieron, supuestamente para proteger a Savannah de cualquier amenaza externa, pero seguro que su fin era evitar cualquier plan de huida conjunto que yo pudiera haber urdido. No necesitaban haberse molestado. Mientras Savannah quisiera quedarse, yo permanecería allí junto a ella.

Greta comenzó con magia de brujas, pero era obvio que no tenía demasiado interés en el tema, y tan pronto como se aseguró de que Savannah sabía lo básico, siguió adelante.

– Ahora vamos a mostrarte algunas hechicerías -dijo Greta-. Desde luego, más adelante tendrás un tutor mejor para esto, pero me pareció que te gustaría ver una muestra de lo que aprenderás. Cuando regresemos a Los Ángeles podremos trabajar más en tus habilidades como bruja.

Olivia sonrió.

– De momento, nos divertiremos un rato.

A lo largo de la siguiente hora Greta y Olivia mostraron una media docena de hechizos. Uno era una variación del hechizo de niebla de Cortez. Otro disparaba un rayo de energía eléctrica de la mano de la persona que lo lanzaba. Un tercero conjuraba luces de colores. Obviamente lo estaban haciendo para su lucimiento personal, seleccionando hechizos que no eran más que fuegos artificiales. Magia de pacotilla, como diría Cortez. Yo habría querido estar en posición de menospreciarlas, pero lo cierto era que estaba impresionada.

Mientras seguían lanzando hechizos, no pude evitar pensar en todos sus usos posibles. El hechizo de niebla resultaría muy útil para las fugas, en particular, si se unía al hechizo de encubrimiento. El hechizo del rayo eléctrico me pareció una excelente variación del hechizo de la bola de fuego, algo más para agregar a mi repertorio de defensas no letales. Yo quería encontrar alguna falla, alguna vileza, pero no pude. Esa magia no tenía nada de malo. Aunque no era mejor que la magia que aparecía en los Manuales terciarios, tampoco era peor… al menos, no en el sentido de ser menos moral.

– ¿Podrías lanzar de nuevo el hechizo de niebla? -pregunté.

Greta sonrió.

– ¿Te gusta ése?

– Es interesante. Contiene componentes de viento y de fuego, esenciales en los hechizos de brujas, pero la construcción es muy diferente. La invocación a Bóreas es única. Supongo que ése es un vestigio de sus orígenes.

Greta y Olivia se quedaron mirándome como si yo hubiera hablado en griego, y en cierto modo así era, puesto que aquel hechizo era de origen griego. Tras un breve silencio, Olivia se echó a reír.

– Si quieres que te diga la verdad, Paige, no tenemos idea de qué es lo que dice. Nunca lo tradujimos.

– ¿No sabéis griego? -Preguntó Savannah-. Creí que todas las brujas tenían que saber griego. Y latín y hebreo. Por lo menos, lo suficiente para entender los hechizos.

– Nosotras no nos molestamos en esas tonterías -dijo Olivia-. Yo sé algo de latín de mis días de estudiante, pero no es importante. Los Manuales te dirán cuál es el efecto de los hechizos y tus tutores te explicarán cómo se pronuncian.

– ¿Te gustaría intentar lanzar alguno? -le preguntó Greta a Savannah.

– Por supuesto.

– ¿Cuál?

Savannah me sonrió.,

– Todos. Enseñadnos todos.

* * *

Esa noche, Nast ofreció una cena formal para su hija. Savannah recibió su primer vestido negro, dos tallas más pequeño en el largo y dos tallas más grande en el ancho, pero ella -fascinada- ni lo notó. También recibió su primer par de zapatos de tacón alto y su primer maquillaje, y Greta y Olivia se ocuparon de transformarla en una «pequeña princesa». Solo Nast y Sandford se unieron a nosotras para la cena, ambos de esmoquin. Confieso que no reconocí la mitad de las cosas que comí.