Выбрать главу

Julia Quinn

A Sir Phillip, con Amor 2º Epílogo

No soy la más paciente de las personas. Y no tengo ninguna tolerancia a la estupidez. Que fue por lo que estuve orgullosa de mi misma al sujetar mi lengua esta tarde mientras tomaba el té con la familia Brougham.

Los Brougham son nuestros vecinos y lo han sido desde hace seis años, desde que Mr. Brougham heredó la propiedad de su tío, también llamado Mr. Brougham. Ellos tienen cuatro hijas y un extremadamente malcriado hijo. Por suerte para mí, el hijo es cinco años más pequeño que yo, lo que quiere decir que no tendré que considerar la idea de casarme con él. (Aunque mis hermanas, Penélope y Georgiana, nueve y diez años más jóvenes que yo, no tienen esa suerte). Las hijas Brougham están todas cerca de mi edad, comenzando dos años antes y terminando dos después. Son absolutamente agradables, si quizá, con un tacto demasiado dulce y apacible para mi gusto. Pero últimamente han sido demasiado para soportar.

Esto es porque yo, también, tengo un hermano, y el no es cinco años más joven que ellas. De hecho, él es mi gemelo, lo que le hace una posibilidad matrimonial para cualquiera de ellas.

Insorprendentemente, Oliver no decidió acompañarnos a mi madre, a Penélope, y a mí al té. Pero aquí está lo que pasó, y aquí es por lo que yo estoy satisfecha conmigo misma por no decir lo que deseaba decir: “Seguramente, ustedes deben ser idiotas”.

Yo bebía a sorbos mi té, intentado mantener mí taza sobre mis labios el mayor tiempo como fuera posible para evitar preguntas sobre Oliver, cuando Mrs. Brougham dijo, – Debe ser fascinante ser gemela. Dime, querida Amanda, ¿como es de diferente no ser uno sólo?

Debería esperar no tener que explicar porque esta pregunta es tan tonta. Me cuesta decirle cual es la diferencia, cuando he pasado aproximadamente el cien por cien de mi vida como una gemela y por lo tanto tengo precisamente cero experiencia en no ser una.

Debo haber puesto mi desdén sobre mi cara porque mi madre me lanzó una de sus miradas legendarias de advertencia en el momento en que mis labios se abrieron para contestar (y no porque yo sintiera alguna necesidad de hacer a Mrs. Brougham sentirse más inteligente de lo que ella era), yo dije: -Supongo que uno siempre tiene un compañero.

– Pero tu hermano no está aquí ahora, – una de las chicas Brougham dijo.

– Mi padre no está siempre con mi madre, y yo imagino que ella considera que él es su compañero, – repliqué.

– Un hermano es apenas lo mismo que un marido, – Mrs. Brougham trinó.

– Uno lo esperaría, – repliqué. Cierto, esta era una de las más ridículas conversaciones en las que había participado. Y Penélope miraba como si ella tuviera preguntas para cuando volviéramos a casa.

Mi madre me lanzó otra mirada, una que decía que ella sabia exactamente que clase de preguntas Penélope haría, y ella no deseaba contestarlas. Pero como mi madre siempre había dicho, ella valoraba la curiosidad en las mujeres…

Ella sería alcanzada por su propio petardo.

Debo mencionar que, lanzamiento de petardos a un lado, estoy convencida de que tengo la mejor madre de Inglaterra. Y a diferencia de ser una no-gemela, sobre lo cual no tengo ningún conocimiento, sé como es tener una madre diferente, así que estoy cualificada completamente, en mi opinión, para emitir el juicio.

Mi madre, Eloise Crane, es realmente mi madrasta, aunque solo me refiero a ella como tal cuando es necesario por fines de aclaración. Ella se casó como mi padre cuando Oliver y yo teníamos ocho años, y estoy absolutamente segura de que ella nos salvó a todos. Es difícil explicar como eran nuestras vidas antes de que llegara a ellas. Seguramente podría describir acontecimientos, pero uno sobre todos, la sensación en nuestra casa…

Realmente no sé como expresarlo…

Mi madre, mi verdadera madre, se suicidó. La mayor parte de mi vida yo no supe esto. Sabía que había muerto por unas fiebres, que supongo fue verdad. Lo que nadie me contó fue que la fiebre fue contraída porque ella intentó ahogarse en un lago en pleno invierno.

No tengo ninguna intención de tomar mi propia vida, pero debo decir, que este no sería mi método elegido.

Sé que debería sentir compasión y lástima por ella. Mi actual madre era prima lejana suya y me dice que ella estaba triste toda su vida. Ella me dijo que algunas personas son así, igual que otras son anormalmente alegres todo el tiempo. Pero no puedo dejar de pensar que si ella iba a suicidarse, ella podría también haberlo hecho antes. Quizá cuando era adolescente. O mejor todavía, una niña. Realmente habría hecho mi vida más fácil.

Pregunté a mi tío Hugh (quien no es realmente mi tío, pero él está casado con la hermanastra de la mujer del hermano de mi actual madre y el vive muy cerca y es un vicario) si yo iba a ir al infierno por semejante pensamiento. Dijo que no, que francamente, esto tenía mucho sentido para él.

Pienso que prefiero su parroquia a la mía.

Pero la cosa es que ahora tengo recuerdos de ella. Marina, mi primera madre. No quiero recuerdos de ella. Los que tengo son nebulosos y confusos. No puedo recordar el sonido de su voz. Oliver dice que puede ser porque ella casi no hablaba. No puedo recordar si ella hablaba o no. No puedo recordar la forma exacta de su cara, y no puedo recordar su olor.

En cambio, recuerdo estar parada fuera de su puerta, sintiéndome muy pequeña y asustada. Y recuerdo andar mucho de puntillas, porque nosotros no debíamos hacer ruido. Recuerdo sentirme siempre algo nerviosa, como si supiera que algo malo alrededor estaba por suceder.

Y así fue.

¿No debería ser un recuerdo específico? No me importaría un recuerdo de un momento, una cara o un sonido. En su lugar, tengo sensaciones vagas, e incluso, nada felices de algunas de ellas.

Una vez pregunté a Oliver si él tenia los mismos recuerdos, y él sólo se encogió de hombros y dijo que él realmente no pensaba en ella. No sé si creerle. Supongo que probablemente lo hago; él no piensa a menudo profundamente en tales cosas. O quizá más exactamente, él no piensa profundamente en cualquier cosa. Uno puede sólo esperar que cuando él se case (que no será seguramente muy pronto para las hermanas Brougham) que él escogerá una novia que tenga una carencia similar de prudencia y sensibilidad. Si no, ella estará triste. El no lo será, desde luego; el incluso no notaria su tristeza.

Los hombres son así, digo yo.

Mi padre, por ejemplo, es un notable distraído. A menos que, por supuesto, tú seas una planta, entonces él se da cuenta de todo. Es un botánico y podría ser feliz haciendo pinitos en su invernadero todo el día. El me parece la pareja más improbable para mi madre, que es vivaz y sociable y siempre sabe que decir; pero cuando ellos están juntos, es obvio que se aman mucho. La semana pasada los pillé besándose en el jardín. Me horroricé. Madre tiene casi cuarenta, y Padre más viejo que eso.

Pero estoy divagando. Estaba hablando de la familia Brougham, más exactamente de la absurda pregunta de Mrs. Brougham sobre no ser una gemela. Estaba, según lo mencionado anteriormente, sintiéndome satisfecha conmigo misma por no haber sido grosera, cuando Mrs. Brougham dijo algo sobre que fue interesante.

– Mi sobrino viene a visitarnos esta tarde.

Cada una de las chicas Brougham saltaron más rectas en su asiento. Juro, que fue como algún juego infantil con chasquidos. Bing, bing, bing, bing… Ellas se irguieron, de la postura perfecta a la sobrenatural erección.

Por esto inmediatamente deduje que el sobrino de Mrs. Brougham debía estar en edad de casarse, probablemente de buena fortuna, y quizá, de agradables rasgos.

– No mencionaste que Ian venía de visita, – una de las hijas dijo.

– No es él, – replicó Mrs. Brougham. – Él todavía está en Oxford, como tú bien sabes. Charles está viniendo.

Poof. Las hermanas Brougham se desinflaron, de repente.

– Oh, – dijo una de ellas. – Charlie.