– Hoy, dices, – otra dijo, con una carencia notable de entusiasmo.
Y entonces la tercera dijo, – Tendré que esconder mis muñecas.
La cuarta no dijo nada. Ella sólo continuó bebiendo su té, pareciendo más bien aburrida por todo eso.
– ¿Por qué tienes que esconder tus muñecas?, – preguntó Penélope. En toda verdad, yo me hacia la misma pregunta, pero parecía una pregunta demasiado infantil para una señorita de diecinueve años.
– Eso fue hace doce años, Dulcie, – Mrs. Brougham dijo. – ¡Santo Cielo!, tienes una memoria de elefante.
– Una no se olvida de lo que le hizo a mis muñecas, – Dulcie dijo misteriosamente.
– ¿Qué les hizo?, – preguntó Penélope.
Dulcie hizo un movimiento de cuchilla sobre su garganta. Penélope jadeó, y debo confesar que había algo espantoso en la expresión de Dulcie.
– Es una bestia, – dijo una de las hermanas de Dulcie.
– No es una bestia, – insistió Mrs. Brougham.
Las chicas Brougham nos miraron, sacudiendo la cabeza en un acuerdo silencioso, como si quisieran decir: – No la escuchéis.
– ¿Cuántos años tiene su sobrino ahora?, – mi madre preguntó.
– Veintidós, – contestó Mrs. Brougham, pareciendo algo agradecida por la pregunta. – Él se graduó en Oxford el mes pasado.
– Es un año mayor que Ian, – explicó una de las chicas.
Cabeceé, aunque me costaba utilizar a Ian – con quien nunca me había encontrado – como punto de referencia.
– Él no es apuesto.
– O agradable.
Miré a la última de las hermanas Brougham, esperando su contribución. Pero todo lo que ella hizo fue bostezar.
– ¿Cuánto tiempo se quedará?, – preguntó mi madre cortésmente.
– Dos semana, – Mrs. Brougham contestó, pero ella realmente sólo soltó: – Dos se- – antes de que una de sus hijas gritara con consternación.
– ¡Dos semanas! ¡Una quincena entera!
– Esperaba que él pudiera acompañarnos a la asamblea local, – dijo Mrs. Brougham.
Esto fue recibido por más gemidos. Debe decir que, estaba empezando a sentir cierta curiosidad sobre este compañero Charles.
Alguien que pudiera inspirar tal pavor entre las hermanas Brougham debía tener algo para tenerle en cuenta.
No, me apresuro a añadir, es que tenga aversión por las hijas Brougham. A diferencia de su hermano, a ninguna de ellas se les concedía cada capricho o deseo, y así ellas no eran nada insoportables. Pero ellas eran, como lo diría, apacibles y dóciles, y por lo tanto no son la clase natural de compañía para mí (sobre quien tales adjetivos nunca se han aplicado). Sinceramente, no creo que yo tenga ningún conocimiento alguno de ellas expresando una fuerte opinión sobre cualquier cosa. Si las cuatro detestaban a alguien mucho-bien, al menos, él debía ser interesante.
– ¿A su sobrino le gusta montar a caballo?, – mi madre preguntó.
Mrs. Broughman tenía una astuta mirada en sus ojos. – Creo que sí.
– Quizá Amanda consentiría en mostrarle la zona, – con eso mi madre sonrió con una más que atípicamente inocente y dulce sonrisa.
Quizá debo agregar que es una de las razones por la que estoy convencida que la mía es una de las mejores madres de Inglaterra, es que ella es raramente inocente y dulce. Oh, no entendáis mal, ella tiene un corazón de oro y haría cualquier cosa por su familia. Pero ella creció la quinta de una familia de ocho y puede ser maravillosamente ladina y maliciosa.
También, ella puede ser la mejor en la conversación. Confiar en mí, lo he intentado.
Así que como ella me ofreció como guía, yo no podía hacer nada sino decir sí, mientras que tres de las cuatro hermanas Brougham comenzaban a reírse disimuladamente. (La cuarta todavía parecía aburrida. Comenzaba a preguntarme si podía pasar algo malo con ella)
– Mañana, – Mrs. Brougham dijo con gran alegría. Ella aplaudió sus manos y sonrió abiertamente. – ¿Lo harás?
Otra vez, no podía decir otra cosa que sí, y eso hice, preguntado que era exactamente lo que yo acababa de consentir.
La siguiente mañana yo estaba vestida con mi mejor traje de equitación y estaba repantigada en el salón, preguntado si el misterioso Charles Brougham realmente haría su aparición. Si no lo hacía, pensé, estaría completamente dentro de su derecho. Sería grosero, por supuesto, si él rompía un compromiso asumido en su nombre por su tía, pero al mismo tiempo, no era como si él hubiera pedido ser encajado en la aristocracia local.
Juego de palabras no planeado.
Mi madre incluso no intentó negar que ella estaba planeando jugar a la casamentera. Esto me sorprendió; Pensaba que al menos ella pondría al menos una protesta débil. Pero en lugar de eso me recordó que yo me había negado a una temporada en Londres y entonces comencé a exponer sobre la falta de hombres elegibles con la edad adecuada aquí en nuestro rincón de Gloucestershire.
Le recordé que no había encontrado a su marido en Londres.
A continuación ella dijo algo que comenzó con “Sea como sea,” y entonces se apartó tan rápido y con tales giros y vueltas que yo no pude seguir una cosa de lo que ella decía.
Que estoy segura que era su intención.
Mi madre no estaba precisamente molesta porque yo hubiera dicho que no a una temporada; a ella le gustaba bastante nuestra vida en el pueblo, y Dios sabe que mi padre no podría sobrevivir en una ciudad más de una semana. Madre me llamó cruel por decirlo, pero creo que secretamente ella estaba de acuerdo conmigo-Padre podría distraerse por una planta en el parque, y nosotros nunca le encontraríamos de nuevo. (Él es un poco distraído, mi padre).
O, y confieso eso es lo más probable, el diría algo totalmente inadecuado en una fiesta. A diferencia de mi madre, mi padre no tiene el don de la conversación cortés, y ciertamente, él no ve la necesidad del doble sentido o ingeniosos giros de la frase. En lo que a él se refiere, un cuerpo debería decir lo que un cuerpo significa.
Amo a mi padre, pero está claro que él debe mantenerse alejado de la ciudad.
Yo podría haber tenido una temporada en Londres, si lo hubiese deseado. La familia de mi madre está extremadamente bien conectada. Su hermano es un vizconde, sus hermanas está casadas con un duque, un conde y un barón. Yo sería admitida en todas las más exclusivas reuniones. Pero realmente no quiero ir. No tendría ninguna libertad. Aquí puedo hacer caminatas o ir a cabalgar sola mientras que le diga a alguien donde voy. En Londres, una joven dama no puede dar un paso al frente sin una carabina.
Creo que suena terrible.
Pero regresando a mi madre. Ella no estaba preocupada porque yo haya renunciado a la temporada porque eso significaba que ella no tendría que alejarse de mi padre durante varios meses. (Ya que, como hemos decidido, él tendría que quedarse en casa). Pero al mismo tiempo estaba sinceramente preocupada por mi futuro. Con ese fin, ella había lanzado una pequeña cruzada. Si yo no iba a los caballeros elegibles, ella me los traería.
De ahí Charles Brougham.
A las dos en punto, él todavía no había llegado, y debo confesar, me estaba volviendo irritable. Era un día caluroso, o al menos tan cálido como podía ser en Gloucestershire, y mi vestido verde oscuro, que se había sentido tan elegante y alegre cuando me lo había puesto, estaba comenzando a picar.
Yo estaba empezando a marchitarme.
De alguna manera mi madre y Mrs. Brougham habían olvidado fijar una hora para la llegada de su sobrino, por lo que yo me había visto obligada a estar preparada y lista antes del mediodía.
– ¿Qué hora dirías que se marca el final de la tarde? – Pregunté, abanicándome con un periódico doblado.
– ¿Hmmm? – mi madre estaba escribiendo una carta, presumiblemente a alguno de sus muchos hermanos, y realmente no estaba escuchando. Ella lucia bastante bonita sentada allí junto a la ventana. No tengo ni idea como mi verdadera madre se vería como una mujer mayor, ya que ella no se había dignado a vivir mucho, pero Eloise no había perdido nada de su belleza. Su pelo todavía era de un rico color castaño y su piel sin arrugas. Sus ojos eran difíciles de describir, bastante cambiantes de color, en realidad.