– Sólo pensando, – contesté.
Él movió su cabeza, después apoyó sus codos sobre sus muslos y miró al cielo. – ¿Alguna estrella fugaz esta noche?
Sacudí mi cabeza aunque él no estaba mirándome. – No.
– ¿Necesitas una?
Me sonreí a mí misma. El preguntaba si tenía algún deseo que quisiera realizar. Solíamos desear sobre las estrellas juntos todo el tiempo cuando yo era más pequeña, pero de alguna manera lo habíamos convertido en un hábito.
– No, – dije. Me sentía introspectiva, pensaba en Charles y me preguntaba lo que significaba que había pasado toda la tarde con él y ahora no podía esperar a verle mañana otra vez. Pero no sentía como si yo necesitara que me concedieran un deseo. Por lo menos, todavía no.
– Yo siempre tengo deseos, – él comentó.
– ¿Los tienes?, – me giré hacia él, mi cabeza inclinada hacia un lado hasta observar su perfil. Sé que el había sido terriblemente infeliz antes de que hubiera encontrado a mi actual madre, pero de eso hacia mucho tiempo. Si un hombre tenía una vida feliz y satisfecha, ese era él.
– ¿Qué es lo que deseas?, – pregunté.
– La felicidad y la salud de mis niños, ante todo.
– Eso no cuenta, – dije, sintiéndome a mi misma sonreír.
– Oh, ¿no me crees? – Él me miró, había más que un toque de diversión en sus ojos. – Te lo aseguro, es la primera cosa que yo pienso en la mañana y la última antes de acostarme.
– ¿De verdad?
– Tengo cinco hijos, Amanda, y cada uno de ellos está sano y fuerte. Y hasta donde yo sé, todos son felices. Es probablemente una suerte tonta que todos vosotros hayáis salido tan bien, pero no voy a tentar al destino deseando algo más.
Pensé en ello durante un momento. Nunca se me había ocurrido desear algo que ya tenía. – ¿Da miedo ser padre?, – pregunté.
– Lo más aterrador en el mundo.
No sé que pensaba que era lo que él podía decirme, pero no era eso. Pero entonces comprendí-él me estaba hablando como un adulto. No sé si lo había hecho antes realmente. Él seguía siendo mi padre, y yo seguía siendo su hija, pero yo había cruzado cierto umbral misterioso.
Era como estar emocionada y triste al mismo tiempo.
Nos sentamos juntos durante algunos minutos más, señalando las constelaciones y sin hablar de nada importante. Y entonces, en el momento en el que iba a irme dentro, él dijo, – Tu madre me ha dicho que tuviste la visita de un caballero esta tarde.
– Y de sus cuatro primas, – bromeé.
Me miró con las cejas arqueadas, una silenciosa reprimenda por echar luz sobre el asunto.
– Si, – dije. – La tuve.
– ¿Te gusta?
– Si. – Sentí crecer una pequeña luz, como si burbujeara en mi interior. – Lo hace.
Él digirió esto, luego dijo, – Voy a tener que conseguir un palo muy largo.
– ¿Qué?
– Yo solía decirle a tu madre que cuando fueras lo bastante mayor para ser cortejada, iba a tener que golpear lejos a los caballeros.
Había algo más dulce que eso. – ¿De verdad?
– Bueno, no cuando eras muy pequeña. Entonces eras tal pesadilla que me desesperaba que alguna vez alguien te quisiera.
– ¡Padre!
Él se rio entre dientes. – No digas que no sabes que es verdad.
No podía contradecirle.
– Pero cuando fuiste un poquito más mayor, y comencé a ver las primeras indirectas de la mujer en la que te convertirías… – Suspiró. – ¡Dios mío!, si es que ser padre es aterrador…
– ¿Y ahora?
Él pensó en esto durante un momento. – Supongo que ahora sólo puedo esperar que te crié lo bastante bien para tomar decisiones sensatas. – Hizo una pausa. – Y, por supuesto, si alguien piensa en maltratarte, todavía podré tener ese palo.
Sonreí, entonces me moví ligeramente, de manera que podía apoyar mi cabeza en su hombro. – Te quiero, Padre.
– Yo también te quiero, Amanda. – Se giró y me besó en lo alto de la cabeza. – También te quiero.
Por cierto, me casé con Charles, y mi padre nunca tuvo que blandir un bastón. La boda se celebró seis meses después, después de un noviazgo apropiado y un compromiso ligeramente incorrecto. Pero estoy realmente segura de no poner por escrito ninguno de los acontecimientos que hicieron mi compromiso impropio.
Mi madre insistió en una charla prematrimonial, que se llevó a cabo la noche antes de la boda, momento en el cual la información no era exactamente oportuna, pero no dejé que se notara. Sin embargo, tuve la impresión de que ella y mi padre podrían haberse anticipado a sus votos de matrimonio. Yo me sorprendí. Atónita. Me parece algo impropio de ellos. Ahora que he experimentado los aspectos físicos del amor, el mero pensamiento de mis padres…
Es demasiado para soportarlo.
La casa de la familia de Charles está en Dorset, muy cerca del mar, pero como su padre está todavía muy vivo, nosotros hemos alquilado una casa en Somerset, a medio camino entre su familia y la mía. Él tiene aversión a la ciudad tanto como yo. Está pesando en comenzar un programa de cría de caballos, y esta es la cosa más rara, pero aparentemente el cultivo de plantas y la crianza de animales no son completamente distintos. Él y mi padre se han hecho grandes amigos, lo que es encantador, excepto que ahora mi padre nos visita frecuentemente.
Nuestro nuevo hogar no es grande, y todos los dormitorios están cerca unos de otros. Charles ha inventado un nuevo juego, – Mira como de silenciosa puede ser Amanda.
Luego él procede a hacerme todo tipo de travesuras- ¡todo mientras mi padre duerme al otro lado del pasillo!
Es un demonio, pero le adoro. No lo puedo remediar. Especialmente, cuando él…
Oh, esperar, no voy a poner todas esas cosas por escrito, ¿verdad?
Solo se que estoy sonriendo ampliamente mientras lo recuerdo.
Y esto no fue tratado en la charla prematrimonial de mi madre.
Supongo que debo admitir que anoche perdí el juego. No fui silenciosa en absoluto.
Mi padre no dijo una palabra. Pero él salió algo inesperadamente esta tarde, citando una cierta clase de emergencia botánica.
No sabia que las plantas tuvieran emergencias, pero tan pronto como él se fue, Charles insistió en inspeccionar nuestras rosas por algo de lo que mi padre había dicho sobre las suyas.
Salvo que por alguna razón él deseó examinar las rosas que estaban cortadas y arregladas ya en un florero de nuestro dormitorio.
– Vamos a jugar a un nuevo juego, – susurró en mi oído. – Ver como de ruidosa puede ser Amanda.
– ¿Qué tengo que hacer para ganar?, – pregunté. – ¿Y cuál es el premio?
Puedo ser absolutamente competitiva, y también él, pero pienso que es seguro decir que ambos ganamos esta vez.
Y el premio fue precioso, por cierto.
Julia Quinn