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Le dio la vuelta y leyó:

5, Bruton Street

Londres

Señor Phillip Crane:

Le escribo para expresarle mis condolencias por la pérdida de su esposa, mi querida prima Marina. Aunque han pasado muchos años desde la última vez que la vi, guardo un gran recuerdo de ella y me entristeció mucho la noticia de su fallecimiento.

Por favor, no dude en escribirme si puedo hacer algo para aliviar su dolor en estos difíciles momentos.

Sinceramente,

Señorita Eloise Bridgerton

Phillip se frotó los ojos. Bridgerton… Bridgerton. ¿Marina tenía primos apellidados Bridgerton? Debía tenerlos, porque una le había escrito una nota.

Suspiró y se sorprendió a sí mismo cogiendo la estilográfica y una hoja de papel. Desde la muerte de Marina, había recibido muy pocas cartas de condolencias. Al parecer, la mayoría de su familia y amigos se habían olvidado de ella desde su matrimonio. No debería estar molesto, ni preocupado. Apenas salía de su habitación, así que era fácil olvidarse de alguien a quien nunca se veía.

La señorita Bridgerton se merecía una respuesta. Era una muestra de educación y, aunque no lo fuera, y Phillip estaba seguro de que no conocía el protocolo a seguir cuando uno se quedaba viudo, parecía lo más correcto.

Así pues, respirando hondo, empezó a escribir.

Capítulo 1

Mayo, 1824

En algún punto entre Londres y Gloucestershire

En mitad de la noche

Querida señorita Bridgerton:

Muchas gracias por su amable nota después de la pérdida de mi mujer. Ha sido muy considerada al escribirle a un caballero al que ni siquiera conoce. Como muestra de mi agradecimiento, le ofrezco esta flor prensada. Sólo es una cariofilácea silvestre roja (Silene dioica), pero ilumina los campos de Gloucestershire y, de hecho, este año parece que ha llegado con antelación.

Era la flor preferida de Marina.

Sinceramente,

Sir Phillip Crane

Eloise Bridgerton aplanó aquella carta tan culta en su regazo. Apenas había luz para leer, a pesar del brillo de la luna llena que entraba por la ventana del carruaje, pero no importaba. Se la sabía de memoria y la delicada flor que, de hecho era más rosa que roja, estaba cuidadosamente colocada entre dos hojas de un libro que había cogido de la biblioteca de su hermano.

No le había sorprendido en absoluto la respuesta de sir Phillip. Así lo dictaban los buenos modales, aunque incluso su madre, la máxima institución en lo relativo a los buenos modales, decía que Eloise se tomaba su correspondencia demasiado en serio.

Era habitual que las damas de la clase social de Eloise se pasaran varias horas a la semana escribiendo cartas, pero Eloise ya hacía mucho que había adquirido el hábito de hacerlo, pero cada día. Le encantaba escribir notas, sobre todo a gente a la que hacía mucho que no veía (siempre le había gustado imaginarse su sorpresa cuando abrieran el sobre), así que acudía al papel y a la pluma con motivo de cualquier ocasión, ya fueran nacimientos, muertes o cualquier otra fecha señalada que requiriera una felicitación o una condolencia.

No sabía por qué seguía enviando cartas, sólo sabía que se pasaba mucho tiempo escribiendo cartas a cualquiera de sus hermanos que no estuvieran en Londres en ese momento y, una vez en el escritorio, no le importaba escribirle una pequeña nota a algún pariente lejano.

Y a pesar de que todo el mundo le enviaba una pequeña nota en respuesta, porque era una Bridgerton, claro, y nadie quería ofender a una Bridgerton, nunca nadie le había enviado un regalo, aunque fuera algo tan sencillo como una flor prensada.

Eloise cerró los ojos y recordó los delicados pétalos rosa. Era difícil imaginarse a un hombre cortando y cuidando una flor tan delicada. Sus cuatro hermanos eran hombres altos y fuertes, de hombros anchos y manos grandes y, seguramente, la habrían destrozado en un abrir y cerrar de ojos.

La respuesta de sir Phillip la había dejado muy intrigada, sobre todo por el uso del latín, e inmediatamente le había contestado.

Querido sir Phillip:

Muchísimas gracias por la preciosa flor prensada. Cuando asomó sus bellos pétalos por el sobre fue una sorpresa encantadora. Y también un perfecto recuerdo para mi querida Marina.

Sin embargo, no pude evitar fijarme en su habilidad con la nomenclatura en latín de la flor. ¿Es botánico?

Afectuosamente,

Señorita Eloise Bridgerton

Lo de acabar la carta con una pregunta no había sido casualidad. Ahora el pobre tendría que contestarle.

Y no la decepcionó. Al cabo de diez días, Eloise recibió su respuesta.

Querida señorita Bridgerton:

En realidad, sí. Soy botánico. Estudié en Cambridge, aunque en la actualidad no estoy en contacto con la universidad ni con ningún grupo de científicos. Realizo mis propios experimentos aquí, en Romney Hall, en mi propio invernadero.

¿A usted también le interesa la ciencia?

Afectuosamente,

Sir Phillip Crane

Había algo emocionante en las cartas; quizás era descubrir que alguien que no la conocía parecía más que dispuesto a mantener un diálogo escrito con ella. Fuera lo que fuera, Eloise le respondió de inmediato.

Querido sir Phillip:

Cielo santo, no. No estoy en absoluto relacionada con la ciencia, aunque las matemáticas se me dan bastante bien. Me interesan más las humanidades; se habrá dado cuenta que me encanta mantener contacto por correspondencia.

Su amiga,

Eloise Bridgerton

Había dudado un poco a la hora de cerrar la carta con aquella firma informal, pero al final decidió lanzarse. Estaba claro que sir Phillip estaba disfrutando de la correspondencia tanto como ella porque, si no, no habría terminado la nota con una pregunta, ¿verdad?

Su respuesta llegó a las dos semanas.

Mi querida señorita Bridgerton:

Sí que se ha convertido en una amistad, ¿no cree? Le confieso que, aquí en el campo, estoy un poco solo y, si uno no puede tener una cara sonriente enfrente cuando baja a desayunar, al menos le queda una amistosa carta, ¿no está de acuerdo?

Le envío otra flor, un geranium pratense.

Saludos cordiales,

Phillip Crane

Eloise recordaba perfectamente ese día. Estaba en la silla que se hallaba junto a la ventana de su habitación y se había quedado mirando la flor prensada una eternidad. ¿Estaba intentando cortejarla? ¿Por carta?

Y entonces, un día, recibió una carta un poco distinta a las demás.

Mi querida señorita Bridgerton:

Ya llevamos un tiempo manteniendo correspondencia y, aunque no nos hemos presentado formalmente, siento que la conozco. Y espero que usted sienta lo mismo.

Ruego disculpe mi atrevimiento, pero le escribo para invitarla a visitarme, aquí en Romney Hall. Espero que, después de un tiempo prudencial, podamos adaptarnos bien el uno al otro y acepte ser mi esposa.

Por supuesto, cuando llegue tendrá una dama de compañía. Empezaré a arreglarlo todo para que la tía de mi difunta mujer se instale en Romney Hall una temporada.

Espero que considere mi proposición.

Suyo, como siempre,

Phillip Crane

Cuando acabó de leerla, la guardó en un cajón de inmediato, sin entender lo que le pedía. ¿Pretendía casarse con alguien a quien ni siquiera conocía?

No, bueno, eso no era del todo cierto. Se conocían. Se habían dicho más cosas por carta en un año de lo que muchos matrimonios conversaban a lo largo de su vida en común.