– Bien -respondió ella.
– ¿Tienes hambre?
– No.
– ¿Estás contenta?
– No por ti.
Anthony miró a Phillip.
– Normalmente es más habladora.
Phillip se preguntó si Eloise sería capaz de pegarle a su hermano. Era lo que se merecía.
El lacayo dejó caer la bandeja en la mesa haciendo más ruido de lo normal y, aunque se disculpó, Anthony le dijo que no pasaba nada, que ni el mismísimo Hércules sería capaz de transportar toda la comida que Colin podía engullir.
Los hermanos Bridgerton se sirvieron ellos mismos y luego Anthony se giró hacia Eloise y Phillip y dijo:
– Los dos parecéis muy en sintonía.
Eloise lo miró sin esconder la hostilidad que sentía hacia él.
– ¿Ah, sí? ¿Y cuándo te has dado cuenta?
– Lo he visto enseguida -dijo, encogiéndose de hombros. Miró a Phillip-. Ha sido por la pelea. Las mejores parejas siempre discuten.
– Me alegra saberlo -murmuró Phillip.
– Mi mujer y yo solemos tener conversaciones similares aunque siempre acaba dándome la razón -dijo Anthony, tranquilamente.
Eloise lo atravesó con la mirada.
– Por supuesto, la versión de mi mujer es totalmente distinta -añadió, encogiendo los hombros otra vez-. Le dejo creer que soy yo el que le da la razón a ella. -Miró a Phillip y sonrió-. Así es más fácil.
Phillip miró a Eloise. Por lo visto, estaba haciendo un gran esfuerzo por contenerse.
– ¿Cuándo ha llegado? -le preguntó Anthony.
– Hace unos minutos -respondió Phillip.
– Sí -dijo Eloise-. Y me ha propuesto matrimonio. Supongo que te alegrará saberlo.
Phillip, sorprendido por el repentino anuncio, empezó a toser.
– ¿Disculpe?
Eloise se giró hacia Anthony y dijo:
– Ha dicho: “Tendremos que casarnos”.
– Bueno, y tiene razón -respondió Anthony, mirándola fijamente-. Tenéis que casaros. Y debo felicitarlo por coger el toro por los cuernos. Creía que tú, más que nadie, eras partidaria de ser directo y de decir las cosas a la cara.
– ¿Alguien quiere un bollo? -preguntó Colin-. ¿No? Mejor, más para mí.
Anthony miró a Phillip y dijo:
– Está un poco alterada porque odia que le den órdenes. En unos días, estará bien.
– Estoy bien -gruñó Eloise.
– Sí, claro -murmuró Anthony-. Tienes toda la pinta de estar bien.
– ¿No tienes que estar en otra parte? -le preguntó Eloise entre dientes.
– Una pregunta muy interesante -respondió su hermano-. Cualquiera diría que debería estar en Londres, con mi mujer y mis hijos. De hecho, si tuviera que estar en otra parte, supongo que sería con ellos en casa. Sin embargo, por extraño que suene, estoy aquí. En Wiltshire. Donde, cuando hace tres días me desperté en mi espléndida cama de Londres, jamás pensé que estaría. -Forzó una sonrisa-. ¿Alguna otra pregunta?
Eloise no dijo nada.
Anthony le dio un sobre.
– Ha llegado esto para ti.
Eloise miró el sobre y Phillip vio que había reconocido la letra enseguida.
– Es de mamá -le dijo Anthony, aunque estaba claro que ella ya lo sabía.
– ¿Quiere leerla? -le preguntó Phillip.
Eloise negó con la cabeza.
– Ahora no.
Y él supo que quería decir: “Delante de mis hermanos, no”.
Y entonces, de repente, Phillip supo exactamente qué tenía que hacer.
– Lord Bridgerton -le dijo a Anthony, poniéndose en pie-. ¿Me permite hablar a solas con su hermana un momento?
– Acaba de hablar a solas con ella -dijo Colin, entre dos bocados de bacon.
Phillip lo ignoró.
– ¿Milord?
– Por supuesto -dijo Anthony-. Si ella está de acuerdo.
Phillip cogió a Eloise de la mano y la puso en pie.
– Está de acuerdo -dijo él.
– Mmm -intervino Colin-. Sí, parece que está muy de acuerdo.
En ese instante, Phillip decidió que todos los Bridgerton necesitaban bozales.
– Venga conmigo -le dijo a Eloise, antes de que ella empezara a discutir.
Y lo haría, seguro, porque era Eloise y, si veía la posibilidad de una discusión, era incapaz de sonreír y hacer caso.
– ¿Adónde vamos? -dijo ella, cuando estaban lejos de su familia y él la estaba arrastrando por el jardín, sin darse cuenta de que prácticamente tenía que correr para seguirle el paso.
– No lo sé.
– ¿No lo sabe?
Phillip se detuvo en seco y Eloise chocó contra él. Fue bastante agradable, la verdad. Pudo notar toda su silueta, desde los pechos hasta los muslos, aunque ella recuperó la compostura enseguida y se separó antes de que él pudiera saborear el momento.
– Es la primera vez que estoy en esta casa -dijo, explicándoselo como si fuera una niña pequeña-. Tendría que ser adivino para saber adónde voy.
– Ah -dijo ella-. Entonces, siga adelante.
Se dirigió hacia la casa y entró por una puerta lateral.
– ¿Adónde lleva esta puerta? -le preguntó.
– Adentro -respondió ella.
Phillip la miró con sarcasmo.
– Es el despacho de Sophie, y da al pasillo -explicó Eloise.
– ¿Y Sophie está en su despacho?
– Lo dudo. ¿No había ido a buscarle un vaso de limonada?
– Bien. -Abrió la puerta, dando las gracias de que no estuviera cerrada, y se asomó. No había nadie, pero la puerta que daba al pasillo estaba abierta, así que cruzó la habitación y la cerró. Cuando se giró, vio que Eloise seguía en la otra puerta, observándolo con una mezcla de curiosidad y diversión.
– Cierra la puerta -le ordenó.
Eloise arqueó las cejas.
– ¿Perdón?
– Que cierres la puerta. -No solía usar ese tono de voz pero, después de un año de incertidumbres, de sentirse perdido en las corrientes de su vida, por fin lo tenía todo bajo control.
Y sabía perfectamente lo que quería.
– Eloise, cierra la puerta -le dijo, en voz baja, caminando despacio hacia ella.
Eloise abrió los ojos como platos.
– ¿Phillip? -dijo, en un suspiro-. Yo…
– No digas nada -dijo él-. Sólo cierra la puerta.
Sin embargo, estaba allí inmóvil, mirándolo como si no lo conociera. Que, en realidad, era verdad. Demonios, ni siquiera él estaba seguro de conocerse, en ese mismo momento.
– Phillip, ¿qué…?
Él llegó hasta la puerta y la cerró, con llave.
– ¿Qué estás haciendo? -preguntó ella.
– Estabas preocupada por si no nos adaptábamos bien -le dijo él.
Ella abrió la boca.
Phillip se le acercó.
– Creo que ha llegado la hora que te demuestre que no tienes por qué preocuparte.
Capítulo 12
“… ¿y cómo sabías que Simon y tú estabais hechos el uno para el otro? Porque te juro que no he conocido a ningún hombre que me haya hecho pensar eso, y ya son tres largas temporadas como casadera.”
Eloise Bridgerton a su hermana
la duquesa de Hastings, después de rechazar
la tercera propuesta de matrimonio.
Eloise apenas tuvo tiempo de respirar antes que la boca de Phillip invadiera la suya. Y tuvo suerte de haberlo hecho porque no parecía que tuviera ninguna intención de soltarla hasta, no sé, el próximo milenio.
Sin embargo, entonces, y de manera bastante brusca, se separó de ella y le tomó la cara entre sus enormes manos. Y la miró.
Sencillamente, la miró.
– ¿Qué? -preguntó ella, a quien incomodaba bastante aquel escrutinio. Sabía que la consideraban atractiva, pero no era una de aquellas bellezas increíbles, y él la estaba mirando como si quisiera memorizar cada facción.
– Quería mirarte -le susurró él. Le acarició la mejilla y luego le pasó el pulgar por la línea de la mandíbula-. Siempre te estás moviendo y nunca consigo mirarte.
Eloise notó cómo le temblaban las piernas y se le abría la boca, pero no podía hacer nada para moverse; al parecer, sólo podía mirar a Phillip a los ojos.