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Cabía presumir que Phillip se había distraído, quizá por causa de Allyson, y que tal vez, después de todo, había sido él quien provocó el accidente.

Sin embargo, ninguna hipótesis podía darse por cierta.

Page seguía pensando obsesivamente en el estado de Allyson, en la necesidad que tenía de ver a su niña.

Transcurrió una hora antes de que la enfermera fuera a buscarla.

Finalmente, los neurocirujanos estaban listos para recibirla.

– ¿Podré ver a Allyson? -La verá enseguida, señora Clarke, pero antes los médicos desean reunirse con usted para explicarle la situación.

Al menos había algo que explicar.

Cuando Page se levantó Tr'ygve la estudió con expresión preocupada.

Era un buen vecino, se habían encontrado en decenas de eventos escolares entrenamientos y algún que otro picnic y aunque no eran amigos personales a ella siempre le cayó simpático, amén de que sus hijas se convirtieron en uñá y carne desde el día mismo en que los Clarke se mudaron al condado de Marín.

– ¿Quieres que te acompañe? Page titubeó, y luego dijo que sí.

Estaba aterrorizada por lo que podían decirle, y más aún por el encuentro con su hija.

Ansiaba verla más que nada en la vida, pero temía no saber afrontar la cruda realidad.

¿De veras no te molesta? -susurró un poco avergonzada mientras se encaminaban hacia el lugar donde les aguardaba el equipo de neurocirugía.

– De veras -dijo Trygve, y aceleraron la marcha.

Avanzando juntos por los largos pasillos del hospital, ambos tan rubios y tan escandinavos, parecían hermanos.

Thorensen era un hombre atractivo, sano, de constitución robusta y amables maneras.

Era fácil congeniar con él.

Page se sentía muy cómoda a su lado.

Eran compañeros de desdichas.

La puerta de la sala se les antojó amenazadora, pero la empujaron sin vacilar y vieron, sentados en torno a una mesa ovalada, a tres hombres con mascarillas y batas asépticas.

Las mascarillas descansaban alrededor del cuello, y Page advirtió con estremecimiento una mancha de sangre en la bata de uno de ellos.

Rezó para que no fuera de su hija.

¿ Cómo está? -Aquello era lo único que quería saber.

Sin embargo, la respuesta no era tan sencilla como la pregunta.

– Está viva, señora Clarke.

Es una chica fuerte.

Ha soportado un golpe terrible.

Muchas personas ya se habrían rendido.

Pero ella resiste, y esperamos que esa resistencia sea una buena señal.

No obstante, queda un arduo camino por recorrer.

"Presenta básicamente dos lesiones, cada una con sus complicaciones inherentes.

La primera ocurrió en el instante del impacto.

Su cerebro sufrió una conmoción contra la masa craneal y, por expresarlo en términos comunes, recibió una serie de brutales sacudidas.

Las fibras nerviosas se distendieron y en venas y arterias se produjeron fisuras.

Todo ello podría causar daños irreparables.

"La segunda lesión es más aparatosa que la otra, pero no necesariamente peor.

Se trata de una honda fisura allí donde se abrió el cráneo y se fracturó el hueso.

Ahora mismo tiene el cerebro al descubierto en esa zona, probablemente como consecuencia de haberse golpeado con algún objeto metálico después de la colisión.

Mientras escuchaba, Page emitió unos gemidos ahogados, desgarradores, y aferró instintivamente la mano de Trygve, Sentía náuseas al pensar en lo que acababan de decirle, pero estaba decidida a no desmayarse ni vomitar.

Tenía que asimilar cada palabra.

– No obstante, existe una posibilidad -continuó el cirujano jefe.

Era muy desagradable, pero no había otro remedio que explicarlo.

Aquellas personas tenían derecho a saber cómo estaba su hija (había dado por sentado que Trygve era el padre de Allyson)-.

Cabe esperar que la región adyacente a la herida esté intacta.

Con frecuencia, los grandes cortes en la cabeza tienen secuelas mínimas a largo plazo.

Es la primera lesión la que nos inquieta y, naturalmente, las complicaciones que pueden surgir de ambas.

Su hija ha perdido mucha sangre y su tensión arterial ha bajado en picado.

La hemorragia la ha debilitado considerablemente.

Además, el suministro de oxígeno al cerebro ha disminuido en una proporción que ignoramos, y que podría tener resultados catastróficos…

o muy leves.

El tiempo lo dirá.

Ahora, lo primordial es llevarla al quirófano.

Debemos levantar el hueso que se ha aplastado; de ese modo suavizaremos la presión.

Hay que tratar la herida.

Y es preciso atender también las lesiones de las cuencas oculares.

El golpe ha sido tan tremendo, que si no intervenimos podría quedarse ciega.

"Además, hay que prevenir otros problemas: la infección y las dificultades respiratorias.

Suelen acompañar este tipo de heridas, pero si no se cuidan podrían resultar irreversibles.

Mantenemos el tubo traqueal que introdujeron los enfermeros de la ambulancia, y desde su ingreso ha estado conectada a una unidad de respiración asistida.

Hemos realizado una exploración radiológica que nos ha proporcionado información muy valiosa.

El cirujano jefe miró a Page, que tenía los ojos fijos en él, y de pronto se preguntó si le había entendido.

Se la veía completamente abstraída, y el padre no parecía mucho más alerta.

De todas maneras decidió dirigirse al hombre, dado el aparente estupor de la señora Clarke.

– ¿He hablado lo bastante claro, señor Clarke? -inquirió con tono pausado y frío, profesional.

– No soy el señor Clarke -gimió Trygve, tan abatido como Page por lo que acababa de oír-.

Soy un amigo de la familia.

– Oh, perdón.

– El cirujano jefe se sintió desconcertado-.

¿Me ha comprendido, señora Clarke? -No estoy muy segura, doctor.

Veamos.

Lo que tiene mi hija son básicamente dos heridas, una conmoción interna del cerebro y una herida abierta de resultas de una fractura en el cráneo.

A consecuencia de ellas podría morir, podría sufrir daños cerebrales permanentes o podría perder la visión.

¿Es eso? -recapituló Page con los ojos anegados en llanto-.

¿Le he entendido bien? -Más o menos.

Nuestro siguiente paso tras la operación será descartar lo que llamamos tercera lesión.

Podría haber también segundas lesiones, pero su hija las evitó gracias al cinturón de seguridad.

Con tercera lesión nos referimos a una inflamación aguda del cerebro, embolia, coágulos de sangre y contusiones serias.

Estos males retardados tienen efectos devastadores.

No es probable que aparezcan hasta veinticuatro horas después del accidente, así que son difíciles de predecir.

Page preguntó lo que había tenido a flor de labios casi desde el principio, pero que no había expuesto por miedo a la respuesta: ¿Hay alguna probabilidad de que se recupere del todo, de que vuelva a ser normal? ¿Es posible, a pesar de lo ocurrido? -Sí, es posible, en el bien entendido de que hay distintos grados de normalidad.

Su sistema motriz podría quedar resentido temporal o indefinidamente, con una incapacidad quizá superficial o quizá absoluta.

También pueden verse afectados sus procesos mentales, o incluso cambiar de carácter.

Pero en conjunto, si tiene muchísima suerte o si se obra en ella un pequeño milagro, tal vez vuelva a ser la misma de antes.

Por el tono del cirujano, Page tuvo la sensación de que no lo juzgaba muy factible.

¿Personalmente cree usted que será así? -No quería extralimitarse, pero tenía que saberlo.

– No.

Considero muy improbable que unos traumatismos de esta envergadura desaparezcan sin dejar una huella perdurable.

Pero creo que, si todo va bien, el daño podría resultar relativamente menor…

Insisto, si somos afortunados y todo sale bien.

No voy a hacerle promesas, señora Clarke.