– Lo sé -convino él con voz solemne.
Lo había aquilatado muy bien y preveía que sería difícil, además de frustrante para su hija.
Ahora que pisaba su propio territorio, Chloe esperaba recuperar su antigua libertad, ir y venir a su antojo.
No obstante, un traslado de escenario no era un hechizo mágico.
La esperaba un camino largo y espinoso antes de reanudar la vida fácil que recordaba-.
He contratado a una persona para que venga unas horas al día y yo pueda salir o hacer mi trabajo, y Bjorn es también un colaborador genial, pero costará un tiempo reajustarse.
No creo que Chloe se lo haya planteado durante su estancia en el hospital.
Yo, sí.
– Trygve sonrió.
Page pensó una vez más cuánto le admiraba y lo estupendo que era.
Todos buscaban su apoyo, incluida ella.
Se fue con Andy al caer la tarde y tuvieron una apacible velada.
Alquilaron películas de vídeo, comieron palomitas de maíz y durmieron en la misma cama, después de que Page preparase al niño su cena preferida.
El lunes era la Fiesta de los Caídos, un homenaje a los soldados muertos en combate.
Trygve había organizado una barbacoa en su casa e invitado a cuatro o cinco amigos de Chloe, entre ellos el omnipresente Jamie Applegate, y también, icómo no!, a Page y Andy.
– Son buenos chicos -dijo Trygve, sentándose al lado de Page con un vaso de vino en la mano y el delantal aún puesto.
Parecía cansado.
Se había pasado media noche en vela a causa de Chloe.
– Sí que lo son, y están todos pletóricos por tener a Chloe ya de vuelta.
Page observó a los jóvenes, y sintió pena de que Allie no estuviese allí.
Ver a Chloe le resultaba una experiencia agridulce, y Trygve lo sabía.
– ¡Qué trance hemos vivido! -exclamó Thorensen y suspiró-.
Hay momentos en que creo que ninguno de nosotros volverá a ser el mismo.
Ni uno solo de los afectados ha quedado intacto.
– Y, menos que nadie, Phillip y Allie¿Cómo te van las cosas? -preguntó con una afable sonrisa.
Apenas la había visto en las dos semanas que llevaba separada de Brad.
La había añorado terriblemente, pero sabía lo traumático que había sido el abandono de Brad y quería darle tiempo para que se adaptase.
Ella lo había comprendido y apreciaba aquel gesto, aunque también echaba de menos su estimulante compañía, la calidez de su amistad y de sus sentimientos.
Trygve estaba siempre alerta a sus necesidades, sin que ella tuviera que decirle nada.
– No van mal -contestó con entereza, aunque había sido más arduo de lo que esperaba.
– Te he echado de menos -repuso Trygve y la miró a los ojos.
– Y yo a ti.
No me figuraba que las rupturas pudieran generar tanta tristeza, tanta nostalgia.
Claro que, en algunos aspectos, también ha sido un descanso.
Al final el ambiente se había enrarecido tanto que vivía en una constante zozobra.
La paz de ahora es mejor, aunque también duele.
En ciertos momentos me siento renovada, valiente, pero en otros estoy…
– Page buscó el término exactodesamparada.
– Había pasado mucho tiempo casada y no se habituaba a vivir sola.
– No estás desamparada y no has perdido ninguna protec ción.
Siempre fuiste tú, no Brad, quien veló por la unión de la familia.
Era cierto, y Page había empezado a entenderlo.
Clarke apenas se había acercado al hospital en aquellas dos semanas.
Sólo había ido dos o tres veces.
Por lo menos, todavía se responsabilizaba de Andy.
– Sí, lo sé.
¡Qué desconcertante es todo! Después de dieciséis años, tienes que retroceder al punto de partida, y aparte del marido te faltan algunas toallas, varias piezas de plata y la tostadora buena.
Page esbozó una sonrisa irónica.
El problema era más grave que disputarse cuatro objetos, pero le fastidiaba que Clarke se los hubiera quitado.
– Da mucha rabia, cverdad? -dijo Trygve-.
Dana repartió nuestras pertenencias con un rigor matemático.
Se llevó una de dos lámparas gemelas y la mitad exacta de las sillas de la cocina, las ollas, las sartenes y la cristalería.
Me lo dejó todo desparejado, y reniego cada vez que hago una tortilla o que tengo invitados a cenar, porque casi todo ha volado a Inglaterra.
– Mi caso es similar -repuso Page entre la risa y la acritud-.
Al principio, Brad dijo que no quería nada.
Ahora resulta que Stephanie está peor equipada de lo que él imaginaba.
Casi todos los días llego a casa y descubro que ha desaparecido algo, y en su lugar hay una nota explicándome que se lo queda nna cuenta de su lote".
No sé cómo se lo monta, pero siempre hace las rapiñas en mi ausencia.
Ayer mismo se llevó la mitad de una cubertería de plata que me había obsequiado mi madre.
– Ve con cuidado.
Estas pequeñeces suelen enturbiarlo todo.
– No lo pongo en duda.
Manoplas, cazos de cocina, esquís…
Es apabullante cómo se va reduciendo el campo.
¡Cuánta mediocridad! Es un mercadillo de compraventa de emociones.
Thorensen rió, pero la imagen no podía ser más justa.
A continuación hizo una pregunta que no se había decidido a formular: -¿Qué vais a hacer en vacaciones? -¿Vacaciones? ¡Oh, Dios, ya no me acordaba de que esta semana entramos en junio! No lo sé.
En todo caso, no pienso dejar a Allie.
¿Y si no hay cambios para entonces? ¿No crees que podrías marcharte a algún lugar cercano? -Trygve estudió a su amiga expectante.
Ella sonrió.
Le había planteado una cuestión crucial.
¿Y si Allie no reaccionaba? ¿Se ausentaría unos días? ¿Tendría arrestos para hacerlo? ¿Emprendería una nueva vida sobre el supuesto de que su hija podía quedar en coma indefinidamente? -¿Qué se te había ocurrido? -preguntó cautelosa, con el pensamiento centrado en su hija.
– Que podríamos pasar un par de semanas en el lago Tahoe.
Solemos ir todos los años y Bjorn disfrutaría mucho si pudiese jugar con Andy.
– Trygve apartó la mirada…
para volver a posarla en Page-.
A mí también me haría muy feliz tenerte a mi lado.
– Me agrada la propuesta -musitó Page-.
Ya veremos.
Todo dependerá de cómo esté Allyson en el momento de marchar.
Por cierto, ¿cuándo será? En agosto.
– Todavía faltan dos meses.
La situación puede dar un giro espectacular: o habrá empezado a progresar, o se estancará en un coma permanente.
– Piénsalo -dijo Thorensen, mirando a su amiga con unos ojos que hablaban por sí mismos.
– Lo haré.
Sus manos se enlazaron en un breve contacto y toda la electricidad que llevaban contenida emergió a la superficie.
Durante el trauma de la separación, Trygve se había abstenido para no confortar ni confundir a Page, pero la había echado en falta terriblemente.
Los Clarke se fueron tarde.
Andy se durmió en el trayecto de vuelta, había tenido un buen fin de semana.
Trygve telefoneó a Page después de acostar a su hijo y tenderse sola en el lecho conyugal.
– Te echo de menos -dijo él.
Ella esbozó una tenue son risa.
Ahora que Chloe había dejado el hospital no se verían tan a menudo, salvo que él fuese expresamente a visitarla al hospital.
Conocía bien sus horarios-.
Te añoro a cada momento -insistió Trygve, con voz profunda y sensual.
En aquella etapa, Page procuraba no pensar demasiado en él.
Deseaba tomarse un tiempo para llorar sobre las cenizas de su matrimonio, aunque también se resentía de la distancia de Thorensen.
Era un buen amigo, un hombre atractivo y una compañía amena-.
¿Cuándo nos veremos? No vamos a pasarnos toda la vida en la sala de espera de la UCI.
– Ambos recordaban las infinitas horas y los besos que habían intercambiado en aquel recinto.