– Preferiría anotar otros regalos en mi lista navideña -comentó Page con sarcasmo.
Levantó la vista hacia Clarke, respiró hondo y prometió-.
Mañana mismo llamaré a mi abogado.
– Te lo agradezco mucho.
– Brad titubeó, como si quisiera decir algo más pero no supiera por dónde empezar-.
Lo siento, Page.
– No más que yo -masculló ella.
Tocó la mano de Brad y entró de nuevo en la UCI.
Aquel día, Allie permaneció inmóvil, sin exhalar gemidos ni murmullos.
Era como si presintiera que su madre estaba deprimida y quisiera dejarla en paz.
De todos modos, Page hizo su guardia cotidiana.
Por la noche, tras acostar a Andy, ni siquiera telefoneó a Trygve.
Necesitaba dar el último adiós a Brad antes de encarar el futuro.
Al día siguiente estaba más tranquila, y deseando hablar con Thorensen.
él había notado que algo la afligía y, en cuanto se lo preguntó, ella le contó su conversación con Brad.
Como siempre, fue muy comprensivo.
Sabía cuán penoso resultaba y no creía en absoluto que existiera un distanciamiento entre ellos, sino simplemente que costaba mucho rematar un matrimonio.
Volvió a darle los datos del abogado y Page llamó para solicitar una entrevista.
Cuando acudió al bufete, el letrado le dijo lo mismo que Brad, que la próxima Navidad estaría divorciada.
Trygve pasó a recogerla y aquella noche fueron a cenar y explayarse.
Para entonces, Page se sentía mejor.
Sentados en su mesa predilecta del Silver Dove, los dos tan rubios, parecían una atractiva pareja de escandinavos.
A la gente le llamaba la atención su semejanza y solía preguntarles si eran hermanos.
Page lo encontraba interesante, pues siempre había tenido la teoría de que, al casarse, las personas sufrían un proceso de mimetismo, si bien con Brad no había ocurrido.
Charlaron durante horas sobre sus vidas, sus matrimonios, sus hijos y su futuro en común.
– Eres la primera mujer que me inspira el deseo de volver a casarme -dijo Trygve, y ella no tuvo más que mirarle a los ojos para ver que era sincero.
Ambos consideraban que un mes y medio de relaciones era un poco precipitado, pero el accidente, que tanto había tergiversado sus vidas, hizo también que el tiempo corriera más deprisa.
La lucha por la supervivencia le imprimía a todo una gran velocidad.
– Toda persona sabe cuándo ha acertado.
Es algo que se intuye -afirmó Thorensen con su habitual ecuanimidad-.
Yo me di cuenta en el hospital, al principio.
No podía entender cómo habían nacido aquellos sentimientos.
¡Eras una mujer casada! Y repentinamente cambió tu situación.
Page, con sólo mirarte sé que podría ser feliz a tu lado el resto de mi vida.
Y tú también.
Ella no lo negó.
Sentía lo mismo que Trygve, aunque le asustaba reconocerlo.
¿Cómo pude equivocarme tanto, y ver ahora con tanta claridad? ¿Es que me he vuelto más perspicaz? -No creo que la perspicacia tenga nada que ver.
Es más bien una sensación en el estómago, en el corazón, en las vísceras, o dondequiera que anide.
Con Dana siempre supe que estábamos abocados al fracaso.
Vi que íbamos mal desde el comienzo, y ella también, hasta el punto de que intentó disuadirme.
Pero yo no le hice caso.
¿No es curioso? A mí me pasó otro tanto con Brad -dijo Page en una mirada retrospectiva-.
Todavía me estaba curando de las cicatrices que me dejó mi familia, cuando él insistió en que nos casáramos y viniéramos a California.
La aventura me daba miedo, pues no me sentía madura, pero creí que tal vez me ayudaría y terminé por ceder.
Fui una conta supina.
– ¡Nada de eso! -negó Trygve-.
Sencillamente, aquello era lo que necesitabas entonces.
De lo contrario no habríais durado tantos años.
– Era obvio que el matrimonio Clarke había sido mucho más estable que el suyo con Dana-.
Escúchame, Page.
Aunque no podría darte una explicación racional, sé que tú y yo funcionaremos.
Y no quiero malgastar más tiempo después de haber arruinado la mitad de mi vida por casarme con quien no debía.
– Trygve aspiró hondo y procuró aminorar el ritmo-.
Pero no voy a agobiarte.
Tardes lo que tardes, aquí estaré.
– Por una vez, mi madre ha dado en el clavo -dijo Page con una sonrisa.
– ¿Cómo es eso? -Siempre me dice que soy una mujer afortunada.
– En este caso, el afortunado soy yo -replicó Thorensen, también sonriente-.
Ahora tendré que aprender a esperar.
– Bebió un sorbo de vino y lanzó a Page una mirada pícara-.
¿Qué opinas de Navidad? Es la fecha ideal para una boda, con Santa Claus, el muérdago, los cascabeles de los trineos…
– Sabía que en, Navidad el divorcio sería oficial.
– Eres un lunático.
Al fin y al cabo, apenas me conoces.
¿Has pensado que yo podría ser un monstruo inaguantable? No supondrás que Brad se habría cansado de mí si fuese una compañía divertida, cverdad? -Gracias a Dios, Brad es un insensato.
Además, seas lo que seas me gustaría averiguarlo por mí mismo, sin tener que marcharme a las cuatro de la madrugada o andar de puntillas por la casa para que Andy no nos oiga.
Ciertamente, aquella situación estaba llena de limitaciones.
Trygve deseaba despertar cada mañana al lado de Page, y acostarse juntos todas las noches.
Y seguía queriendo que disfrutaran de un fin de semanas a solas, pero ella estaba remisa a causa de Allie-.
Apúntate el de diciembre en algún rincón de la mente y ya volveremos a hablar, quizá después de las vacaciones en Tahoe.
– Y tú inclúyelo en tu carta a Santa Claus -bromeó Page.
Trygve rió.
– Lo haré.
CAPITULO XVII
A finales de junio Page empezó a pintar el mural de la UCI.
Ella misma se lo había propuesto a la dirección del hospital, a quienes les entusiasmó la sugerencia.
Haría dos pinturas, ambas en honor de Allie: una en el largo y lúgubre pasillo que desembocaba en la unidad, y la segunda en la sala de espera.
Había pasado varias noches buscando documentación, y al fin eligió respectivamente un paisaje campestre de la Toscana y una escena portuaria de San Remo.
El primero creaba una atmósfera plácida y sedante, mientras que el otro resultaba muy gracioso, con docenas de detalles y viñetas.
Daría a los sufridos acompañantes un vasto material que ver y que descubrir.
Le enseñó a Trygve los bocetos previos, y él quedó impresionado.
Page preveía que tardaría algo más de un mes en la ejecución de cada mural, y luego proyectaba terminar su obra en la escuela primaria.
Después, a partir del otoño, sólo trabajaría por encargo y con honorarios.
– No tendré más remedio que cobrar -proclamó firmemente.
Brad sólo le pasaría una asignación para los niños y una escuálida pensión personal durante dos años, con el argumento de que una mujer de su talento artístico bien podía ganarse la vida.
Page confiaba en que sus murales y otros trabajos esporádicos que le fueran encomendando los amigos le permitirían salir adelante, porque no quería dejar a Andy todo el día y no tenía la menor idea de cómo evolucionaría Allie, cuánto tiempo pasaría ligada a ella, cuál sería su estado definitivo o en qué medida iba a necesitarla.
De todas maneras, cada vez cobraba más fuerza la posibilidad de que Allyson no saliera nunca del coma.
Page aún no lo había admitido ante Trygve, pero él era consciente de que batallaba con esa idea y trataba de asimilarla.
Aquellos días ha blaba mucho de Allie, de sus cualidades innatas, sus logros del pasado, su inagotable energía, como si tuviera que pregonar a los cuatro vientos quién y cómo había sido para perpetuar su memoria.