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– No quiero que haya vivido en vano -le dijo una noche con profunda tristeza-.

Deseo que la gente la recuerde en sus tiempos de esplendor y no a raíz del accidente, de esta tragedia que tanto la ha disminuido.

La convaleciente en el hospital no es realmente Allie.

– Lo sé.

Algunas veces pasaban horas y horas enfrascados en el mismo tema.

Como siempre, él la apoyaba en todo.

Trygve se alegró cuando Page inició los murales del hospital, y a ella le satisfacía hacerlos, pues la mantenían cerca de su hija.

En los descansos se asomaba al interior de la UCI para verla o darle un beso.

Le habían quitado ya los vendajes y empezaba a crecerle el cabello, el cual, aunque todavía corto, le daba un aire enternecedor.

Estirada rígidamente en la cama, con la cabeza apoyada en la almohada, aquella incipiente melena le daba aspecto de niña.

“Te quiero", le susurraba Page y luego reanudaba su quehacer, con el pelo recogido en un moño, los pinceles sujetos entre las tirantes mechas, y un viejo guardapolvo.

Simultáneamente, acometió otro trabajo muy especial.

De pronto comenzaba a avanzar a toda máquina, para gran satisfacción de Trygve.

Al fin regresaba a la vida.

Aquel nuevo encargo era un proyecto artesanal para la escuela de Bjorn, y en cuanto lo empezó todo el mundo se prendó de ella, en particular los alumnos.

Hicieron juntos piezas de cartón y piedra, escultura en barro, cerámica, acuarela y dibujo.

Los chicos estaban orgullosos de su obra, y Page lo estaba de los chicos.

Era la labor más gratificante que nunca había realizado, y así se lo señaló a Trygve una noche, mientras recogían la cocina.

Bjorn había explicado en la mesa todo lo que les enseñaba Page, quien le miró exultante cuando, a renglón seguido, comentó lo feliz que era desde que la tenía como profesora.

La unía al chico una cálida relación, tanto que, si se iba a la cama estando ella en casa, se le colgaba del cuello, le daba un beso de buenas noches y le pedía que le leyese un cuento, igual que a Andy.

A Page le sorprendía la fuerza con que a veces la estrujaba o la alzaba en volandas, pero era un muchacho amable, afectuoso y tierno.

– Es un buenazo -le dijo a Trygve después de acostarle.

A él le conmovió una vez más lo mucho que Page decía y hacía en favor de Bjorn…

y también de Chloe.

Trabajaba infatigablemente con su hija, supervisando sus ejercicios de recuperación siempre que disponía de unos minutos libres.

– ¡Ojalá hubieras sido su auténtica madre! -exclamó Thorensen.

Ella sonrió.

– Eso mismo me dice Bjorn.

Me siento muy honrada.

Para Page era estimulante estar con él ahora, y tener una comunicación también en la escuela.

Finalmente le sacaba un buen partido a su arte y, aunque todavía no le daba beneficios económicos, sabía que pronto se lo retribuirían.

Ya le habían preguntado si estaría dispuesta a dirigir el programa artístico del centro el curso siguiente, una propuesta que la atraía mucho ya que le permitía alternar su trabajo profesional con el cuidado de Andy.

El dúo Clarke pasó con los Thorensen el fin de semana del Cuatro de Julio.

Page se alojó en la habitación de invitados y Andy durmió con Bjorn.

A media noche, Trygve se coló a hurtadillas en la alcoba de Page.

Ambos rieron como dos cómplices tras echar el pestillo para que no les pillaran sus hijos.

– No vamos a vivir así eternamente.

Antes o después, tendrán que aceptarlo -dijo él, pero a ambos les faltaba coraje para poner las cartas boca arriba, sobre todo a Page, que aún no se atrevía a compartir abiertamente el dormitorio con un hombre.

Además, Chloe era muy celosa respecto de su padre, y no querían predisponerla en contra.

– Si Chloe nos sorprende, estamos perdidos -bromeó Page-.

Es capaz de despertar a Allie para contarle nuestro pecado.

– Sonrió al imaginar la escena.

Trygve la besó y al poco se olvidaron de sus hijos.

La comida del día consistió en una barbacoa familiar, a la que fueron invitadas sus respectivas amistades.

Asistieron el matrimonio Gilson, los Applegate y otras cuatro parejas.

Nadie tenía noticias de sus relaciones ni del abandono de Brad, ya que, excepto Jane, no habían visto a Page desde antes del accidente.

Habían pasado tres meses justos, pero parecían tres años por cómo se alteraron sus vidas en tan poco tiempo.

Sin embargo, todos se congratularon.

Trygve gozaba de la aceptación general.

El se ocupó de la barbacoa y Page y los niños hicieron el resto.

Trygve dejó que Bjorn lanzara unos cuantos petardos bajo su vigilancia, y no perdió de vista a Andy.

– Los petardos son peligrosos -se quejó Page, pero a los chicos les encantaban, y no ocurrió ningún percance.

Todo el mundo lo pasó bien.

Los últimos invitados se marcharon a las diez y media.

Page y Trygve retiraron los platos.

Estaban tirando las sobras, cuando Chloe entró en la cocina tan deprisa como se lo permitieron las muletas.

– ¡Venid corriendo! -les urgió, pálida y agitada.

Page no comprendía qué podía haber pasado.

Supuso que uno de los chicos se había lastimado, y el terror la embargó mientras iba en pos de la muchacha, seguida por Trygve en angustiado silencio.

Ninguno de los dos estaba preparado para lo que vieron al detenerse Chloe frente al televisor.

Eran las imágenes de una matanza que, al parecer, había ocurrido aquella tarde en La Jolla.

“La esposa del senador John Hutchinson -informó el presentador del noticiarioha protagonizado una colisión frontal a primera hora de esta tarde en la localidad de La Jolla, en la que ha muerto una familia de cuatro personas y ha resultado herida su propia hija de doce años, que actualmente se encuentra fuera de peligro.

La señora Hutchinson fue detenida en el escenario mismo de los hechos por conducción temeraria con resultado mortal.

El senador no ha efectuado ninguna declaración.

Esta noche, un portavoz de la familia ha dicho ante la prensa que, aunque la evidencia inicial indica que la señora Hutchinson fue en efecto la causante del siniestro, no hay que descartar un probable malentendido.

Sin embargo -continuó el reportero, mirando directamente a la cámara como si pudiera ver a Page, que escuchaba con el corazón desbocado-, el pasado mes de abril la señora Hutchinson estuvo ya involucrada en otro accidente similar.

Un joven de diecisiete años falleció y dos muchachas de quince años sufrieron heridas de pronóstico reservado, en un choque también frontal ocurrido en el puente Golden Gate de San Francisco.

En aquella ocasión no se instruyó sumario penal.

En La Jolla se han iniciado las investigaciones para determinar las causas de la colisión de hoy y exigir las responsabilidades pertinentes." El presentador pasó a informar sobre unos desórdenes en Los ángeles, mientras el trío continuaba de pie, petrificado, frente al aparato.

Laura Hutchinson había matado a una familia entera y había sido detenida, no era difícil deducirlo, por conducir en estado de ebriedad.

– ¡Dios mío! -gimió Page, que se había derrumbado en una silla y lloraba profusamente-.

Estaba borracha…

borracha…

y casi os mató a todos.

No podía contener el llanto, y Chloe tampoco.

Trygve apagó el televisor y se sentó con ellas.

Al cabo de un momento llamaron los Applegate, y Page lamentó no tener el valor suficiente para telefonear a los Chapman.

De cualquier modo, no tardarían en enterarse.

Se habían confirmado las sospechas de Trygve.

! Thorensen volvió a encender la televisión y vieron un reportaje parecido en otro canal.

El desastre era aún peor de lo que pensaban.

La señora Hutchinson había matado a una mujer de veintiocho años (embarazada de ocho meses), su marido de treinta y dos, su hija de dos años y su hijo de cinco.