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—Eso es algo que no volverá a verse —dijo Van—. Un precioso tendón izquierdo ha dejado de fungionar. Todavía puedo hacer esgrima y dar puñetazos magistrales, pero ya no me es posible andar sobre las manos. Ya no tendrás que lamentarte de eso, Ada. Ya no te oiremos suspirar y gemir. King Wing me contó que el gran Vekchelo se convirtió en un vulgar chelovek a la edad que yo tengo ahora. Es, pues, algo completamente normal. Ah, mira, aquí está Ben Wright, borracho, tratando de violar a Blanche detrás de las caballerizas. Blanche tiene un papel importante en este fárrago.

—¿Dónde has visto eso? Está claro que lo que hacen es bailar. Parecen la Bella y la Bestia en el baile en que Cenicienta pierde su liga y el príncipe su bella bragueta de cristal abombado. Mira, también vemos al señor Ward y la señora French ejecutando un kimbocampesino (bamboleo bruegheliano) al fondo de la sala. Todas estas historias de las violaciones de nuestra casa han sido groseramente exageradas. De todos modos, ese fue el último escándalo de Ben Wright en Ardis.

Ada en la terraza (fotografiada por nuestro acrobático mirón desde el alero del tejado) dibujando una de sus flores favoritas, un satirión de Ladore carnoso, erecto y de sedosa pelusa.

Van tuvo la impresión de que recordaba aquel atardecer soleado con toda su excitación y su suavidad, y algunas palabras que Ada había murmurado al azar (en respuesta a su torpe comentario botánico); «mi flor sólo se abre en el crepúsculo». La flor que estaba reproduciendo con pintura malva.

Una fotografía de estudio, en una página separada. Adochka linda e impura en sus ligeras ropas, y Vanichka, con un traje de franela gris y corbata de Riverlane a rayas oblicuas, uno junto al otro, mirando atentamente a la kimera(quimera, cámara), él con un tonto rictus forzado, y ella totalmente inexpresiva. Ambos recordaban muy bien el momento en que había sido tomada aquella foto (entre la primera cruz minúscula de una dulce misiva y todo un cementerio de besos) y por qué había sido tomada: fue por orden de Marina, que la hizo enmarcar y la colgó en su habitación, al lado de un retrato que representaba a su hermano a la edad de doce o catorce años, con la camisa abierta a lo Byron y con un cobaya en el hueco de las manos. Se les podía tomar por hermano y hermana. El joven difunto proporcionaba una coartada en vivisección.

Otra fotografía había sido tomada en las mismas circunstancias. Pero, por alguna razón desconocida, fue luego rechazada por la caprichosa Marina: Ada estaba leyendo sentada ante un velador de tres patas, con el puño cerrado ocultando la parte inferior de la página. Una deslumbrante sonrisa, nada corriente en ella y cuya justificación no aparecía por ningún sitio, iluminaba sus labios casi morunos. Sus largos cabellos caían sobre la clavícula y la espalda. De pie, a su lado, con la cabeza inclinada, Van miraba sin ver el libro que ella leía. Deliberamente, con plenitud de conciencia, al oír el clic bajo el capuchón negro, había puesto en el foco de su atención, junto al pasado inmediato, el futuro inminente, seguro de que aquel instante se grabaría en su memoria como el de la percepción objetiva del presente real y de que era preciso que se acordase del sabor, del brillo, de la carne del presente (¡y en verdad que se acordaba al cabo de seis años... y se acuerda todavía hoy, en la segunda mitad del siglo siguiente!)

Pero... ¿qué decir de aquella sonrisa radiante que asomaba a los adorados labios? La burla chispeante puede transformarse (por un grado más en la alegría) en un semblante de éxtasis.

—¿Sabes, Van, qué libro era ése que está colocado sobre la mesa, al lado del espejo de mano de Marina y de su pinza de depilación? Te lo voy a decir. Era una de las novelas más vulgares y más regocijantes que han aparecido en la primera página de la crítica de Libros del Timesde Manhattan. Estoy segura de que tu Córdula la tenía todavía en su cosy-cornercuando estabais sien contra sien después de darme calabazas.

Cat—dijo Van.

—¡Oh, mucho peor! El Tabbydel viejo Beckstein es una obra maestra en comparación con ese... ese Amor bajo los tilosde un tal Eelmann, y traducido del alemán al inglés por Thomas Gladstone, que debía pertenecer a una compañía de Empaquetadores y Transportistas, pues en la página que tanto parece gustar a Adochka, adova dochka(hija del Infierno), la palabra que quiere decir «auto» se convierte en wagon(camión). ¡Y pensar que la pequeña Lucette ha tenido que estudiar a Eelmann y a tres terribles Tom en sus cursos de literatura en Los!

—Tú te acuerdas de esa porquería, pero yo recuerdo nuestras tres horas de besos sin pausa inmediatamente después.

—Veamos la siguiente ilustración —dijo Ada, con tono siniestro.

—¡El muy pervertido! —exclamó Van—. Tuvo que haber reptado sobre su vientre, detrás de nosotros, con el aparato a cuestas. Voy a tener que destruirle.

—No más destrucción, Van. Sólo amor.

—Pero mira, girl, aquí estoy a punto de tragarme tu lengua, y ahí soy yo el sumergido en tu epiglotis, y...

—Entreacto —pidió Ada—. Pronto, pronto.

—Estoy dispuesto a complacerte hasta los noventa años —dijo Van (la vulgaridad del fotógrafo mirón era contagiosa)—, noventa veces al mes, una más o menos.

—¡Oh, mejor una más y muchas más! Digamos ciento cincuenta, lo que serían... serían...

Pero en la súbita tormenta todos los cálculos se fueron al diablo.

—Pues bien —dijo Van, cuando el cerebro tomó otra vez el mando—, volvamos a nuestra infancia desfigurada. Tengo prisa (recogiendo el álbum de la alfombrilla del pie de la cama) por librarme de esta carga. Mira, un nuevo personaje. El pie de la foto dice: Dr. Krolik.

Un segundo, por favor. Quizá se trate de la mejor VanishingVan, pero, de todos modos, no está muy clara. Ya está. Sí, es mi pobre maestro de historia natural.

Knickerbockersy sombrero de panamá, codicioso de su babochka(«mariposa», en ruso). Pasión, frenesí. Uno se pregunta qué podía saber Diana de estacaza.

—¡Qué extraño! Tal como aquí nos lo presenta Kim, parece mucho menos peludo y gordo que como yo me lo imaginaba. En realidad, querida, es una Liebre de Marzo grande, robusta y bella. ¡Explícamelo!

—No hay nada que explicar. Un día pedí a Kim que me ayudase a llevar y volver a traer algunas cajas: ahí puedes verlas. Pero ése no es miKrolik, sino su hermano Karol o Karapars Krolik. Nacido en Turquía, y doctor en filosofía.

—Adoro la forma en que se pliegan tus ojos cuando dices una mentira. Espejismo lejano en Desfachatez Menor.

—No miento... (con una adorable dignidad): Es realmente doctor en filosofía.

Van ist auch one—murmuró Van, pronunciando «one»como «wann».

—Nuestro más querido sueño, de Krolik y mío —prosiguió Ada—, era describir y representar las primeras fases, desde el huevo a la crisálida, de todas las argínnidas, mayores y menores, comenzando por las del Nuevo Mundo. Yo me habría encargado de la construcción de un arginidario (una especie de incubadora protegida contra todo contagio, con reguladores de temperatura y otros ingeniosos dispositivos, como un fondo de olores nocturnos y llamadas de animales noctívagos para recrear en ciertas circunstancias difíciles una atmósfera natural... Nuestras orugas necesitan exquisitos cuidados). Existen centenares de especies y muchas subespecies en ambos hemisferios; pero, repito, habríamos empezado por América. Nos habrían enviado por avión, desde los más diversos lugares, empezando por los hábitats árticos, Lyaska, Le Bras d'Or, Victor Island, hembras ponedoras vivas, con las plantas de que se alimentan sus orugas, como, por ejemplo, violetas de múltiples variedades. Nuestra magnaneriesería también un violetario, lleno de fascinantes plantas nutricias, desde la raza endiconensisde la violeta de los pantanos del norte hasta la minúscula pero admirable Viola kroliki, descrita hace poco por el profesor Hall de Goodson Bay. Yo habría contribuido con láminas coloreadas de todos los estadios y con croquis que representasen los genitales y otros aparatos del insecto adulto. Hubiese sido una obra maravillosa.