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Aquella noche se contentaba con celebrar automáticamente el rito consistente en servir a Demon todo aquello que, al confeccionar el menú, había recordado, con más o menos exactitud, como los platos preferidos de aquéclass="underline" la zelyoniya chchi, una sopa de acederas y espinacas, verde, aterciopelada, en la que nadan unos resbaladizos huevos duros, servida con pirochkiabrasadores, irresistiblemente tiernos y rellenos de carne, de zanahoria o de col (los PIRASKI, según en Ardis se pronunciaba y se celebraba el nombre, entonces y siempre). Y, después, sudakempanado con patatas hervidas, riabchiki(pollitos asados) y una variedad particular de espárragos ( bezukhanka) que luego no producen eso que los libros de cocina llaman el «efecto Proust».

—Marina —murmuró Demon, después del primer plato—. Marina —repitió, en voz más alta—. Lejos de mí la intención (un giro de lenguaje que le gustaba mucho) de criticar los gustos de tu marido en materia de vinos blancos, y aún menos las maneras de vuestros criados. Ya me conoces, no me tomo en serio esas tonterías, yo soy... (gesto explicativo), pero, querida —continuó en ruso —el chelovekque me ha servido los pirozhki, el nuevo, el regordete de los ojos ( sglazami)...

—Todo el mundo tiene ojos —dijo secamente Marina.

—Quizás, pero los suyos son como los de un pulpo y parecen querer tragarse toda la comida que sirve. De todas maneras, no es eso lo peor. ¡Lo malo es que jadea, Marina! Debe padecer alguna variedad de odishka(asma). Convendría enviarle al doctor Krolik. Es desmoralizador. Resopla con el ritmo de una bomba. Mi sopa se estremecía...

—Escucha, papá —dijo Van—; el doctor Krolik no puede hacer gran cosa por él, puesto que ha muerto (como sabes muy bien). Y Marina no puede pedir a sus criados que no respiren, puesto que están vivos todavía (como tú también sabes).

—La verbosidad Veen, la verbosidad Veen —murmuró Demon.

—Tiene toda la razón —dijo Marina —Y me niego a mezclarme en esto. Por otra parte, el pobre Jones no es asmático ni mucho menos; lo que ocurre es que se pone nervioso en su afán de complacernos. Está sano como un toro y me ha llevado no sé cuántas veces este verano de Ardisville a Ladore y regreso en barca de remos, y esto parecía gustarle mucho. Eres cruel, Demon. No puedo decirle « ne pikhtite» lo mismo que no puedo decir a Kim, el pinche de cocina, que deje de hacer fotografías a escondidas... ¡Un demonio de la instantánea, ese Kim!, pero no por eso deja de ser el chico más adorable, dulce y honrado del mundo. Lo mismo que no puedo decir a Blanche, mi pequeña camarera francesa, que no se haga invitar más (no sé bien cómo se las arregla) a los bailes de disfraces más privados de Ladore.

—¡Interesante! —observó Demon.

—¡Viejo verde! —exclamó Van, alegremente.

—¡Van! —dijo Ada.

—Soy un joven verde —suspiró Demon.

—Dígame, Bouteillan —preguntó Marina—. ¿Qué otro buen vino blanco tenemos? ¿Cuál nos recomienda? —el mayordomo sonrió satisfecho y pronunció un nombre fabuloso.

—¡Muy bien, muy bien!— aprobó Demon—. Mi querida amiga, no debías combinar tus comidas sin ayuda. Y a propósito de remos, ¿sabéis que yo era Rowing Blueen la Universidad de Chose, en 1858? Van prefiere el fútbol, pero sólo es College Blue, ¿verdad, Van? También en tenis soy mejor que él. No en pista de hierba, desde luego (eso es para clérigos campesinos), pero sí en el Court Tennis, como se dice en Manhattan. ¿Qué más podríamos añadir, Van?

—Que también me ganas al florete. Pero yo soy mejor tirador de pistola que tú. Este pescado es delicioso, papá, pero juraría que no es sudakauténtico.