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—El exprés no tiene parada en Torfianka, ¿verdad, Trofim?

—Tendremos que hacer cinco verstas a través de los pantanos —dijo Trofim—. La estación más próxima es Volosyanka.

Así traducía, en ruso vulgar, Maidenhair. Parada facultativa. Tren probablemente atestado.

Maidenhair. ¡Imbécil! ¡El bello Percy podía estar ya muerto y enterrado! Maidenhair, «cabellera de doncella». El nombre tenía su origen en el gran árbol chino que desplegaba su ramaje al borde del andén. En otro tiempo la especie se había confundido vagamente con el adianto o «cabello de Venus». Ella caminó hasta el extremo del muelle en la novela de Tolstoi. Protagonista del monólogo interior, explotado más tarde por franceses e irlandeses. «No es verde, no es verde, no es verde, el árbol de los cuarenta escudos de oro», al menos en otoño. Never, nevervolveré a oír su voz «botanizante» cayendo sobre biloba. «Lamento hacer esa ostentación de mi latín.» Ginkgo, gingko, ink, inkog. Conocido también con el nombre de adiantofolia de Salisbury, infolio de Ada, pobre Salisburia: nombre suprimido; y pobre Corriente de la Conciencia, marea negra, a la hora que es. ¡Qué quiere de Ardis Hall!

Barin, a barin—dijo Trofim, volviendo la barba rubia hacia su pasajero.

—¿ Da?

Dazhe skvoz' kozhaniy fartuk ne stal-bi ya trogat' etu frantsuzskuyu devku.

Barin: señor. Dazhe skvoz' kozhaniy fartuk: incluso a través de un delantal de cuero. Ne stal-bi ya trogat': no se me ocurriría tocar. Etu: a esa. Frantsuzskuyu: francesa (adj., acus.), Devku: fulana. Uzhas, otchiyanie: horror, desesperación. Zhalost: piedad. Kóncheno, zagázheno, rastérzano: acabado, enfangado, hecho trizas.

XLII

Ada solía decir que, a menos de ser muy cruel, o muy tonto, o niño de pecho, no era posible ser feliz en Demonia, nuestro magnífico planeta. Van tenía ahora la sensación de que para sobrevivir en esta terrible Antiterra, en el mundo multicolor y malvado en cuyo seno había nacido, necesitaba destruir, o, al menos, mutilar de por vida, a dos de sus habitantes. Era esencial que las encontrase inmediatamente; un simple retraso podía comprometer sus posibilidades de supervivencia. La voluptuosidad que le produciría su destrucción no sería suficiente para devolver a su corazón la salud, pero, indudablemente, le refrescaría el cerebro. Los dos se encontraban en lugares diferentes, ninguno de los cuales evocaba una topografía precisa, un determinado número de calle, un alojamiento identificable. Van esperaba, con la ayuda del Hado, castigarles de un modo honorable. No tenía previsto que la suerte iba a desplegar en favor suyo un celo cómicamente exagerado, dirigiendo, ante todo, sus pasos, y, luego, interfiriendo en su empresa, hasta convertirse en un auxiliar supercooperativo.

Decidió ir, en primer lugar, a Kalugano, para arreglar sus cuentas con herrRack. Hundido en el rincón de un compartimiento lleno de piernas y de voces, Van se durmió, de puro abatimiento, mientras el expreso corría hacia el norte a ciento cincuenta kilómetros por hora. Dormitó hasta mediodía y se apeó en Ladoga, donde, tras una interminable espera, tomó un nuevo tren, aún más traqueteante, aún más cargado. Mientras, de pasillo en pasillo, se abría un camino zigzagueante, maldiciendo en voz baja a los amantes del paisaje que no apartaban sus traseros para dejarle paso, y buscando desesperadamente algún refugio cómodo en uno de los compartimientos de cuatro plazas que componían los coches de «primera», descubrió a Córdula y su madre, sentadas una frente a otra junto a una ventanilla; las otras dos plazas estaban ocupadas por un señor grueso, de edad respetable, que llevaba una peluca oscura pasada de moda (con la raya en medio), y un muchachito con gafas y traje de marinero, sentado al lado de Córdula, que le ofrecía en aquel momento la mitad de su pastilla de chocolate. Una idea verdaderamente luminosa atravesó la mente de Van. Entró en el compartimiento. Pero la madre de Córdula no le reconoció en un principio, y el aturdimiento de las representaciones, combinado con un bandazo del tren, hizo que Van pusiese el pie sobre el zapato color ciruela del viajero mayor, el cual lanzó un agudo grito y dijo, con voz indistinta, pero no descortés:

—Tenga compasión de mi gota (o «tenga cuidado», o «abra bien los ojos»), joven.

—¡No me gusta que me llamen «joven»! —dijo Van al doliente, con un tono violento enteramente injustificado.

—¿Te ha hecho daño, abuelo? —preguntó el muchacho.

—Y mucho —contestó el abuelo—. Pero mi grito de dolor no pretendía ofender a nadie.

—El dolor no dispensa del civismo —continuó Van (mientras el Van bueno que llevaba dentro le tiraba de la manga, avergonzado y consternado).

—Córdula —dijo la vieja actriz, con la misma oportunidad de que había dado muestras un día al tomar en sus brazos y acariciar al gato de un bombero de servicio que andaba perdido entre los decorados de Fast Colors, en mitad de su más bella escena—, ¿por qué no llevas a este irascible joven demonio al vagón restaurante? Tengo ganas de echar un sueñecito.

—¿Ocurre algo malo? —preguntó Córdula, al sentarse junto a Van en la muy espaciosa y rococó «bombonera», como solían decir los estudiantes del Colegio de Kalugano en los años ochenta y noventa.

—Todo lo que ocurre es malo —replicó Van—. Pero, ¿por qué me lo preguntas?

—Bueno, es que conocemos un poco al doctor Platonov... No había ninguna razón para que tratases de un modo tan grosero a ese excelente viejecito.

—Lo siento —dijo Van—. Pidamos el té tradicional.

—Y eso no ha sido lo único que me ha parecido raro —prosiguió Córdula—. Hoy te has fijado en mí, y hace dos meses hacías como si no me conocieras.

—Has cambiado, Córdula. Te has vuelto más guapa y más lánguida. Y hoy estás más seductora que nunca. ¡Córdula ya no es virgen! Dime, ¿tendrías, por casualidad, la dirección de Percy de Prey? Todos sabemos que ahora se dedica a la invasión de Tartaria. Pero, ¿dónde se le puede encontrar por correo? No tengo ganas de pedir a tu entrometida tía que me sirva de intermediaria.

—Creo que los Fraser tienen su dirección, ya lo averiguaré. Pero, ¿a dónde va Van? ¿Dónde puedo encontrarle?

—En mi casa, Park Lane número 5, dentro de un par de días. Ahora voy a Kalugano.