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A continuación noté su mueca sonriente, que expresaba un resentimiento enconado contra mi persona, encubierto detrás de una fingida cordialidad. Envidiaba mi estatura, mi camisa, mi libertad... todo. Su bilis era tan agria y su falsa pose tan endeble, que fuera lo que fuere lo que quería manifestar con ellas, todas sus palabras y ademanes proclamaban que le encantaba someterme a su poder. Una vez se franqueó y dijo, señalando una placa radiante instalada sobre nuestra mesa:

—Y si grabaran nuestras conversaciones, ¿qué importaría? No tenemos de qué avergonzarnos. Esta es una cena amable con una conversación sincera entre amigos. Ahora brindemos por su salud y su felicidad, que son lo único que realmente cuenta.

Sus jefes encargados de controlar las grabaciones interpretarían la untuosa ficción de sus «confidencias» reveladoras como un vulgar gambito para inspirar confianza a la presa. Pero la intención fundamental de Bastardo era la de regodearse por el hecho de que no sólo me tenía prisionero, sino que además podía jugar conmigo como si fuera un animal de laboratorio. Y yo debía simular que no entendía nada, porque ése era el papel que había asumido... y que temía modificar, pues existía el riesgo de que él perdiera los estribos y le hiciera pagar el pato a Aliosha, decretando mi expulsión. El pretexto original de salvar a Aliosha había quedado relegado al olvido, pero evidentemente mi custodio personal estaba facultado, por lo menos, para recomendar mi expulsión a los encargados de decretarla. Además, la mejor forma de suministrarles pocos materiales útiles para el caso de que se propusieran manipular las cintas magnetofónicas, consistía en comportarme como un bobo. De modo que permanecía allí sentado, fingiendo credulidad y controlando la repulsión que me producía su cráneo, que brillaba a la luz de la araña como los de los tribeños semimongólicos que peticionaban al sultán turco en el cuadro de Repin.

—Usted ya no es un niño. ¿Qué significa este andar a la deriva, esta monserga de «encontrarse a sí mismo»? Sus padres sabrán aconsejarle. Los hippies son alfeñiques...

»Le diré, francamente, que no todos confían en usted. Un norteamericano con vastos círculos de ’amigos’ desarraigados... los hechos indican que cultiva contactos útiles. Consideremos, por ejemplo, ese incidente con un majadero llamado... Chinguiz, que vomitaba sus locuras y predicaba el antisocialismo. Hay que compensar algunos flagrantes errores...

»Usted no come. Pruebe las setas; vamos, pruébelas. Y aprenda a relajarse. Olvide mi cargo oficial. Estoy aquí como amigo Dejé mi trabajo en la oficina sólo para que podamos disfrutar...

»Las travesuras con esa ’estudiante de medicina’. La seguía de un lado a otro, convenciendo a mis colegas de sus antecedentes de espía. ¡Y sus orgías! Los funcionarios de la Universidad querían expulsarle; argumentaban que no era en absoluto un estudiante. Que sólo había venido aquí para mancillar la moral socialista, para violar las normas soviéticas. Querían hacer un escarmiento con usted, denunciándolo en los diarios. Pero yo lo pospuse, porque yo pienso que en el fondo es bueno...

Sus labios estaban aceitados por el placer que le producían tanto el caviar que pagaba el Estado como el hecho de espetarme sus embustes a la cara. El camarero golpeó la puerta y despejó la mesa, obedeciendo la altiva orden de Bastardo. Al mismo tiempo, miró con curiosidad al huésped invitado a ese cuarto especial, y a Bastardo para demostrarle su respeto. Así conocí por primera vez los deleites íntimos de las salidas para parejas con las que había tropezado a menudo en mis lecturas... mientras Aliosha languidecía solo.

 

—Ahora disfruto de la vida. Supongo que piensas que no vale la pena vivir en estas condiciones. Sólo puedo decirte que te equivocas.

El objetivo de Aliosha eran «otros dos o tres años de esto», y me urgía perentoriamente a quedarme durante ese lapso. Había recuperado los sentidos y trataba de acomodarlos a las nuevas circunstancias.

—Es la primera vez que entiendo lo esenciaclass="underline" cuán hermoso es vivir en general, por oposición a vivir «bien». Respirar, contemplar las formas del techo... Uno se llena de dicha. Me daré por satisfecho si tengo que pasar más o menos mil días sin hacer otra cosa que mirar en torno.

Tomé una decisión. Me quedaría con él, indiferente a lo que tuviera que soportar de Bastardo. Ahora los médicos desviaban los ojos cuando les formulaba preguntas, pero estaba muy claro que dos o tres años eran un cálculo optimista.

 

—¿No le ha mencionado nuestros encuentros a Aliosha?

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Muy bien. ¿Por qué preocuparle? Excelente. Él tiene sus propios problemas.

El empleo que hacía Bastardo del diminutivo «Aliosha» era aún más repulsivo que su costumbre de llamarme «/«», en ruso. Pero no se lo había mencionado a nadie más. Por primera vez podía decirle la pura verdad. Entretanto, el trabajo de ablandamiento continuaba con toda su crudeza.

—Seré franco. Su historia de que «no se mete en política» no es digna de usted. Todo es político. Usted no es un párvulo ni un cobarde para fingir que puede mantenerse al margen de la lucha de la humanidad. La evasión le sitúa en las filas de la reacción... Dice que es partidario de la paz, no de una ideología determinada. Pero debe luchar por la paz. Es hora de que pruebe su virilidad. Demuéstrenos su posición haciendo algo por la paz...

»No podrá mantenerse siempre con una beca. El hombre no es nada si tiene los bolsillos vacíos. Les diré a mis amigos que está madurando y empezando a pensar en su dignidad y su cartera...

»La ley número uno estipula que todos los Estados sólo sirven a los intereses de clase. La diferencia consiste en que el nuestro es un Estado del Pueblo, en tanto que algunos otros son agentes armados del capital monopolista. Nunca un trabajador norteamericano ha sido sometido a un juicio imparcial. Miles de estudiantes inocentes se pudren en la cárcel porque se negaron a colaborar en la matanza explotadora de Saigón. En la auténtica democracia de un Estado del Pueblo, no pueden existir esos atropellos contra la justicia, esas terribles restricciones a la libertad de expresión. Su propio pasaporte no es válido para viajar a China o Albania... ¿a eso lo llaman libertad? El FBI tiene poderes sobre todo norteamericano que nuestra Constitución y nuestros ciudadanos no tolerarían. Además, somos agentes de la paz, y trabajamos por la libertad de todos...

»Esta historia de faldas en la que se ha metido... a mí no me importa, pero usted tiene el deber de comportarse decorosamente. El pueblo soviético está resuelto a limpiar su sociedad de perversiones. ¿Y por qué tiene que proclamar sus debilidades? Deseo protegerle de cualquiera que intente explotarlas.

»Sea más discreto, haga saber a todo el mundo que es una persona seria. También por lo que concierne a sus propios FBI y CIA... no les de un arma contra usted con sus excesos infantiles. ¿De qué sirve firmar protestas inútiles contra la guerra de Vietnam? Lo único que consigue con ello es que lo incluyan en una lista negra, echando por tierra sus posibilidades de trabajar realmente en favor de la paz. Tampoco le aconsejo que critique a su propio gobierno, ni siquiera delante de estudiantes rusos. No conviene que sus funcionarios sospechen que usted no es un norteamericano leal.

Me aseguró que los agentes norteamericanos destacados en Londres me habían ordenado que volviera a Moscú para pasar otro semestre en la Universidad, manteniéndome «en reserva». Y me explicó los «verdaderos» mecanismos de la sociedad norteamericana tal como él los veía desde su oficina de la Lubianka. Pero fue su consejo personal lo que me hizo sentir contaminado, como si un gusano se hubiera introducido en mí para decirme lo que debía hacer en la vida.