Laurie meditó sobre aquella curiosa coincidencia y se preguntó si tendría algún significado. No lo sabía, pero de todos modos cogió una libreta y anotó: «Todas las víctimas son subscritores recientes de AmeriCare». Debajo, añadió: «Todas las víctimas fallecidas a las veinticuatro horas de la anestesia, todas con vía intravenosa puesta, todas jóvenes o de mediana edad, todas con buena salud».
Contempló su lista e intentó pensar en otros aspectos que los fallecidos pudieran tener en común. No se le ocurrió ninguno, de modo que dejó la libreta a un lado y volvió a los historiales. Aunque sabía que los casos del General habían ocurrido en distintas secciones del hospital, la mayoría habían sucedido en la quinta planta. Ignoraba lo relativo al St. Francis, pero no tardó en saber que también se habían repartido por todo el centro.
Dado que los historiales de Queens eran mucho más delgados, Laurie se sintió tentada de leer todas las páginas, incluso las órdenes de admisión, que eran un formulario estandarizado. Allí se describía la operación que se debía realizar, se prohibía comer nada después de medianoche y se enumeraban los distintos análisis de rutina. Al repasar la lista, se detuvo en una prueba que no conocía. Se hallaba junto a los análisis de sangre, de modo que supuso que sería algún tipo de variante. Se llamaba MFUPN. Laurie nunca había oído hablar de él y se preguntó si las letras «PN» corresponderían a «proteína nuclear»; pero, si así era, ¿qué significaba «MFU»? No lo sabía; pero, si estaba en lo cierto con respecto a la proteína nuclear, entonces cabía la posibilidad de que la prueba fuera algún tipo de exploración inmunológica.
Yendo al final del historial, donde estaban grapados todos los resultados de laboratorio, Laurie buscó el resultado, pero no lo encontró. Aunque vio otros, el MFUPN no estaba.
Picada en su curiosidad, miró el resto de historiales de Queens. Todos tenían su respectiva solicitud de un MFUPN, pero ninguno el resultado. Lo mismo sucedía en los historiales del General.
Laurie cogió su libreta y anotó: «A todas las víctimas se les encargó un MFUPN, pero ninguna tiene los resultados. ¿Qué es un MFUPN?».
Al pensar en las pruebas de laboratorio, Laurie se acordó de la tira de ECG obtenida por el equipo de reanimación e incluida en el historial de Sobczyk. Rebuscó entre las carpetas hasta que halló la correspondiente. No le costó porque era la que tenía una regla metida. La abrió, desdobló la tira de papel y releyó el post-it donde había anotado el recordatorio para enseñársela a un cardiólogo. Dejando la carpeta abierta por el punto del ECG, comprobó que ninguna tuviera un ECG relacionado con un intento de reanimación. No recordaba haber visto ninguno, pero quería estar segura.
– Espero no estar interrumpiendo nada -dijo una voz.
Laurie se volvió. Jack se hallaba de pie en el umbral del despacho. En lugar de su habitual expresión de ligera ironía, su rostro denotaba inquietud.
– Pareces terriblemente ocupada -añadió.
– Prefiero mantenerme así -repuso Laurie cogiendo la silla de Riva y acercándola a su mesa-. Me alegro de verte. Pasa y siéntate.
Jack se acomodó y contempló el abarrotado escritorio de Laurie.
– ¿Qué estás haciendo?
– Quería asegurarme de que los casos de Queens eran iguales que los del Manhattan General, y lo son hasta un grado sorprendente. También he descubierto algo curioso: ¿sabes algo de un análisis de sangre llamado MFUPN? Está claro que se trata de un acrónimo, pero nunca lo había oído.
– Yo tampoco -dijo Jack-. ¿Dónde lo has visto?
– Forma parte de las órdenes preoperatorias estándar en todos los casos -repuso Laurie, que cogió una carpeta al azar y se la mostró-. Figura en todos los historiales. Supongo que debe de formar parte del proceso estándar de AmeriCare, al menos en esos dos hospitales.
– Interesante -comentó Jack, meneando la cabeza-. ¿Has mirado detrás para ver en qué están expresados los resultados? Eso podría darnos una idea.
– Lo he intentado, pero no he encontrado ningún resultado.
– ¿En ningún historial?
– No. ¡En ninguno!
– Bueno, estoy seguro de que el lunes podremos averiguar algo si se lo pedimos a alguno de nuestros investigadores.
– Buena idea-contestó Laurie anotándolo en un post-it-. Hay más cosas curiosas con respecto a esas víctimas. Todas ellas, sin excepción, eran abonadas recientes a AmeriCare y habían suscrito sus pólizas hace menos de un año.
– ¡Vaya, ese sí que es un pensamiento reconfortante si tenemos en cuenta que esa es exactamente nuestra situación!
Laurie dejó escapar una breve risa.
– Caramba, no lo había pensado.
– El número de pólizas está creciendo tan rápidamente que imagino que un buen porcentaje de suscriptores cae dentro de esa categoría.
– Cierto, pero me sigue pareciendo curioso.
– ¿Algo más digno de mención? -preguntó Jack.
Laurie contempló las carpetas esparcidas en la mesa.
– Hay otra cosa. -Cogió la de Sobczyk con la tira del ECG desdoblada y se la pasó-. ¿Te dice algo esta lectura? La obtuvieron mientras intentaban reanimar a la víctima y justo antes de que se les fuera.
Jack contempló la gráfica, demasiado avergonzado para reconocer que, ni en la mejor de las circunstancias, se podía considerar ducho en esas lides. Desde el principio de sus estudios tenía decidido que iba a ser oftalmólogo y no había prestado demasiada atención a las materias que no iba a necesitar. Se la devolvió haciendo un gesto negativo con la cabeza.
– Si me obligaran a dar mi opinión, diría que parece que su sistema cardiovascular se estuviera derrumbando, pero eso salta a la vista con esta distribución de las ondas. Mi consejo es que se lo enseñes a un cardiólogo.
– Eso tenía pensado -dijo, recogiendo la carpeta y dejándola con las demás.
– ¿Y qué hay de las listas de Roger? ¿Has tenido tiempo de echarles un vistazo?
– Aún no. Lo primero que he tenido que hacer ha sido ocuparme del caso de ese sujeto custodiado por la policía, así que solo llevo aquí media hora o menos. Empezaré con las listas cuando haya acabado con los historiales porque creo que estos serán los que más nos ayudarán. Tiene que haber algo que se me está escapando.
– ¿No crees que sea el azar?
– No. Tengo muy claro que hay un denominador común en todos estos casos que los vincula más allá de lo que ya conocemos.
– Yo no estoy seguro. Creo que estos casos son simplemente los de unas víctimas que se hallaban en el lugar equivocado en el momento inoportuno.
Se produjo una pausa, y al final Laurie preguntó:
– ¿Y a vosotros? ¿Qué tal os ha ido con Najah?
– Bien y mal -repuso Jack-. Lo cogieron enseguida, pero él no coopera. Dice que lo están discriminando por razón de raza. Lo tienen detenido, pero no quiere hablar hasta que no esté presente su abogado, que llegará mañana por la mañana para la vista preliminar.
– ¿Y la pistola?
– La han enviado a Balística, pero los resultados tardarán en llegar. Entretanto, estoy seguro de que lo dejarán salir bajo fianza.
– ¿Qué opina Lou de él?
– Se muestra optimista, especialmente por su actitud. Según Lou, cuando son inocentes, suelen estar encantados de colaborar. Pero claro, Lou está centrado únicamente en averiguar quién se cargó a aquella enfermera. No piensa en tu serie.
– ¿Y tú?
– Como te dije, me gusta la hipótesis del anestesista. Con sus conocimientos podría haberse cargado a esos pacientes de un modo que no pudiéramos descubrir. En cuanto a que haya sido él quien ha disparado a la enfermera y a Rousseau, me parece que no tenemos más pruebas que el hecho de que tiene una nueve milímetros. El problema es que hay cantidad de pistolas como esa por ahí.