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Y allí su ex-ladrón- era insuperable.

– Sangre brillante-, murmuró, con el propio término de Roarke.

Había un cambio de turno en día festivo en la morgue, y los que se quedaron de guardia para ocuparse de los muertos llevaban pantalones cortos coloridos debajo de las batas de laboratorio. La música sonaba con desenfado desde las oficinas y salas de autopsias.

Dudaba que los residentes se preocuparan demasiado de una u otra manera.

Se detuvo el tiempo suficiente para fruncir el ceño ante la máquina de bebidas. Ella quería un tubo de Pepsi, y no quería que ninguna mierda de la maldita máquina.

– ¡Tú!- Ella señaló con el dedo a un técnico que pasaba, y el gesto le puso el rostro tan blanco como las huesudas piernas. -Dos tubos de Pepsi.- Ella empujó unos créditos hacia él.

– Claro, está bien. -Obedientemente, los enchufó, hizo su petición. A pesar de que cuando los tubos cayeron en la ranura, la máquina comenzó con su retahíla actual sobre la bebida, Eve los sacó.

– Gracias.- Ella se alejó de inmediato.

El primer sorbo fue terriblemente frío, y era exactamente lo que buscaba. Ella siguió por el túnel negro, perseguida por el eco de sus propias botas y los restos pegajosos de la muerte que se aferraban al aire bajo la explosión de los cítricos y desinfectantes que flotaban fuera de las rejillas de ventilación.

Se detuvo fuera de las puertas dobles de la sala de autopsias, no para hacer frente a la muerte, sino al hombre que la estudiaba.

Ella respiró, después empujó las puertas.

Allí estaba él, y parecía el mismo.

Llevaba una capa protectora transparente sobre un traje negro oscuro de noche. Lo había combinado con una camisa dorada, y una corbata fina en los dos colores tejidos juntos. Ella frunció el ceño ante el signo de la paz de plata prendido en la solapa, pero tuvo que admitir que en Morris funcionaba.

Tenía el pelo negro apartado de su rostro exótico en una sola trenza, brillante.

Él estaba sobre la niña muerta que había abierto ya con su corte preciso, Y casi artístico.

Cuando levantó sus ojos oscuros hacia Eve, ella sintió que su vientre se apretaba.

Él tenía el mismo aspecto, ¿pero era él?

– Supongo que esto es una porquería de bienvenido de nuevo.- Ella cruzó, ofreció el segundo tubo. -Siento haber tenido que llamarte temprano y en un día de fiesta.-

– Gracias.- Él tomó la bebida, pero no abrió el tubo.

Su vientre apretado comenzó a saltar. -Morris-

– Tengo algunas cosas que decirte.-

– Está bien. Muy bien. -

– Gracias por encontrar justicia para Amaryllis-.

– No lo…

Levantó la mano libre. -Tengo que decir estas cosas antes de volver a nuestro trabajo, a nuestras vidas. Es necesario que lo diga. -

Con un sentimiento de impotencia, metió las manos en los bolsillos y no dijo nada.

– Nos ocupamos de la muerte, tú y yo, y con lo que la muerte deja de duelo. Creemos -o tenemos la esperanza- de que encontrando las respuestas, encontrando la justicia ayudamos a los muertos, y a la pena que envuelve a las muertes. Así es. De alguna manera lo es. Ya no lo creo, ni lo espero, ahora sé que así es. Yo la quise, y su pérdida… -

Hizo una pausa, abrió el tubo, bebió. -Fue inmensa. Pero tú estabas allí para mí. Como policía, y como amiga. Tomaste mi mano durante esos primeros pasos horribles de dolor, me ayudaste a mantenerme firme. Y encontrando las respuestas, me diste, y a ella, un poco de paz. Es un día para recordar la paz, supongo. El trabajo que tú y yo hacemos a menudo es feo e ingrato. Tengo que darle las gracias. -

– Está bien.-

– Hay más, Eve.- Rara vez utilizaba su nombre de pila, y al usarlo ahora, él cerró la mano sobre su brazo para mantenerlo quieto. -Aunque estés incómoda.- Y sonrió, sólo un poco -sólo lo suficiente para aflojar los nudos más apretados en su vientre. -Gracias por sugerir que hable con el padre López.-

– ¿Fuiste a verlo?-

– Lo hice. Yo había pensado en irme, alejarme hasta… Hasta. Pero no había ninguna parte donde quisiera estar, y, francamente, me sentía más cerca de ella aquí. Así que me quedé, y fui a ver a tu sacerdote. -

Ella tuvo que luchar para no retorcerse. -No es mío.-

– Él me dio consuelo-, añadió Morris ante su respuesta nerviosa. -Es un hombre de fe incuestionable, con una mente flexible y compasión ilimitada. Él me ayudó con los siguientes pasos difíciles, y me ayudó a aceptar que tendré más para tomar. -

– Él es… bueno, no un dolor en el culo al respecto. Es mucho más-.

Ahora la sonrisa llegó a los ojos oscuros y alivió más su tensión. -Un excelente resumen. Y gracias por confiar en mí cuando yo no me tenía confianza. -

– No sé lo que quieres decir.-

– Antes de que tu solicitud entrara en la mañana, buscaba las razones -excusas- para no volver todavía. Otra semana, quizás dos. Yo no estaba seguro de estar listo para estar aquí, para hacer frente a este lugar, para manejar el trabajo. Pero pediste por mí. Confiaste en mí, así que ¿qué otra opción tengo sino confiar en mí mismo? -

– Ella te necesita.- El único punto que Eve tenía de la inexpugnable fe de López. -Deena MacMasters te necesita. Tú tienes un buen equipo aquí, gente buena. Pero ella te necesita a ti. Ella nos necesita-.

– Sí. Así que… -Él la sorprendió al rozar sus labios, muy suavemente sobre ella. -Es bueno verte.-

– Um. Igualmente-.

Él le dio un rápido apretón en el brazo, y luego la soltó. ¿Y dónde está la inestimable Peabody? -

– Haciendo trabajo de campo. Tenemos mucho camino por recorrer. -

– Entonces vamos a empezar. Conozco a MacMasters, por supuesto. Él es sólido. Esto hará un agujero en él. -

– Él se está manteniendo.-

– ¿Qué más hay? Su nombre es Deena. -Él miró a Eve, obtuvo su visto bueno.-Mujer, de dieciséis años de edad con un estado de salud excepcional antes de su muerte. Se cuidaba y preocupaba por ella misma. La exploración no mostró lesiones anteriores de cualquier tipo, y confirma una excelente nutrición. Su última comida, consumida aproximadamente a las 18:30 de la tarde, fue la pizza con un relleno de pimientos, champiñones, aceitunas negras, y cerca de seis onzas de gaseosa de cereza. Ante la bandera de toxicidad, he determinado que el barbitúrico que ingirió con la comida estaba mezclado con la bebida. -

– La drogaron.-

– No puedo decirlo, solo que se ella ingirió el barbitúrico, y no hay signos de uso regular del misma en su análisis. Todo lo contrario. Teniendo en cuenta su peso, y la suposición de que no estaba acostumbrado a tomar drogas, la dosis hubiera sido suficiente para dejarla inconsciente, para tal vez tanto como una hora. -

– Un montón de tiempo para que él la lleve a la planta alta, la espose, a continuación, apague la cámara y tome los discos. Si lo hizo, en ese orden. Un montón de tiempo. Ella habría estado aturdida, desorientada cuando volvió en sí. -

– Sí. Ella ingirió otra dosis más pequeña -cerca de la medianoche. -

– ¿Una segunda dosis?-

– Sí. Tenía las manos esposadas a la espalda en las muñecas- hay profundas contusiones, laceraciones que indican que luchó en contra de ellas, muy violentamente. Las marcas en sus tobillos indicar una restricción diferente. Probablemente tela. -

– Sábanas-.

– Eso es consistente. Luchó contra ellos, también. Y si miras. -Hizo una pausa para tomar un segundo par de microgafas, que le dio a Eve. -Aquí-. Se inclinó sobre los tobillos juntos. -Los límites eran muy apretados, cavando en la piel. Aquí, aquí, aquí. -