– PC, reproducir, mismo segmento.-
– Jesucristo, Eve.-
– Necesito volver a verla-, le espetó ella. -Lo necesito analizar. Tal vez dijo algo que podemos recoger, tal vez hay algo que recoge su reflexión. -Ella se acercó a la pantalla cuando inició su reproducción.
Roarke cruzó para abrir el panel de la pared. Sacó una botella de vino, la destapó.
– No hay espejo, no hay superficie reflectante. ¿Sus ojos? La forma en que la tiene sentada, tal vez pueda obtener un reflejo en sus ojos. -
– ¿Viva o muerta? Lo siento,-dijo Roarke inmediatamente. -Lo siento por eso. En verdad. -
– Está bien.-
– No lo está. Ella es tan joven, y temo que sí, tan impotente. -
– No soy yo.-
– No. No tú, ni Marlena. Pero… -Le entregó una copa de vino, y luego tomó un largo trago de la suya. -Voy a ver si puedo conseguir algo de ella. Tendría una mejor oportunidad con el original que con una copia. -
– Tengo que registrarla en la Central, ejecutarla a través de Feeney.- Tiempo, pensó, todo toma tiempo, pero… -No hay atajos en esto.-
– Muy bien, entonces.- Roarke hizo un gesto a la pantalla. -No vas a mostrarle esto al padre.-
– No- Ella bebió porque tenía la garganta seca. -Él no necesita ver esto.-
Debido a que lo necesitaba, necesitaba el contacto, Roarke le tomó la mano mientras estudiaban la pantalla juntos. -Parece que tiene como motivo la venganza, su reparación-.
– Tenía que serlo. Yo no podía verlo de otra manera. -Una, y otra vez, leyó el texto definitivo, ese feo mensaje del asesino.
– Está presumiendo,- dijo en voz baja. -Él no pudo resistir hundir el cuchillo. Dejar el disco de música no fue el error. Sin embargo, añadir esto es un gran error. Él no se preocupa por eso, pero es un error. -
– No era suficiente, incluso torturar a esa niña, obligarla a decir esas palabras -las últimas- a su padre. Tenía que añadir la suya. -
– Exactamente. Esa es una grieta en el control, en la lógica, incluso en la paciencia. -
– Matar-, sugirió Roarke. -Para algunos es un subidon, una carrera.-
– Eso es correcto. Estaba tan malditamente satisfecho de sí mismo. Todas las semanas, los meses de preparación llegan a su final aquí, en lo que él considera su victoria. Así que tiene que hacer su pequeño baile. Es un error, una debilidad -, dijo con un guiño. -Él puso mucho de sí mismo allí, no pudo resistirse a reclamar su responsabilidad por ella. Es el tipo de cosa que nos da algo a lo que agarrarnos. -
Personal, pensó. Profundamente personal. -Necesitaba que MacMasters supiera y sufriera con su conocimiento. Nos da un foco. Nos concentramos en MacMasters, sus expedientes, su carrera. ¿A quién ha bajado, a quien dio una patada en sus últimos años como policía. Todo lo que hizo hasta que estuvo frío y controlado. ¿En esta parte? Es arrogante, e incluso mientras está satisfecho, es realmente molesto. Eso le ayuda. -
Debido a que ya era suficiente, tal vez demasiado, Roarke se alejó de la pantalla. -Espero por Dios que lo haga.-
– Vamos a tomar un descanso.-
– Eso lo estás haciendo ahora por mí.-
– Solo a medias.- Ordenó apagarse la pantalla y una copia del disco. -Tienes razón, esto nos ha golpeado muy fuerte. Necesito sacarlo de mi cabeza por un rato. -
Volvió a preguntarse por qué no había visto lo pálida que se había puesto, lo oscuro de los ojos. -Vamos a comer. No aquí. Vamos a dejar esto. Vamos a tener una comida al aire libre, afuera. -
– Está bien. Sí-. Ella dejó escapar un suspiro que alivió un poco la constricción en el pecho. -Eso estaría bien. Debo informar a Whitney, y al equipo. Tengo que hacerlo ahora. -
– Haz eso, y yo me encargo de la comida.-
Cuando llegó abajo, salió a la terraza, se quedó con su copa de vino en el límite entre la piedra y el césped. Él había encendido las luces que iluminaban los árboles, los arbustos, los jardines para que brillaran bajo la luna. La mesa estaba puesta, – él la preparó, – con velas encendidas, platos cubiertas, de plata.
Dos mundos, supuso. El que habían dejado lejos por un momento, y el que estaba aquí, brillante en la noche.
– Cuando construí esta casa, este lugar-, comenzó, todavía mirando hacia la oscuridad brillante, -quería una casa, y la quería importante. Segura, por supuesto. Pero creo que no lo fue hasta que estuvimos juntos en la misma cama, entonces era segura. La seguridad no era una prioridad para mi. Me gustaba bordearla. Cuando amas, la seguridad se convierte en algo fundamental. Y aún con lo que somos, y lo que hacemos, ahí está el borde. Lo sabemos. Tal vez lo necesitamos.-
Se volvió hacia ella ahora, y el fue a la vez luz y sombra.
– Anteriormente dije que no sabía cómo podías soportar lo que haces, ver lo que ves. Supongo que me lo preguntaré una y mil veces y de mil maneras a través de nuestra vida juntos. Pero esta noche, lo sé. No tengo las palabras, no tengo frases ingeniosas o filosofía elevada. Simplemente sé. -
– Cuando sea demasiado lo que traigo a casa, me lo tienes que decir.-
– Querida Eve.- Él dio un paso hacia ella, deslizó la punta de sus dedos sobre su cabeza de pelo desordenado. -Quería una casa, y la quería importante. Conseguí el envoltorio de la misma, ¿no? Un envoltorio impresionante con todo esto. ¿Pero tú? Lo que tú eres, lo que traes a casa, -incluso eso, tal vez debido a eso, haces que resalte su importancia. Y yo, ¿que podría añadir a ello? Bueno, podría equilibrar la balanza un poco. -
– ¿Estás buscando el equilibrio?-
– Puede ser -, murmuró. -Así que.- Él se inclinó para depositar un beso en la frente. -Vamos a comer.-
Levantó una de las tapas de plata y estudió el plato debajo. Un trozo de pescado ligeramente a la plancha con una colorida mezcla de verduras con bastante pasta rizada.
– Parece… saludable-.
El se echó a reír, y la besó de nuevo. -Apuesto que va a bajar bastante fácil. Luego, puedes borrar lo sano con mucho café y algunas de las -cookies- que has escondido en tu oficina. -
Ella le lanzó una mirada suave mientras se sentaba. -Escondido indica oculto. Sólo hay que poner distancia, de tal manera que ciertas personas cuyos nombres riman con Treebody y McBlab no puedan apoderarse de ellos y meterlos bajo su bufanda. -Cortó un poco de pescado, se lo comió. -Está bueno.-
– Como una alternativa a la pizza-.
– No hay alternativa a la pizza. Es única. -
– ¿Te acuerdas de tu primer trozo?-
– Recuerdo mi primera pizza en Nueva York, -la verdadera. Fuera de la escuela, mayor de edad. Me sacudí del sistema y llegué a Nueva York, ingresé a la Academia. Pasaron un par de semanas, y yo estaba moviendome por la ciudad, consiguiendo mi rumbo. Entré en este pequeño lugar, -West Side de Polumbi. Pedí una porción. Tenían un mostrador que corría a lo largo de la ventana del frente, y me senté allí. Lo mordí y fue como, no sé, mi pequeño milagro. Pensé, soy libre, por fin. Y estoy aquí, donde quiero estar, y estoy comiendo esta maldita pizza y mirando a Nueva York. Fue el mejor día de mi vida. -
Ella se encogió de hombros, cortó varios trozos de los pescados a la plancha con delicadeza. -Maldita sea, también está bueno, como la pizza, -.
Eso le rompió el corazón.
Durante un tiempo hablaron de cosas intrascendentes, afortunadamente de cosas ordinarias. Pero él la conocía, su mente, su estado de ánimo.
– Dime lo que dijo Whitney. Está dentro de tu cabeza. -
– Eso puede esperar-.
– No hace falta.-
Ella jugaba con las verduras. -Él está de acuerdo en que no tiene sentido mostrar a MacMasters el disco, o que -en este momento -le informe de la misma. Nos centraremos en los casos de MacMasters, actuales y anteriores, a ver si podemos conectar cualquiera de ellos a las amenazas archivadas. Pero… -