– ¿Quién se come caldo?-
– Las personas enfermas, tal vez.-
– Quemar la tarta tiene más sentido, porque entonces nadie puede comerla, enfermas o sanas. Un equipo pequeño y compacto,-continuó-, mientras que
Peabody pensaba desconcertada en el pastel. -Entonces, cuando él está en, la caja, lo cerramos. Él no tiene ninguna razón para estar preocupado. Él piensa que estamos persiguiendo nuestras colas-.
– Sí, estamos siendo golpeados por los medios de comunicación. Incluso sabiendo que es por el bien de la causa, es un ¡ay! -.
– Aguanta-, ordenó Eve. -Puede caminar directamente hasta MacMasters, mirarlo a los ojos, y ver el resultado de su trabajo. Entonces la tarea se ha completado. Multitarea, eso es lo que hace. Él calcula que tendrá a la tercera en su lista, la madre del juez, el viernes o sábado, y el lunes el memorial de Robins. Él estará libre de moverse a la siguiente. -
Ella cerró la computadora y la pantalla, reunió los discos.
– Vamos a la cabeza ahora. Quiero pasar por el lugar, de arriba abajo, antes de que el equipo se reúna. -
No es la primera vez que Eve deseó que los MacMasters hubieran elegido un lugar más pequeño, menos complejo para el memorial de su hija. Se paró en la gran entrada del vestíbulo, sofocante por el aroma de los lirios, y estudió las diferentes vías de evacuación.
Arriba, abajo, adentro, afuera, hacia los lados, pensó. El lugar era un hervidero, y el personal un enjambre de abejas tranquilas de traje negro. Cruzó el suelo de mármol pulido hacia el primer banco de los ascensores.
– Disculpe. ¿Hay alguna manera en que la pueda ayudar? -
Eve miró el rostro sobrio de la mujer que dio un paso hacia ella.
– Detalles de seguridad para la familia MacMasters.- Eve sacó su placa.
– Por supuesto.- La mujer consultó a un pequeño tablero electrónico. -El servicio conmemorativo de MacMasters se llevará a cabo en la sala doscientos. Eso es el segundo piso. ¿Quiere que la acompañe? -
– Creo que podemos encontrar el segundo piso.-
– Por supuesto-. El sarcasmo se deslizó por la compostura bien engrasada, mientras sus ojos, su voz, continuaron irradiando una simpatía extrañamente eficaz. -Nicholas Cates gestiona dicho programa. Yo le avise de su llegada. ¿Hay algo más en lo que podría servirle hoy? -
– No-
Eve entró en el ascensor, marcó la segunda planta.
– Ella era espeluznante,- decidió Peabody. -Sé que se supone que es reconfortante y tranquilizador, pero es espeluznante con ese susurro -esa voz- de cementerio. Todo este lugar entero es espeluznante. Es como un lujoso hotel de muerte. -
Considerándolo, Eve frunció los labios. -Estaba pensando que es más como un exclusivo spa de la muerte. Dan manicura a los cadáveres en el sótano. -
– Eeww-.
– No digas eeww. Es de debiluchos. -
– Lugares como este me hacen sentir débil, sobre todo ahora que me estoy imaginando a algún técnico de la muerte hablando del color de la pintura de uñas.-
– Tal vez Trina debiera trabajar aquí.-
Ellas se bajaron en otro pasillo ancho, con más mármol, más bancos de flores elaborados. Mientras caminaban, Eve miró las puertas abiertas para ver al personal vestido respetuosamente de negro preparando los servicios.
Más flores, notó, pantallas de pared activas para hacer pruebas de funcionamiento de videos o fotos de los muertos que la familia elegía.
– Teniente Dallas.- Un hombre con cabello dorado y un rostro angelical se apresuró hacia ella. Presumía de la versión de macho susurrando -con la voz de cementerio como Peabody había dicho. -Soy Nicholas Cates. Mi supervisor me dijo que la esperara. Siento no haber estaba abajo para darle la bienvenida. ¿Qué puedo hacer para ayudarla? -
– Usted puede cancelar los demás servicios y visitas de esta mañana, y mantener fuera a todos los que no tienen relación directa con el memorial de MacMasters de esta planta.-
Él sonrió, con tristeza. -Me temo que eso no es posible-.
– Así me han dicho.-
– A pesar de que queremos cooperar en la medida de nuestra capacidad, hay otros, los difuntos y sus seres queridos, que deben ser considerados.-
– Así es. ¿Usted ha verificado su seguridad interna, y a todos los miembros del personal en el lugar? -
– Por supuesto. Todo el mundo cuenta. Nos hemos acomodado a sus equipos electrónicos. Van a hacer uso de mis oficinas para el día. -
Ella se trasladó con él a la sala principal de la suite. Al igual que los otros, los preparativos habían comenzado. Ella no hizo caso de las flores, el rostro sonriente de la joven muerta en la pantalla de pared, las imágenes en los caballetes, el ataúd blanco brillante envuelto en flores -de color rosa y púrpura – sobre el hielo.
Revisó las terrazas, los salones, las escaleras, los baños y la pequeña sala de meditación a través del pasillo.
Todas las salidas serían cubiertas por ojos electrónicos y cuerpos calientes. Ella y Peabody habían completado carreras de cada miembro del personal, y ejecutado una secundaria en cada miembro del personal asignado al servicio ese día. Tendría agentes vestidos de civil, incluida ella misma, mezclándose con los dolientes. Y todos ellos estarían cableados.
Todos los policías bajo su mando habían sido informados sobre el procedimiento y la operación.
Nada que hacer, pensó, hasta hacerlo.
CAPITULO VEINTE
TREINTA MINUTOS ANTES DEL MEMORIAL, CON el equipo en su lugar, Eve vio a los MacMasters y un pequeño grupo de otros salir del ascensor. Se hizo a un lado mientras Cates los llevaba hacia la sala privada.
Pero Carol MacMasters se sacudió del brazo de su marido y se volvió hacia ella.
– ¿Por qué está aquí?-Preguntó. -¿Por qué no está por ahí haciendo su trabajo? ¿Usted piensa que la quiero aquí, que quiero sus condolencias? Mi bebé está muerto, y el monstruo que la mató todavía está ahí fuera. ¿Así de buena es para nosotros? ¿Así de buena es usted? -
– Carol, detente. Para ahora-.
– No voy a parar. Nunca voy a parar. Es un caso más para usted, ¿no? Sólo otro archivo. ¿Así de buena es? Está en todos los medios de comunicación que no tienen nada. Nada. ¿Así de buena es? -
Cuando empezó a llorar, el hombre de más edad a su lado la atrajo hacia sí. -Vamos, Carol, vamos ahora. Necesitas sentarte, tienes que venir conmigo. -
Cuando la llevó, los demás los siguieron mientras MacMasters miraba sin poder hacer nada por ellos. -Lo siento, teniente.
– No-.
– No quiso tomar un calmante. Ella no quiso nada para ayudarla a pasar esto. Yo no sabía que había estado observando los informes de los medios hasta que fue demasiado tarde para detenerla, y ella está demasiado… demasiado dolida para entender. Es en parte culpa mía. Al tratar de consolarla le dije que lo tendría antes de hoy. Yo sé bien. Sabía que no, pero… -Él sacudió la cabeza, entró en la habitación.
Un momento después, Cates cerraba las puertas dobles. Carol llorando se golpeaba con los puños.
– Ella estaba mal, Dallas-, dijo Peabody. -Fue injusta.-
– Mal puede ser. Injusta es una cosa diferente-.
– Pero…
– Enfócate sobre por qué estamos aquí.- Ella caminó lejos de la puerta y del sonido del llanto. -¿Feeney? ¿Los ojos encima? -
– Los ojos encima-, dijo él a través de su auricular. -Peabody tiene razón, tú estás equivocada. Eso es todo al respecto. Tu hombre, Whitney y su señora, el comisario, algunas chapas de ilegales. Estamos recibiendo las entregas, lado norte, bastante regular. Flores, mensajeros, lo que considero como muertos. Un par de fiambres acarreados al sótano. -
– Entendido. Quiero ser informada. -Ella esperó hasta que el ascensor se abrió. -Comisionado Tibble, Comandante, Sra. Whitney. Los MacMasters están dentro de la suite para la familia. -