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La cara MacMasters se tensó mientras miraba al suelo.

– Esto es parte de ello-, dijo Eve, cuando se acercó a él. -Es lo que hacemos. Lo mejor que podemos hacer. Tengo que preguntarte algo, Jonás, y tengo que escuchar la verdad. ¿Atraparlo va a ser suficiente? -

MacMasters llevó su mirada hacia Eve. -Necesitas saber si puedes confiar en mí.-

– Necesito saber si puedo confiar en ti. Yo no estoy en tu posición, pero eso no quiere decir que no entienda el conflicto-.

– He pensado en matarlo, en lo fácil que sería. Tú sabes que he pensado en ello. -

– Si usted dijera que no lo hizo yo no lo creería.- No podía leer su cara, sus ojos. Era demasiado buen policía para mostrar lo que había en su mente. -Me gustaría pensar que ha sopesado la satisfacción de la misma frente a las consecuencias. Dejar a su esposa sola cuando más le necesita. Hay un montón de otras consecuencias, pero realmente no van a pesar mucho para usted ahora mismo. -

– Quiero matarlo. Quiero que sufra. Me gustaría poder decir que la placa, lo que representa, lo que es para mí me detendría de matarlo. Me gustaría poder decir que saber que me dejaría fuera del servicio y que dejaría a Carol sola es lo que me detendría. -

– ¿Pero?-

– Yo quiero que sufra. Creo que voy a despertarme todas las mañanas de mi vida, y mi primer pensamiento va a ser que mi chica se ha ido. -Tomó un aliento, lento, largo. -Quiero despertar cada mañana por el resto de mi vida con el segundo pensamiento de saber que aún está pagando por ello. Cada día, cada hora durante el resto de mi vida quiero saberlo. Así que será por mi esposa. Tengo que estar aquí cuando comience su sufrimiento. Puede confiar en mí. Y si eso no es suficiente…

Tomó el arma en la cadera, se la ofreció.

– Usted me dio la respuesta-, le dijo.

Asintió con la cabeza, enfundó el arma.

Eve subió las escaleras cuando los hombres de Mimoto cargaban un par de bolsas para su viaje de campamento. Ella, junto con Feeney, observaba la actividad exterior para la configuración del EDD en la casa de Deke Mimoto. Fotografías y parafernalia deportiva llenaban la sala. Un enorme sillón estaba ante una pantalla de entretenimiento flanqueada por estantes abarrotados de más fotografías e incontables trofeos.

– El viejo jugaba béisbol en la secundaria, en la universidad y en Doble A. Fue recogido por los Yankees, jugó una temporada – un hit de trescientos cincuenta y dos.-

Intrigada, Eve dio a los recuerdos un estudio más detallado. -¿En qué posición?-

– Catcher. Luego, se accidentó de la rodilla, y eso fue todo. Entró en la enseñanza, como entrenador de secundaria. Subió a director, a continuación, administrador del condado, algo de politiquería. Trabajó la mayoría de los veranos en la construcción. Un infierno de hombre -, agregó Feeney con admiración evidente. -Estuvo aquí interrogándome sobre el equipo. Espero estar la mitad de fuerte a su edad. -

Se volvió hacia los estantes. -¿Estoy haciendo lo correcto, Feeney? ¿Dejando a MacMasters en esto? -

Se recostó en su silla. -¿Se siente como correcto?-

– Sí. Sí, sí. -

– Entonces tienes que ir con él.-

Volviendo a la pantalla, Eve miró a Charity Mimoto. Estaba parada, con las manos en las caderas, dando órdenes a sus hombres mientras cargaban. Parecía solo otra mañana, pensó Eve. Otra mañana de verano en los suburbios. Una familia gritándose unos a otros, riendo, bromeando unos con otros.

Vio cómo el Sr. Mimoto daba a su esposa un abrazo entusiasta, vio que sus labios se movían cuando le susurró al oído.

– ¿El está preocupado?-

Feeney negó con la cabeza. -Uno pensaría que lo estaría. Se lo pregunté, pensando en darle una charla. Pero él dijo que su Charry se puede manejar. Estaba orgulloso de ella. Tengo que decir, estoy inclinado a pensar que ella tomaría a este bastardo abajo sin nosotros. -

– Tal vez sea así.- Eve puso una mano sobre el hombro de Feeney. -Pero vamos a hacer esto por ella. Allí van -, murmuró, cuando el último de los hombres se apiló.

Charity estaba de pie, agitando alegremente la mano. Entonces se volvió, caminó hacia la casa, haciendo una pausa para agacharse y tirar de algunas malas hierbas de un cantero de flores en el camino.

En momentos, Eve escuchó el sonido de la música del piano que subía por las escaleras.

– Bueno-, comentó Feeney después de algunos compases. -Es bueno escuchar un clásico, y oírlo tocar con algo de estilo.-

– Sí, supongo. -Eve se acercó a la ventana de privacidad- para mirar la calle desde otro punto de vista. -¿Qué es, Beethoven o algo así?-

– Niña-. Feeney dejó escapar un fuerte suspiro. -No sé que hice mal contigo. No tienes la cultura. Eso es Springsteen. Es el jefe. -

– ¿El Jefe de quién?-

Feeney sacudió la cabeza con disgusto. -Sin esperanza. ¡Fuera de aquí y envía a Jamie adentro. Estamos ahora en el reloj. Y, además, él puede ser educado sobre la música clásica. -

– Muy bien. Comprueba los ojos y oídos una vez más,- le dijo mientras salía. -Vamos a asegurarnos de que funcionan en todas las partes que los necesitamos.-

Ella hizo otro recorrido de la casa, controló la posición de sus hombres, controló todos los comunicadores. Ningún error, pensó, no esta vez.

Se unió a Peabody en lo que Charity llamaba sala de sentarse, justo al lado de la sala de estar.

– La música es agradable-, comentó Peabody.

– Sí, eso me han dicho. Él va a llamarla primero, a su enlace de bolsillo -, para que esté lista para él, le abra rápido la puerta. Y es una manera de asegurarse de que está sola, de que la casa está vacía. Es el mismo patrón que con Deena. Buen barrio, la mayoría de los residentes en el trabajo. Ella le dará de beber, de comer. Esa es su costumbre, su manera. Él lo sabe. -

– Es casi la hora-, agregó Peabody. -Y ella sólo sigue tocando el piano.-

– Ella sería un buen policía.- Eve miró la minipantalla que le dio una visión completa de la sala de estar.

Tenía hombres apostados dentro y por fuera, algunos de ellos-como ella misma y Peabody- a pocos pasos de Charity Mimoto.

No, Eve no le permitía hacerle daño.

Pero ella lo necesitaba en el interior. Él no debía oír cuando la puerta de la jaula se cerraba, pensó. No debía saber que había entrado en la trampa.

– Lo tenemos-, dijo Jenkins en su oído. -Hacia el este a pie, a dos cuadras. Camisa marinera, pantalones marrones, gorra de béisbol, anteojos negros. Lleva una mochila negra y trae unas flores. -

Eva pensó en las flores que había traído a Deena. -Entendido. Mantengan su posición. Todas las posiciones en espera. Los equipos A y B, esperan a que esté adentro, dentro de la caja, a continuación, pasan a segundo plano. Sonido apagado. -

Esperó hasta que recibió un acuse de recibo de cada jefe de equipo. -¿Sra. Mimoto?-

– ¿Sí, querida?-

– Él está en camino. Sólo a un par de cuadras. ¿Está bien? -

– Estoy muy bien. ¿Cómo estás? -

Eve movió la cabeza ante el aplomo inquebrantable de la mujer. -Estamos bien. Está trayendo flores. Quiero que haga todo lo que ensayamos, pero luego va a querer poner las flores en agua. Usted se excusa, y va a la cocina.-

– ¿Es entonces cuando él droga mi limonada, no es cierto?-

– Eso es probable. Usted permanezca en la cocina. Lo detendremos, señora Mimoto-.

– Estoy seguro de que lo harán, pero vamos por él.- Sonó el enlace de bolsillo-. -Apuesto a que sé quién es. No se preocupe. ¿Hola? -