– Al último asesino en serie que conocí también se le respetaba. Antes de que se descubriera lo que tenía en el sótano.
– Has visto a demasiados asesinos en serie, nena.
Seguramente era cierto.
En cualquier caso, lo que le había dicho a Gordon era cierto: estaba asustada. A pesar de la fachada de frialdad y confianza en sí misma que solía mostrar, había una parte muy importante de ella que deseaba meterse en la cama y taparse con las mantas hasta la cabeza con la esperanza de descubrir, al despertar, que todo había sido una pesadilla. O regresar corriendo a Quántico, su puerto de abrigo.
No podía hacer ninguna de las dos cosas, desde luego.
No, Riley Crane (siempre tan sensata, tan racional, tan fiable y profesional) no haría algo así. Se quedaría hasta el final, acabaría lo que había empezado, seguiría al pie del cañón, y todos esos tópicos. Porque, sencillamente, no estaba en su carácter meterse en la cama y taparse con las mantas hasta la cabeza.
Por muy mal que fuesen las cosas.
Así que, cuando sonó el timbre pasadas las siete y media, respiró hondo y fue a recibir a Ash con una sonrisa y total serenidad.
– Hola -dijo.
– Hola -respondió él. Y la envolvió en sus brazos, levantándola del suelo para besarla. Allí mismo, en la puerta, donde todo Opal Island podía verlos.
«Adiós, discreción. Adiós, serenidad.»
Riley sospechaba que todos sus huesos se estaban derritiendo. Sospechaba también que no le importaba mucho.
Cuando levantó la cabeza por fin y volvió a dejarla de pie, él dijo:
– Llevaba todo el día deseando abrazarte. Para tu información, parece que me he convertido en adicto a ti. Anoche no pegué ojo después de que me echaras a patadas.
«¿Te eché a patadas? ¿Y por qué demonios hice eso?»
– No te eché a patadas -murmuró, razonablemente segura de que no haría una cosa así.
– Puede que no literalmente, pero el resultado fue el mismo. En lugar de pasar la noche en una cama caliente con una mujer caliente, acabé solo con un whisky y una vieja película. Creía que habíamos dejado atrás eso, Riley.
Ella se arriesgó.
– ¿El qué?
– Ya sabes lo que quiero decir. Si sólo quisiera compañía para salir a cenar y echar un polvo después, conozco a mujeres mucho menos complicadas que tú que estarían dispuestas a hacerlo. -Hablaba con absoluta naturalidad, sin engreimiento alguno.
«Hmmm. ¿A qué complicaciones se referirá? ¿Quiénes son esas otras mujeres? ¿Es posible que yo no sea un ligue?»
No sabía qué sentía al respecto. Demonios, no sabía cómo se sentía respecto a nada de aquello.
– Mira -continuó Ash-, respeto esa necesidad tuya de tener espacio y tiempo para ti. Lo entiendo, de veras. Los dos sabemos que tengo muy mal genio y que yo también soy un solitario. Lo único que digo es que la próxima vez que decidas que quieres dormir sola, te agradecería que me avisaras con un poco de antelación.
«Anoche debía de tener que ir a otra parte. Toma nota: evidentemente fue algo de última hora, o habría echado a Ash mucho antes de la hora de dormir. Me pregunto qué fue. ¿Sabía que había alguien en peligro? ¿Qué iba a pasar algo malo? ¿Y si así fue…? ¿Por qué no te lo dije, amor mío?»
– Perdona. Queda anotado para el futuro -dijo Riley, preguntándose cuándo le había rodeado el cuello con los brazos. Dado que sus brazos ya estaban allí, no se molestó en quitarlos-. Yo también te he echado de menos, por cierto.
– Me alegra oírlo. -Volvió a besarla, brevemente pero con la misma intensidad-. Podríamos saltarnos la cena.
– No, a no ser que te gusten las mujeres casi comatosas -respondió ella. Allí se sentía en terreno seguro-. Estoy muerta de hambre.
Él se rio.
– Entonces hay que darte de comer, y esta noche no me apetece cocinar. ¿Lista para irnos?
«Supongo que eso explica lo bien surtida que está mi cocina. Ha estado cocinando él.»
Tampoco sabía cómo se sentía al respecto.
– Sí, estoy lista -dijo.
Capítulo 6
Cinco minutos después estaban en su enorme Hummer amarillo, camino del puente que llevaba al continente, y Riley tuvo que reconocer que Gordon tenía razón al decir que el coche de Ash era extremadamente llamativo. Además, el límite de velocidad en la isla, que era muy bajo, permitía que la gente sentada en los porches y las terrazas de las casas o que paseaba por las aceras, junto a la carretera, no sólo viera bien el vehículo, sino que reconociera a sus ocupantes.
La gente les saludaba con la mano. Y les decía hola tanto a ella como a Ash. Él no paró el coche en ningún momento, lo que al menos permitió que Riley se limitara a sonreír y a saludar con un ademán en respuesta a los saludos de los desconocidos.
«Bueno, al menos nuestra relación nunca ha sido un secreto. Eso cuenta, supongo.»
Había, sin embargo, secretos en su relación, obviamente, puesto que ella no le había dicho la verdad sobre el motivo que la noche anterior la obligó a marcharse temprano. A no ser que él lo supiera y le hubiera mentido respecto a…
«No compliques las cosas, maldita sea. Él no sabe que has perdido la memoria. Así que no está mintiendo. Sobre eso, por lo menos. Pero aquí está pasando algo más. Porque al parecer no le dijiste la verdad de la razón por la que querías que se fuera antes, y no sabes por qué se lo pediste.»
Claro que quizá sólo había querido estar sola y era una coincidencia que más tarde hubiera pasado algo.
No. Ella no creía en las coincidencias.
– Estás muy callada -dijo Ash.
– Es por eso que hemos visto hoy en el bosque. -Riley se encogió de hombros, amargamente consciente de que, siempre que necesitaba llenar un silencio o un hueco en blanco, lo primero que se le ocurría era hablar de trabajo-. He visto cosas peores, pero…, nunca es fácil.
– Yo esperaba no volver a ver nada parecido -dijo Ash-. En Atlanta ya vi asesinatos de sobra.
Riley dedujo que, obviamente, había vivido y trabajado en una gran ciudad. Seguramente como fiscal, claro. Era interesante que estuviera ahora allí. ¿Un revés en su carrera, o una elección consciente?
– Asesinatos hay en todas partes. Por desgracia.
– Tienes razón. Pero esta clase de asesinatos… ¿De veras crees que podría haber algún tipo de actividad ocultista por aquí? ¿Que podría ser un asesinato ritual?
– Creo que eso es lo que parece. A primera vista.
Ash frunció el ceño.
– Todavía tienes dudas, ¿no? A pesar de lo que has visto hoy.
Riley titubeó; luego habló despacio, intentando sopesar cada palabra mientras se preguntaba si estaba cometiendo un grave error al confiar en él, aunque fuera su amante.
Quizá precisamente porque era su amante.
– Creo, o sé, que los verdaderos rituales ocultistas, sobre todo los que acaban con un asesinato o con cualquier otro tipo de sacrificio material, son muy, muy raros. Sobre todo en lo que respecta a los sacrificios. Mucho más raro de lo que a algunos medios de comunicación les gustaría que la gente creyera. Tan raros que prácticamente no existen.
Ash asintió, ceñudo.
– Sí, lo recuerdo. La gran mayoría de los grupos ocultistas son completamente inofensivos, dijiste.
«Así que ya habíamos hablado de esto. Bien. Creo.»
– Exacto. Sus ritos y prácticas son simplemente el atavío de su fe religiosa. La mayoría de esos rituales son completamente inocuos y tienen como objeto celebrar la vida y la naturaleza.
– ¿Y los que no son inocuos?
– Son muy raros.
– Eso lo sé. ¿Y?
– Y suponen el culto a Satán y la creencia en la magia, la fe en que un ritual o rituales concretos pueden hacer que fuerzas sobrenaturales satisfagan sus deseos o ambiciones a quienes los practican. Pero hasta ésos rara vez incluyen un sacrificio material o un asesinato.