Выбрать главу

Ignorando las señales de «Precaución: dunas» colocadas deliberadamente por la playa y junto a todas las pasarelas, Jake se puso detrás de un pilar y se agachó.

– Estuve a punto de no verlo -dijo.

Riley se reunió con él, clavando una rodilla en la arena blanda, y miró la superficie áspera del grueso poste.

– Supongo que no puede ser natural -dijo.

– No. Encontré lo mismo en ese edificio abandonado que ardió la semana pasada en Castle. Yo diría que está hecho con un hierro de marcar, o por lo menos con algo lo bastante caliente como para quemar la madera.

Pasado un momento, Riley alargó el brazo y trazó con la mano aquella figura diáfana, que parecía, en efecto, haber sido grabada a conciencia en la superficie del poste.

Era una cruz invertida.

Era casi la hora de comer cuando Riley y el sheriff concluyeron lo poco que podían hacer en el lugar del segundo incendio, un edificio abandonado en las inmediaciones del centro de Castle. Se habían limitado a echar un vistazo al casco carbonizado de un edificio que antaño había sido un pequeño almacén y a examinar la cruz invertida grabada en una tabla por lo demás intacta, clavada verticalmente en el suelo, detrás del edificio, donde podía verse con toda claridad.

– No es muy sutil -murmuró Riley mientras volvían hacia la calle.

– ¿Tendría que serlo? -preguntó Jake-. Quiero decir que, ¿no se supone que una señal tiene que ser, bueno, una señal?

– ¿Una señal de qué? ¿De «aquí están los adoradores del diablo»? La mayor parte de las personas que practican el satanismo lo mantiene en secreto, Jake.

– Pues ese grupo de la playa, cerca de tu casa, no para de hablar de ello.

Lo cual inducía a Riley a pensar que eran probablemente inofensivos: que pertenecían más bien al satanismo «convencional» (el de cánticos y velas) que a sus márgenes extremos, en los que se practicaban rituales sangrientos y se intentaba dominar a los elementos o a alguna fuerza sobrenatural.

Pero se limitó a decir:

– No es muy sensato dejar indicios de actividad ocultista para que los encuentren desconocidos. A menos que uno tenga una buena razón.

Jake frunció el ceño.

– Está bien. Entonces puede que sea… ¿una especie de advertencia?

– Supongo que es posible. -No parecía capaz de pensar con claridad y sintió otro escalofrío de inquietud. ¿Cuántas barritas energéticas había comido desde el desayuno? ¿Dos? ¿Tres? Con eso debería bastar. Era más que suficiente. No había corrido una carrera de obstáculos, por el amor de Dios…

– ¿Estás bien? -preguntó Jake-. Estás un poco rara esta mañana.

– ¿Sí?

– Sí. Y no me has contestado. ¿Qué demonios te pasa?

El apuesto sheriff no le parecía especialmente sensible a lo que fluía bajo la superficie de las cosas, y Riley, por tanto, concluyó que saltaba a la vista que le pasaba algo extraño.

Genial. Era genial. Al parecer, ya no podía fingir.

– Soy distinta cuando trabajo, eso es todo -contestó, echando mano de un recurso de probada eficacia.

– No te ofendas, Riley, pero si es así como trabajas, no sé si vas a aportar gran cosa a la investigación.

A pesar de cómo había empezado la frase, su tono era agresivo y su actitud impaciente, y Riley no necesitó sus facultades extrasensoriales para darse cuenta de que estaba deseando provocar una discusión. Seguramente, pensó, porque no había conseguido lo que buscaba pinchándola en la jefatura de Policía.

Se preguntó si había dejado de salir con Jake porque no tenía tiempo para hombres que se creían un regalo del cielo, y no porque hubiera conocido a Ash y se hubiera sentido atraída por él.

En otras circunstancias tal vez le habría obsequiado con la discusión que, obviamente, él deseaba provocar, pero ese día se sentía sin fuerzas.

En cualquier caso, él se distrajo antes de que Riley diera con una respuesta. Y ella no supo si alegrarse o enfadarse cuando la causa de su distracción resultó ser Ash. Su Hummer estaba aparcado en la calle, junto al todoterreno del sheriff.

– ¿Cómo ha sabido dónde estábamos? -masculló Jake.

– No tenía que saberlo -contestó Riley tranquilamente-. Sólo ha tenido que recorrer las pocas calles que hay entre este sitio y el juzgado y buscar tu todoterreno.

Jake hizo una mueca.

– Sí. A veces olvido lo pequeño que es esto.

– No creo que aquí puedan guardarse muchos secretos -comentó ella.

– ¿Nunca has vivido en una ciudad pequeña?

Riley asintió con la cabeza.

– Entonces sabrás que hay secretos que sabe todo el pueblo y que siguen secretos, a veces durante generaciones.

– Cierto. -Algo le rondaba por la cabeza desde hacía al menos media hora, pero no conseguía definirlo. ¿Era algo relacionado con los lugares de los incendios? ¿Algo que había dicho Jake? ¿Un recuerdo que intentaba aflorar?

No lo sabía. Fuera lo que fuese, se le escapaba una y otra vez, sacándola de quicio.

«Es como el eco de algo que sólo oí a medias en su momento. ¿Cómo demonios voy a descubrir qué era?»

Sobre todo con su memoria de queso suizo y sus sentidos todavía abotargados.

Ash había salido al verlos acercarse.

– ¿Alguna idea sobre nuestro pirómano misterioso? -le preguntó a Riley cuando se reunió con ellos en la acera.

– Ninguna que sea de ayuda, me temo -contestó ella, alejando de sí aquellas disquisiciones inútiles, al menos de momento.

– ¿Sigues pensando que podría formar parte de algún tipo de actividad ocultista?

– Todavía no puedo descartarlo. -Riley se encogió de hombros-. Tengo que documentarme un poco, ver si encaja con algún patrón conocido.

– ¿Crees que es posible?

– Bueno, sí, al menos hasta cierto punto. Hay rasgos comunes a todas las religiones, a todos los sistemas de creencias. La escenografía puede cambiar con el paso de los años, y algunos líderes carismáticos pueden inventar sus propios rituales o sus formas peculiares de celebrarlos, pero las líneas generales permanecen idénticas.

Fue Jake quien dijo:

– ¿Y cuáles son las líneas generales de las prácticas ocultistas?

– Todos los rituales ocultistas giran en torno a la invocación de un poder sobrenatural capaz de operar un cambio.

– ¿Un poder sobrenatural? ¿Como la magia?

Su tono desdeñoso no sorprendió a Riley. Ni lo paranormal, ni las fuerzas sobrenaturales formaban parte de la vida de la mayoría de la gente, así que abundaban los ignorantes. Se había acostumbrado, de hecho, a tener que explicar a personas perfectamente inteligentes que lo paranormal no tenía nada que ver con vampiros o licántropos, y que la magia era algo más que una ilusión o que el movimiento de nariz de una bruja de la televisión.

Así que contestó con paciencia:

– En este contexto, un poder sobrenatural serían las fuerzas energéticas de la naturaleza, de los elementos. El viento, el agua, la tierra…, el fuego. En los rituales ocultistas, o mágicos, esa energía elemental se crea o se invoca y luego se canaliza o se dirige hacia un fin concreto.

Ash dijo:

– Entonces alguien quemó dos edificios para… ¿para qué? ¿Para usar la energía del fuego en provecho propio?

– Es posible, Ash.

– No pareces muy convencida.

Consciente de que Jake la miraba con el ceño fruncido, Riley se preguntó si estaba pensando otra vez que era de poca ayuda en la investigación. Pero mantuvo la mirada fija en Ash.

– Es frecuente que se use fuego en las prácticas ocultistas. Incluso una hoguera. Pero quemar un edificio… Yo diría que es excesivo. Y no sé para qué iba a necesitar alguien tanta energía o a creer que podía dominarla, si la tuviera. Todos los rituales tienen un propósito, y de momento no le veo ninguno a todo esto. Así que no, no estoy segura de que estos incendios estén relacionados con alguna actividad ocultista que pueda estar teniendo lugar en el condado de Hazard.