– ¿Ves?, otra vez te estás enfadando. Por favor, no me hagas repetirte el discurso sobre cómo me ha afectado lo que me pasó el domingo por la noche y sobre cómo tuve que aclararlo todo a ciegas, no sólo lo nuestro.
– Perdona -dijo él irónicamente-, pero yo no estaba allí la primera vez.
– Sí estabas. -Riley sacudió la cabeza-. Al menos así lo recuerdo yo. Maldita sea, era…, es tan real… No lo entiendo. No entiendo nada.
Ash la miró pensativamente.
– Bueno, sigues temblando un poco, pero también pareces estar tomándotelo con mucha calma.
Ella no se molestó en explicarle que en la UCE uno aprendía a afrontar las cosas inesperadas que le salían al paso sin previo aviso.
O tenía que marcharse. A toda prisa.
Sólo dijo:
– No es calma, es aturdimiento. Es muy distinto.
– Quizá deberías volver a Quantico, Riley.
– No. -Respondió inmediatamente, sin pensar, y en cuanto se oyó sintió que era lo correcto, lo que debía hacer. No estaba segura de casi nada, pero estaba absolutamente convencida de que tenía que quedarse. Iba contra la lógica y la razón (por no hablar de su adiestramiento), pero era lo que sentía.
«¿Y cómo puedo fiarme de lo que siento más que de lo que pienso? ¿Es un impulso genuino que lucha por abrirse paso entre la confusión de recuerdos perdidos y sentidos de los que no puedo fiarme, o es simple cabezonería, un deseo de no abandonar hasta que haya hecho mi trabajo?»
Podía ser cualquiera de las dos cosas. O ninguna.
Ash reclamó de nuevo su atención diciendo:
– Mira, los dos sabemos, o al menos eso espero, que no quiero que te vayas. He estado reuniendo todos los argumentos que se me ocurren para que pidas el traslado aquí, para que trabajes quizá en la oficina del FBI en Charleston. Pero dijiste que estabas pensando en tomarte un mes y medio de vacaciones, así que pensé que tenía un poco más de tiempo para presentar mi alegato.
Momentáneamente distraída (lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta su estado mental), Riley dijo:
– ¿Un mes y medio? ¿Dije que estaba pensando en quedarme…? ¿Cuánto? ¿Otras dos semanas?
Él asintió con la cabeza.
– El sábado hace un mes que estás aquí.
– Eso tampoco tiene sentido -murmuró ella. El domingo anterior por la noche ya sabía que Bishop y los demás miembros del equipo estaban saturados de trabajo. Quizá no hubiera hablado con Bishop, pero tenía por costumbre mantenerse al corriente de lo que pasaba en la unidad allá donde iba, y no lograba entender que estuviera considerando la posibilidad de prolongar sus «vacaciones» sabiendo que la UCE andaba escasa de personal.
– Muchas gracias -dijo Ash.
Riley sacudió la cabeza.
– No tiene nada que ver con lo nuestro. Bishop está investigando el caso de un asesino en serie que está haciendo estragos en Boston. Las noticias hablan de eso todos los días. Y yo sabía que los demás equipos estaban igual de ocupados. Ahora mismo, la UCE está al límite de sus efectivos. Sería muy raro que hubiera decidido quedarme aquí, trabajando en lo que se suponía que era una investigación oficiosa y de poca importancia.
– ¿De poca importancia?
– En un contexto general, sí. Al menos, hasta lo que pasó el domingo. Hasta ese momento, lo más violento que había pasado eran un par de incendios intencionados que habían causado daños materiales. No había ningún herido, y Jake y su gente no me necesitaban para investigar eso. ¿Para qué iba a quedarme aquí, sabiendo que hacía falta en otra parte? A no ser que…
Ash la observaba intensamente.
– ¿Sí?
– A no ser que supiera, por muy inofensiva que pareciera la situación a simple vista, que Gordon tenía razón y estaba pasando algo muy peligroso. Tú estás seguro de que todo lo que te decía indicaba que…
– Que no era «para tanto», creo que fueron tus palabras exactas. -Él frunció el ceño-. Aunque a juzgar por cómo te has comportado desde el domingo, podrías haberme dicho eso y creer todo lo contrario, y yo no me habría enterado. O eso parece.
Ella suspiró.
– Sabía que íbamos a tener que hablar de esto otra vez.
– Riley…
– Ash, no puedo disculparme por no confiar en ti durante esas primeras semanas, porque no estoy segura de que hubiera algo que contar. Ni de por qué decidí callármelo, si lo había. Y desde que me desperté el lunes he pasado casi todo el tiempo intentando descubrir si mi mente y mis sentidos iban a volver a ser lo que yo llamo normales. Siento que estés enfadado. Siento que estés dolido. Pero ponte en mi lugar un minuto y piénsalo. Si tú no tuvieras ni idea de por qué has hecho algo impropio de ti, de por qué has hecho un montón de cosas impropias de tu carácter, ¿cuánto tardarías en dejar a un lado tus dudas y confesárselo todo a la mujer que inesperadamente comparte tu cama?
Pasado un rato, Ash suspiró y asintió con la cabeza.
– Está bien, tienes razón.
– Gracias. -Masculló para sí misma-: Ojalá estuviera segura de que no tendremos que repetir todo esto mañana. La expresión déjá vu ha cobrado un nuevo significado para mí.
– ¿Crees que habrá más episodios de amnesia?
– No sé qué pensar. Excepto que sea lo que sea lo que me está pasando, no se parece a nada que conozca. Los episodios de amnesia y de pérdida de tiempo vivido no son desconocidos entre las personas con capacidades parapsicológicas. De hecho, son bastante comunes. Pero no suelen manifestarse como episodios de pérdida total de la conciencia o de conducta radicalmente distinta.
– ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que si tú y todos los demás no habéis notado nada raro en mí durante el tiempo que se ha borrado de mi memoria, eso sólo puede significar que en realidad no perdí esas horas. Estuve activa. Estuve aquí, haciendo cosas normales. Era yo. Pero luego, por la razón que sea, esas memorias y esas experiencias dejaron de existir para mí. He perdido la percepción de su realidad.
– ¿Por qué será que eso me da aún más miedo?
– Seguramente porque da mucho más miedo. Porque nuestra realidad se compone de cómo percibimos el mundo. Y si perdemos eso, aunque sean sólo fragmentos, entonces… No puedo fiarme de lo que pienso, ni de lo que siento… ni de lo que creo. Sobre todo ahora. No son solamente lagunas. Al parecer, mi mente ha empezado a rellenar los agujeros, los huecos en blanco, con recuerdos que no son auténticos.
– Suponiendo que puedas creerme a mí-comentó él.
– Tengo que creerte -respondió ella con firmeza-. Necesito tener algo sólido a lo que agarrarme, algo que me ancle. Y eres tú. Porque estás en mi cama. Porque antes de que empezara todo esto confié en ti hasta ese punto. Nunca me he tomado el sexo a la ligera, por si no te lo había dicho. Así que el hecho de que seamos amantes tiene que significar que confiaba en ti completamente a los pocos días de conocerte. Puede que no recuerde por qué, pero eso tengo que creerlo. Tengo que aferrarme a ello. Tú eres mi salvavidas, Ash.
– Ojalá pareciera alegrarte un poco más.
Riley hizo un esfuerzo decidido por aligerar su tono.
– Bueno, ¿qué puedo decir? Es una cuestión de control, ¿recuerdas? Por feliz que sea, siempre quiero llevar el timón de mi nave.
– Yo soy el capitán de mi alma -murmuró él.
– Sí. Ninguno de los dos controla su destino, pero eso no nos impide intentarlo.
– Ya habíamos hablado de esto.
– ¿Sí? -Riley sacudió la cabeza-. Entonces imagino que volveremos a hablar de ello. Mientras tanto, si quieres tirar la toalla, más vale que sea cuanto antes.
– Yo no tiro la toalla, Riley.
– Eso me parecía. Pero me pareció que debía darte esa opción.
– Opción anotada. Y rechazada.
Ella se descubrió sonriendo.
– Tengo el presentimiento de que me ha tocado un salvavidas buenísimo. Y sólo hace falta un poco de sentido común para saber que voy a necesitarlo. Las cosas pueden empeorar, Ash. Pueden empeorar mucho.