Pasado un momento, él preguntó:
– ¿Todo esto es el resultado de que te atacaran con una pistola eléctrica?
– No sé qué otra cosa puede ser.
– Una vez dijiste algo sobre… Riley, ¿podría ser la influencia de otra persona con facultades paranormales?
– ¿Teóricamente? Sí. Energías en contacto. Los campos electromagnéticos pueden manipularse, los impulsos electrónicos cortarse o redireccionarse. Hasta pueden crearse. Así funciona el cerebro, y hay muchos factores externos que pueden afectarle. Pero, que yo sepa, nunca nos hemos encontrado con una persona con poderes parapsicológicos que tenga la capacidad de influir en la mente de otra, ni siquiera mínimamente. A no ser que haya un vínculo consanguíneo muy fuerte.
– Lo cual no es posible en este caso.
Riley movió la cabeza de un lado a otro.
– Mis hermanos están dispersos por el mundo y mis padres viven en Australia. Y ninguno de ellos tiene poderes, de todos modos.
– ¿Es imposible que una persona que no sea de tu familia pueda estar haciendo esto?
– Sí, que yo sepa. ¿Alterar mis recuerdos? ¿Crear nuevos? Incluso en teoría, la cantidad de energía necesaria para hacer algo así es casi inimaginable.
«Edificios en llamas. Un sacrificio de sangre. No…, no un simple sacrificio de sangre: un sacrificio humano. ¿Cuánta energía oscura puede crear todo eso?»
Riley pensó por un momento que algo se agitaba en los márgenes de su mente, pero se le escapó.
– ¿Te darías cuenta, si alguien estuviera influyendo en tu mente?
– Quizá. Probablemente. -Seguro que sí. Seguro. Pensar lo contrario, considerar la posibilidad de que sus actos no fueran suyos, de que sus recuerdos y hasta sus pensamientos fueran obra de otra persona, le ponía los pelos de punta.
Era mucho menos temible creer que una simple descarga eléctrica había alterado todos los circuitos de su cerebro.
Pero aun así…
«¿Será por eso por lo que me quedo sin fuerzas tan rápidamente? ¿Porque mi mente intenta rechazar una especie de ataque del que ni siquiera soy consciente? ¿Es posible que eso suceda?»
– ¿Por eso estás tan segura de que fue el ataque con la pistola eléctrica?
– Creo que es lo más probable. -«Lo espero, al menos.» Alargó la mano para frotarse la frente-. No puedo pensar con claridad. Pero sé que la memoria puede ser muy engañosa hasta en las circunstancias más favorables. Si a eso se añade una descarga eléctrica de potencia y duración desconocidas, es muy probable que el cerebro se trastorne. Especialmente el cerebro de una persona con poderes parapsicológicos, que suele tener una actividad eléctrica mucho mayor de lo normal en cualquier circunstancia.
Ash sacudió la cabeza.
– Eso me supera.
– A mí también -reconoció Riley. Titubeó y luego añadió-: Tengo que llamar para informar. Porque es mi obligación y porque, si hay alguien que pueda entender lo que pasa en mi cabeza, es Bishop.
– Pareces poco convencida.
– De eso, no. Sólo me estaba preguntando cuántos malabarismos podrá hacer antes de que algún plato se caiga al suelo.
Capítulo 16
– ¿Y no recuerdas absolutamente nada de lo que dijiste o hiciste durante esas dos lagunas? -Por el tono tranquilo de Bishop, nadie habría adivinado que la situación le pareciera extraña o que estuviera en medio de una investigación increíblemente intensa. De momento, al menos, parecía perfectamente capaz de seguir compaginando, como un malabarista, diversas tareas.
– No -contestó Riley-. Es como si me desmayara y me despertara horas después.
– Lo cual -señaló Bishop- es distinto al primer episodio de amnesia, inmediatamente después del ataque con la pistola eléctrica.
Riley tardó un momento en darse cuenta.
– El lunes por la tarde, cuando me desperté, tenía recuerdos fragmentarios. Tenues y borrosos, pero estaban ahí.
– Sí. Es la consecuencia física lógica de una alteración temporal de la actividad eléctrica normal del cerebro. Como una explosión de energía que provocara una dispersión, una fragmentación de los recuerdos. Te faltaba la capacidad de hilarlas, pero todas las piezas, todas las experiencias, seguían ahí.
– ¿Sólo los recuerdos?
– Dímelo tú.
Riley se quedó allí parada, con el teléfono de la casa pegado al oído, mirando distraídamente por las ventanas que daban al mar. Ash esperaba pacientemente en la terraza, con la mirada pensativa fija en el agua. Riley se preguntó qué pensaba; qué sentía.
No tenía ni idea.
Respiró hondo antes de contestar a Bishop.
– No, no sólo los recuerdos. Más cosas. Los sentidos. Las emociones. Hasta la capacidad normal de interpretar las expresiones de los demás, de formarte una idea de lo que piensan y sienten. Todo está disperso, lejano.
– Pero no los conocimientos. Ni el entrenamiento. A eso todavía puedes acceder.
– Creo que sí -dijo ella con cautela.
– Entonces yo diría que sigue estando todo ahí, Riley.
– En pedazos.
– Puedes volver a juntarlos.
– ¿Sí? ¿Cómo? -Temía que su voz sonara tan trémula como se sentía.
– Ya has dado el primer paso. Fuiste capaz de usar tu clarividencia en la escena del crimen.
– Pero nunca la había usado así.
– Cabe la posibilidad de que la descarga eléctrica haya alterado eso para siempre.
Ella se dio cuenta de que tenías las uñas cortas clavadas en la palma de la mano y se obligó a abrir el puño derecho. Mientras miraba cómo se desvanecían las marcas enrojecidas, dijo lentamente:
– ¿Hay algún precedente?
– Más o menos. Los campos eléctricos nos afectan, Riley. Prácticamente a todos. Pero el cómo nos afectan depende de cada individuo. Puede tener efectos secundarios impredecibles, desde una leve desorientación a un cambio radical de nuestras capacidades. Pero una descarga directa al cerebro… El único caso parecido que conozco es el de un médium que se electrocutó accidentalmente. Se le paró el corazón, pero pudieron reanimarle.
– ¿Y? ¿Sigue viendo muertos?
– Antes no los veía, sólo los oía. Ahora los ve en tecnicolor y los oye tan claramente como me oyes tú a mí. Constantemente, si deja caer el escudo que tardamos más de un año en enseñarle a levantar.
– Es como vivir en medio de una multitud ruidosa a la que sólo puedes ver y oír.
– Sí. No es agradable.
– Ese médium no forma parte del equipo.
– No. Puede que algún día sí, pero todavía no. Ahora mismo sólo puede intentar llevar una vida aparentemente normal.
Riley habría preferido seguir hablando de los problemas de otras personas, pero volvió a concentrarse de mala gana en los suyos.
– Entonces, la descarga de esa pistola puede potenciar o alterar mi clarividencia hasta el punto de que ahora quizá pueda tener visiones.
– Es posible.
– No me lo habías dicho. ¿Verdad? Dios mío, ni siquiera recuerdo si hablamos ayer.
– Sí, un momento. Y no noté nada raro en la conversación, así que está claro que durante esas horas que no recuerdas te comportaste normalmente. En cuanto a si hemos hablado de la posibilidad de que tus capacidades se hayan visto alteradas, no, no de manera concreta.
– ¿Crees que es posible?
– ¿Francamente? -Una primera nota de cansancio se filtró en su voz-. Han pasando tantas cosas aquí que no he tenido mucho tiempo de pensar en nada más.
– Sí, te vi en las noticias. Parece un caso difícil.
– Lo es. Pero ahora mismo todos los equipos están trabajando en casos difíciles. Incluida tú, Riley.
– Lo sé. Debería regresar a Quantico. Pero las respuestas están aquí, Bishop. Además, ha muerto al menos una persona, y es muy posible que haya otra víctima. Y yo estoy involucrada. No sé cómo, pero lo estoy. No puedo escapar de eso.