– Guau.
El sonrió, pero su voz sonó áspera cuando dijo:
– Cariño, la primera vez que hicimos el amor generamos calor suficiente para crear una estrella pequeña. Así que créeme cuando te digo que entiendo que los seres humanos puedan crear y canalizar energía. Sobre todo si se combinan adecuadamente.
Ella se aclaró la garganta.
– Ojalá me acordara.
– Te lo recordaré esta noche. O antes. -Volvió a besarla, brevemente esta vez, y añadió-: No sé cuánta energía estás extrayendo de mí ahora mismo, pero te la doy encantado, sobre todo si te está sirviendo de algo. Además, me parece que puedo prescindir de ella.
– Sí, eres una de esas personas que tienen de sobra. Más de la que necesitas o de la que puedes usar. -Era algo que había sentido desde aquel primer momento en el lugar del crimen, con recuerdos o sin ellos: aquella intensidad palpable que irradiaba de él-. Tienes que comprarte un reloj nuevo cada mes, o casi, porque todos se te estropean, y apuesto a que tienes problemas con los cajeros automáticos y los ordenadores.
– Pues sí. Tienes razón en las dos cosas.
– Algunas personas generan un montón de energía y no pueden canalizar productivamente su exceso. Otras la queman muy rápidamente. Incluso demasiado rápidamente.
– Entonces nos complementamos perfectamente. Lo que no entiendo es por qué acabas de darte cuenta de que puedes absorber mi energía. Corrígeme si me equivoco, pero hasta ahora tenía la impresión de que yo era una de las causas principales de que perdieras energía. O de que lo era nuestra relación, en cualquier caso.
– Y así es. -Ella se quedó pensando-. Supongo que se debe a que estaba tan inquieta por no tener el control que no podía conectar con tu energía, ni consciente ni inconscientemente, hasta estar desesperada. Hasta que mis reservas estaban tan bajas que era cuestión de pura supervivencia. Tú me has enseñado mi reflejo, y a un nivel muy primitivo me he dado cuenta de que tenía que tenderte los brazos o me moría.
– ¿Has hablado con alguien de ese afán tuyo de controlarlo todo? -preguntó él con una media sonrisa.
Ella no pudo evitar echarse a reír, aunque fuera un momento.
– Sí. A ti te pasa lo mismo. Es difícil tener fe en alguien.
– Y poner tu suerte en manos de otros. Sí, lo sé. Estabas muy cabreada por eso.
Riley tuvo que reírse otra vez.
– Apuesto a que sí. Pero eso explica que me comportara de forma tan rara, ¿no? Nunca había estado enamorada.
– Eso dijiste. Mirándome con enfado.
– No es verdad.
– Sí lo es. Tenías el ceño fruncido. No es que me importara. Yo tampoco me había enamorado nunca, y al principio también estaba un poco molesto. Me preguntaste si nuestra relación iba a ser abierta. No creo que ninguno de los dos fuera capaz de ocultar gran cosa, y fuimos bastante apasionados desde que nos conocimos.
– ¿Desde que nos conocimos?
– Sí. Por desgracia, tú habías salido con Jake el día que nos conocimos. Nos presentó él.
Riley hizo una mueca.
– Uf.
– Sí.
– Entonces, no me extraña que esté tan arisco.
– He intentado hacerme perdonar -reconoció Ash.
Ella se quedó pensando un momento, pero luego sacudió la cabeza.
– No puedo pensar en eso ahora mismo. Más adelante arreglaremos lo de Jake, tenderemos puentes o haremos lo que haga falta.
Con la capacidad, propia de un abogado, de centrarse en un tema cuando era necesario, Ash dijo:
– Está bien, volvamos a tu convicción de que estabas perdiendo energía debido a la influencia de otra persona.
– Sí. Si tengo razón, y creo que la tengo, todos esos rituales ocultistas, incluido el asesinato o asesinatos, no eran una cortina de humo, sino más bien una estratagema.
– Para conectar con la energía oscura y utilizarla.
Riley asintió con la cabeza.
– Pero ¿ése no es siempre el fin de cualquier ritual ocultista?
– Hay argumentos en un sentido y en otro. Según mi experiencia, a la mayoría de quienes practican la magia negra les interesa más subvertir las tradiciones religiosas, mandar a Dios a paseo como niños traviesos, y convencerse de que comportarse como animales es liberador.
– ¿Vestirse con túnicas y follar en un ataúd?
– Sí, básicamente. Sólo que sin sacrificios humanos.
– Entonces, normalmente no muere nadie.
– No, prácticamente nunca. Es raro que se derrame sangre. Las únicas excepciones que conozco han sido casos en los que alguien verdaderamente malvado dirige o controla un grupo. Es el tipo del asesino sádico. Unos cuantos han intentado imitar a Charlie Manson, convenciendo a sus seguidores de que maten por ellos, pero casi siempre son ellos los que matan. Les divierte disfrazarse con túnicas y fingir que están convocando al diablo o canalizando su energía, y que es todo por la noble causa de iluminar a los ignorantes.
Ash había fruncido el ceño.
– De acuerdo. Entonces, si el sacrificio humano era solamente un ingrediente del ritual para crear energía, y si no crees que la muerte de Wesley Tate fuera una cortina de humo para ocultar a un asesino con un móvil concreto…
– Entonces, puede que saber quién era no sea tan importante como creía al principio. -Ahora fue Riley quien frunció el ceño-. Pero Tate sigue siendo parte del rompecabezas, de todos modos. Encaja en alguna parte, y no sólo porque procurara la sangre para el ritual. A las víctimas se las elige. Por muy loco que esté el asesino, su lógica tiene sentido dentro de su propio mundo.
– Entonces, el paso siguiente es hablar con el grupo de la casa de los Pearson.
– Son los únicos satanistas confesos que conocemos de momento. Y aunque se perdieran los preliminares, lo cual es problemático y no me ayuda a juntar las piezas, no hay duda de que estaban aquí a tiempo para participar en lo que pasó el domingo por la noche. -Arrugó el ceño.
– ¿Qué pasa?
– Ese recuerdo que acabo de tener. No sé si puedo fiarme de él, porque estaba recuperando fuerzas, pero si fue eso lo que pasó de verdad el domingo por la noche, entonces cuando llegué al claro tuve la extraña sensación de que todo estaba preparado. O manipulado de algún modo. El cadáver era real, pero todo lo demás, hasta mi sensación de que allí había habido una ceremonia previamente, parecía irreal.
Ash sacudió la cabeza ligeramente, desconcertado.
– Tú mismo lo dijiste. La conspiración en casos de asesinato es extremadamente rara. Puede que no hubiera conspiración. Las ceremonias de ocultismo que hayan podido tener lugar aquí pudieron acabar sin ningún asesinato.
– ¿Y el asesinato tuvo lugar después, por obra de un solo individuo?
– ¿Por qué no? Los satanistas se lo pasan en grande celebrando un ritual inofensivo, bailan y cantan alrededor de una hoguera, beben un montón de vino y practican sexo en cantidad, y luego se van a casa a dormir la borrachera. El asesino vuelve más tarde y hace lo suyo, preparándolo todo para que parezca que fue parte de la ceremonia. Utiliza el lugar y el asesinato como medio para generar más energía negativa, a través del asesinato mismo y del miedo que genera en la gente. Y nos mantiene distraídos. Así perdemos tiempo buscando en sitios equivocados y haciendo preguntas equivocadas.
– Como quién tenía motivos para matar a Wesley Tate, por ejemplo.
– Tal vez.
Ash dijo lentamente:
– Si ese asesino tiene la capacidad de absorber energía a través de lugares o rituales, o lo que sea, y canalizarla y utilizarla, tiene que haber algo que lo impulse. Uno no se despierta un buen día y decide que hay mejores modos de destruir a la gente que una pistola o un cuchillo.
– No. Aunque sea un don natural, el tiempo y el esfuerzo necesarios para aprender a controlarlo… Canalizar energía en bruto no es muy divertido. Hay que tener una motivación muy poderosa.
– ¿El odio, quizá?
– Probablemente -respondió Riley
– Entonces la verdadera cuestión es quién te odia lo suficiente como para hacer todo esto con el fin de destruirte.
– Sí -dijo Riley-. Esa es la cuestión.