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Permítanme que les recuerde que estas imágenes… desde la cámara en la parte delantera del cohete. Falta una capa de ozono… efectivamente esterilizada por la radiación solar ultravioleta. La atmósfera… más tenue que nuestros mejores vacíos de laboratorio. Se puede ver a Fobos, la más grande… a sólo unos 4.500 kilómetros de distancia comparada con nuestra Luna… Deimos, el segundo satélite, está más arriba… tan brillante a la vista como Venus…

A través de los años, el sillón que había en la habitación terriblemente antigua de Pop (con sus latas de conserva y sus vasos empañados), delante del televisor, se había impregnado de sus emanaciones. Cualquier otra persona que se hubiese sentado en ese sillón hubiera sucumbido de inmediato a las náuseas y hubiera saltado de allí como de un asiento eyector. Pero Pop no: en su sillón se sentía completamente vivo. Véanlo ahora, recorriéndose los dientes inferiores con la lengua, mientras miraba la pantalla con esa mezcla de miedo y admiración que sólo reservaba para la más sincera y exacta pedografía, muy fácil de encontrar en cualquier quiosco de Shepherds Lodge (y que habitualmente marcaba a sus habitantes). Ya había visto antes esta imagen… todos la habían visto: el color rojizo oxidado ante un horizonte extrañamente cercano. Pero ahora, en cierto sentido, el planeta era un Marte vivo, y la vida lo llenaba de amenazas por todas partes. La ligera niebla parecía grasa en el carmesí color carne del regolito, y las formas parecían moverse y cambiar en las penumbras de los precipicios…

Por un segundo desapareció la imagen. Luego volvió a oírse la voz de Incarnacion Buttruguena-Hume, cálida, con esa extravagante calidad humana:

En varios sentidos Marte es un mundo pequeño. Su superficie es un tercio de la nuestra, su masa sólo una milésima parte. Pero en otro sentido Marte es un mundo grande. Sus precipicios… que los nuestros, sus picos son más altos. Este es el Olimpo, tres veces más alto que el Everest, pero con una ladera de declive tan suave que no proyecta sombra. Se parece a los volcanes de… me acaban de informar que esta nave ya no está bajo nuestro control. Nos están llevando. Ahora… ahora…

Y era visible: en absoluto silencio pero con un esfuerzo que estremecía al firmamento, la montaña se abría… ahora sus flancos superiores se inclinaban hacia atrás como un nido lleno de polluelos titánicos esperando comida con los picos abiertos. La nave delantera, Nobel 1, evolucionaba con esfuerzo sobre estos bastiones, y luego cayó a plomo. La siguió Nobel 2. Durante el descenso Pop sintió que estaba en un ascensor que bajaba hasta las entrañas del edificio que vibraban intensamente a su paso, y demasiado rápido: con toda la ávida aceleración de la caída libre.

Todas las pantallas de televisión de la Tierra estaban negras. Y luego aparecieron estos numerales de color verde pálido: 45:00. Y continuaron con: 44.59, 44.58, 44.57…

En realidad pasó dos veces ese tiempo antes de que sucediera nada. Apareció una luz débil y la cámara se sacudió, consternada, como si la hubieran arrancado de un largo sueño. Había sombras, figuras. Se oían murmullos y toses. Y uno de los números dejaba oír en voz muy alta: ¡Hola!… ¡Hola!… Hola…

Aquí todo bien. Hemos estado esperando en este… recinto. Las naves se han acoplado sin problemas y simplemente hemos seguido las flechas. Uno de los científicos laureados se cayó hace un momento, pero no se lastimó. Y por un momento Miss Mundo tuvo un problema menor con su provisión de aire. Llevamos trajes tramados calentados con filamentos y…

Por supuesto se había suscitado una enorme controversia sobre quiénes irían y quiénes no a conocer al portero de Marte. Cualquier terráqueo podía ir. Al fin y al cabo ya no había nada atemorizante, ni siquiera exótico en los viajes espaciales. En las décadas del 30 y el 40, antes de que los satélites realmente se multiplicaran, el turismo lunar se expandió hasta tal punto que partes de la superficie de la luna se parecían ahora a un ventoso Torremolinos. Es verdad que la Luna estaba a menos de 400.000 kilómetros, y Marte, en la oposición del momento, a casi dos millones. Pero cualquiera podía ir. Nunca había sido tan difícil conseguir pasaje. Había sesenta y cinco asientos. Y siete mil millones de personas en la fila.

Tuvieron que enfrentarse no sólo entre ellos sino también con el portero de Marte, quien, en una serie de comunicaciones, se había revelado como un estipulador rápido y abrasivo. Al principio, por ejemplo, se había negado a dar su aprobación a clérigos o políticos. Más tarde, presionado por un masivo referéndum a encontrar un par de asientos para el Papa y el presidente de los Estados Unidos, el portero de Marte no hizo reír a nadie cuando mandó el siguiente correo electrónico al New York Times, obligando a ese periódico a romper un tabú muy antiguo: “publicar la obscenidad completa”, advirtió, “o los dejo por el Post”: “No me manden boludos, ¿eh? Nada de boludos. Únicamente talento”. Quería científicos, poetas, pintores, músicos, matemáticos, filósofos, y “algunos ejemplos de pulcritud masculina y femenina”. No quería otros medios que Incarnacion Buttruguena-Hume (y su camarógrafa, y también podía traer a Pick). El forcejeo siguió hasta la cuenta regresiva en Cabo Cañaveral. Finalmente había veintiocho laureados en ciencias exactas a bordo de los Nobel 1 y 2, varios modelos, Miss Mundo, miembros del personal de la NASA, y varios investigadores y comunicadores de diversas ramas de las Humanidades. El portero de Marte se había obstinado mucho con Miss Mundo, aunque el concurso que ella había ganado ahora era un asunto oscuro, discutido entre unos doscientos espectadores en el Marriott del aeropuerto de Buffalo.

Esta debilidad del portero -por las malas palabras y el sarcasmo duro- fue tema de mucha discusión entre los terráqueos y causa de mucha inquietud. Aun aquellos que compartían la debilidad del portero parecían sentir una brecha en el decoro cósmico básico. El psicólogo pop, Udi Ertigan, tranquilizó muchas conciencias con la siguiente sugerencia (pronto adoptada como actitud general): “Veo aquí una mezcla de estilo alto y estilo bajo. El estilo alto se siente programado, el bajo adquirido. ¿Adquirido por quién? ¡Por nosotros! Nuestras transmisiones de TV salen al espacio con la velocidad de la luz. ¡Estamos frente a un robot que ha visto muchas películas! Pero no había que engañarse: el portero de Marte era real. Al principio los desconfiados dudaron y los oportunistas aprovecharon. Pero el portero de Marte definitivamente era real. Sus breves informaciones introductorias sobre el congelamiento del combustible habían revolucionado la aeronáutica. Y cada dos semanas incursionaba en una disciplina tras otra con los mordaces memos sobre temas tales como la síntesis de las proteínas, la fuerza de Coriolis, la teoría del congelamiento lento, el cálculo del tensor, el caos y la entropía K, la gastrulación en biología evolutiva, las variables sentenciales, la catátrofe de las mariposas, el número Champernowne y el Entscheidungsproblem. El portero de Marte había prometido revelar una fórmula para la fusión en frío (“No soy un experto”, escribió, “y tengo algunos problemas para simplificar la matemática”) y una cura para el cáncer. (“¿O algo sobre la prevención? ¿O sobre la remisión?”)