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”En primer lugar teníamos asuntos que atender en nuestra propia casa. La gente del Miedo y la Gente del Pánico se unieron para enfrentar un enemigo común. Un enemigo cercano.”

El portero de Marte guardó silencio; su cabeza, con su arco de acero, tenía una actitud interrogativa. Vladimir Voronezh, uno de los rusos laureados (su campo era la formación de las galaxias), fue el primero en hablar:

– Mi querido señor, tengo la impresión de que usted quiere decirnos que alguna vez hubo vida en otro lugar del sistema solar.

– Por cierto. Ustedes tienen que perder la costumbre de pensar en el “milagro” de la vida, el estupendo “accidente” de la inteligencia, etcétera. Puedo asegurarles que en este universo la cognición no vale un comino. Marte, como planeta Tipo V, era extremadamente insular en su fase de Riqueza Total. No había interés en la exploración del espacio, a pesar de la tecnología adecuada. Pero éramos perfectamente conscientes de la coexistencia de dos mundos Tipo W: Júpiter y…

– ¿Júpiter? -El que habló fue lord Kenrick Douglas (fuentes cuasi-estelares de radio). -Señor, nosotros algo sabemos del sistema solar. Júpiter es un gigante de gas. Está rodeado de nubes gélidas de 900 kilómetros de profundidad sumergidas en un casco de hidrógeno líquido. Nuestras pruebas suicidas nos dicen que no hay superficies sólidas en ese planeta. ¿Podría decirnos qué aspecto tenían los jovianos? ¿Medusas con escafandras, seguramente?

Este chiste provocó algunas risas nerviosas. El portero se puso tenso al oírlas: no estaba ofendido sino concentrado, lleno de eficiente curiosidad. Dijo:

– ¿Puedo hacerle yo una pregunta a usted? -Parecía dirigirse a Miss Mundo. -Los que se rieron, ¿lo encontraron cómico o maligno? No, no importa. Permítame decirle, señor Laureado con el Premio Nobel, que Júpiter no siempre fue un gigante de gas. Originariamente era mucho más pequeño y más denso. Una capa de piedra sobre una médula de silicato de hierro. Pero eso fue antes de que se metieran con Marte.

”¿El sistema de tormentas que ustedes llaman la Gran Mancha? ¿La mancha del tamaño de la Tierra en su trópico sur? Ese fue el punto cero para un aparato NH4 que mandamos hacia allá.

– ¿Amoníaco? -preguntó Voronezh. Le brillaban los ojos.

– Sí. Es algo de lo que estuvimos muy orgullosos por un tiempo. Convertimos su lugar en una gran bomba de mal olor, sin cambiar su masa. Para evitar problemas de perturbación más abajo en la línea. En esa época algunos dijeron que la guerra con Júpiter podía haberse esquivado perfectamente. Otros opinaban que la reacción de Marte había sido exagerada. Al fin y al cabo era un planeta de Tipo W, a millones de años de distancia de alguna posibilidad seria de amenaza. Sea como fuere, la Guerra con Júpiter se redujo a seis meses. Pero entonces percibimos que en otro sector nos habían perdido el respeto, y dirigimos nuestra atención a…

– No me lo diga. A Venus.

– Dirección equivocada. No, a Venus no. A Ceres.

El portero de Marte esperó. Fukiyarha dijo prolijamente:

– Ceres no es un planeta. Es la roca más grande en el cinturón de asteroides.

Estudiando serenamente las puntas de sus garras el portero de Marte dijo:

– Sí, es cierto. Se pusieron agresivos y… -se encogió de hombros y agregó-: Cuando nuestra fuerza expedicionaria regresaba de Júpiter, recibió una transmisión ambigua de Ceres, otro mundo de Tipo W, aunque muy inferior a Júpiter. Es posible que en la exaltación del momento el comandante marciano haya percibido equivocadamente un matiz de sarcasmo en el mensaje de tributo de Ceres. De todos modos la Guerra con Ceres terminó esa misma tarde. Después, durante varias semanas, en nuestro planeta reinó una paz llena de inquietud. Se hicieron planes para dar un golpe preventivo a la Tierra. Algunos marcianos sentían que allí había potencial agresivo. Porque… Bien. Acción en el planeta azul. Fotosíntesis. Disociación fotoquímica del sulfuro de hidrógeno, nada menos. La energía de la luz rompía los vínculos juntando el oxígeno con el hidrógeno y el carbono. Las bacterias se transformaban en cianobacterias. La rampa. ¿Dónde es el incendio? Pero entonces sucedió algo que cambió todas nuestras perspectivas. De pronto comprendimos que todo esto no significaba nada y que la acción estaba en otra parte.

”En el año 2.912.456.327 a. de C, según el calendario de ustedes, los Arqueros de Orión nos enviaron una flecha de aviso. Compactaron a Plutón. Originariamente Plutón era un gas gigante del tamaño de Urano. Y los arqueros lo aplastaron. Sin ningún cuidado por la conservación de la masa… por eso las perturbaciones que ustedes han notado en Neptuno. ¿Ustedes creían que Plutón era un planeta? ¿Pensaban que ése debía ser el aspecto de Plutón? Se podría decir que, en los Arqueros de Orión, Marte había encontrado un adversario apropiado. Un mundo de Tipo V. Con las mismas armas. Con los mismos problemas de salud mental. Una cosmonáutica ligeramente superior. La Guerra con los Arqueros de Orión, con los combatientes separados por veinte kiloparsecs, fue, como se imaginarán ustedes, un asunto bastante prolongado. El viaje de ida y vuelta llevaba 150.000 años; a la mitad de la velocidad de la luz, que podíamos lograr con nuestras máquinas exploradoras, se descubrió que los efectos relativos eran graves. Sin embargo, las grandes naves partieron. Onda tras onda. La Guerra con Los Arqueros de Orión prosiguió acaloradamente durante más de mil millones de años. ¿Quién ganó? Nosotros. Ellos, los Arqueros, continúan allí. Su planeta está allí. Durante ese trilenio la naturaleza de la guerra cambió. Ya no era una guerra nuclear ni cuántica-gravitacional. Era una guerra neurológica. Informacional. La vida continúa para los Arqueros, pero su calidad de vida se ha reducido sutilmente. La estructuramos de manera tal que creen ser simulacros en un universado computado determinista. Se cree que ése es el máximo sufrimiento al que se puede llegar en un mundo de Tipo V. El sabor de la victoria era dulce. Pero en ese entonces supimos que la guerra interplanetaria, aun a esas distancias, básicamente también era una mierda. Ah, y entre tanto, en ese interludio de mil millones de años, la vida en la Tierra fue un infierno. El oxígeno se estableció como gas atmosférico. Células con núcleos. Cada vez más infernal.

” La Guerra con los Arqueros amplió nuestros horizontes. Los astrónomos marcianos se interesaron en una cuestión con la que ustedes todavía están luchando. Me refiero a la materia oscura. La velocidad con que rotan nuestras galaxias sugiere que el 98,333 por ciento de cualquier masa galáctica es invisible y sin explicaciones. Nosotros ya pasamos por todas las evoluciones que ustedes están recorriendo, y más. ¿Qué era la materia oscura? ¿Neutrinos masivos? ¿Estrellas caídas? ¿Planetas destruidos? ¿Agujeros negros? ¿Residuos de resonancias? ¿Fluctuaciones del plasma? Entonces, en cierto modo, nosotros los hicimos estallar. Teníamos la respuesta delante de los ojos, pero había que superar un rechazo mortal a enfrentar esta verdad. No había materia oscura. Todas las galaxias habían sido activadas, alineadas. Incluida la nuestra. Muchos, muchos ciclos atrás.

”Con unanimidad instantánea se decidió que no íbamos a tolerar ese sometimiento. A pesar de los efectos contrarios. Se creía que estábamos frente a un mundo o entidad de Tipo N… tal vez de Tipo M. Ahora sé que nos enfrentábamos con un mundo Tipo Q, aunque oscuramente relacionado con un poder del orden del Tipo J. Y, a propósito: aparte del hecho desnudo de su existencia, no sabemos nada, en este horizonte particular, de los mundos Tipo A a I, incluido.

”Nuestra idea era lanzar un ataque sorpresa al corazón de la galaxia. Pensamos que nuestra pequeña pero mensurable probabilidad de éxito dependía totalmente de la sorpresa, de lo instantáneo de la acción. De nada nos ayudaría esa basura de los Arqueros. No era cuestión de avanzar tranquilamente hacia el centro, a 130.000 kilómetros por segundo… simplemente tendríamos que estar allí y atacarlos con todo lo que teníamos. Ahora. Para actuar con claridad. En sus aspiraciones tecnológicas, en la Tierra, ustedes están restringidos por ciertas negligencias, como la falta de fondos, pero también por lo poco que saben de las leyes de la Física. Punto. De modo que, adivinen: ¿cómo vamos a hacerlo?