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”Pero ya he hablado mucho de Marte. Hablemos de la Tierra. Antes de comenzar, ¿qué les parecería un intervalo? Hay… baños al fondo. Me temo que no hay jabón. Ni toallas. Ni agua caliente. Les sugiero que se armen de coraje. Después del intervalo daremos un paseo. Primero les daré las malas noticias. Después les daré las malas.

Pop Jones salió por la puerta del fondo, miró hacia un lado y hacia otro a la débil luz de las estrellas, y avanzó, con su afanoso andar de pato, por el borde del sector sur del predio. Las llaves tintineaban en los bolsillos deformados de su traje de sarga negra. Era importante, pensó, caminar lo más rápido posible… Pop Jones se sentía ensordecido, despersonalizado. Qué tranquilo estaba todo: no había chicos en los bancos, fumando, peinándose, protestando, tosiendo, rascándose, abriendo la boca. Pop pasó por las puertas de la Rectoría y subió la escalera.

En general no estaba autorizado a entrar en la sala de descanso. Su espacio público era la despensa, un rincón deteriorado entre los baños y el galpón de las bicicletas, donde, si quería, podía tomar un jarro de cacao entre los miembros del personal que se ocupaban de la comida y el cuidado del jardín. Pop Jones golpeó la puerta y entró.

La habitación lo recibió con un repentino silencio. Sólo se oía una voz perdida que llegaba de alguna parte. Venía del televisor con pantalla en la pared; alguien decía: Una forma de salir de la paradoja de la tenue-estrella-jo-ven es la de los cálculos de transferencia radiactiva, que sugieren que la presencia de CO2 en el primitivo Marte… Olor a cerveza, a cenicero, té de jengibre, bizcochos de jengibre, pelo color jengibre, y muchas latas vacías. Y el señor Davidge, junto con el señor Kidd y el señor Caroline, que se da vuelta y pregunta, con su fuerte acento galés:

– ¿Sí, Jones?

– Quería hablarle de Timmy, señor. Timmy Jenkins.

Sintió que el silencio se hacía todavía más profundo. El señor Davidge esperó. Luego dijo:

– ¿Qué sucede con Timmy?

– Está en Enfermería, como usted sabe. Y Fitzmaurice dice que no pueden apagar la televisión, señor. Sin desconectar todo el…

– ¿Y qué solución propone, Jones?

– La dirección dio órdenes sobre el noticiario, señor…

– ¿Y qué solución propone, Jones?

– Pedir permiso para trasladarlo al jardín de invierno, señor.

El señor Davidge miró al señor Kidds y dijo:

– ¿Les parece bien, verdad? Sí, Jones, creo que podemos dejar a Timmy a su afectuoso cuidado.

Todos ensayaban una especie de sonrisa. Por un momento Pop sintió la aterradora impresión de estar en una habitación llena de desconocidos. Bajó la cabeza y salió.

Hacía mucho que el jardín de invierno no se usaba. Llevaba al extremo sur del edificio principal, cerca de las habitaciones de Pop Jones. Llevó a Timmy allá en un sillón de ruedas y lo acomodó, bien abrigado, en un sofá. El chico colaboró como pudo. Pop recordó: tres días atrás, cuando encontraron a Timmy… Esa hermosa mañana, estaba en el aire la posibilidad… esa posibilidad que llegaba desde el jardín. En todos los periódicos y por televisión estaban analizando la “clave” marciana para el proceso del envejecimiento, tan elegante, tan comprensible. Y todos se reían y se sentían lánguidos… Pop apoyó las manos en sus caderas redondeadas y dijo:

– Ay, Dios mío, ¿quién te lo hizo, Timmy? Fue “Day”, ¿verdad? Dios mío, Timmy.

– Piso -dijo Timmy.

¿Y qué pasa con el orden moral?, se preguntó, acomodándose en el sillón gris. La pantalla decía: 03,47, 03,46, 03,45.

2

– En el Ultraverso hay infinito número de universos e infinito número de planetas, y en el infinito todo recurre infinito número de veces. Esto es un hecho matemático. Pero no dio resultado en el caso de ustedes. Entre los incontables cientos de miles de millones de mundos Tipo V catalogados hasta ahora, puedo asegurar que ninguno presenta una imagen de retardo tan agonizante como el de la Madre Tierra. Para decirlo con claridad: los planetas de Tipo Y que existen aproximadamente desde que existen ustedes son, sin excepción, planetas Tipo X o mejores. La Tierra tiene otras peculiaridades. El DNA lo conozco desde que ustedes eran chicos. ¡Soy testigo de todos sus sufrimientos! Los he visto arrastrarse por la sabana y aullar alrededor de las fogatas. Los he visto embadurnar con mierda las paredes de sus cavernas. Los he visto trastabillar, andar a tientas, errar, abortar, caer de rodillas, agitarse, tropezar, estropear lo que hacían. Los he visto esforzarse hasta el límite de sus fuerzas, vomitar. Siento… a veces siento que también yo me he vuelto parcialmente humano a través de tantos, tantos años…

Ahora la sala de conferencias estaba apenas iluminada.

Se veían los perfiles lechosos de los espectadores, formas de cabezas, Incarnacion con la mano de Pickering en las rodillas, lord Kenrick aflojando los hombros, Zendovich inclinado hacia adelante con el mentón apoyado en una mano, Miss Mundo masticando chicle y sin pestañear. En el escenario el robot se movía entre sombras, visible gracias al brillo de su cara. Se acercó hacia adelante y se sentó. El portero de Marte se había cambiado la ropa. Ya no llevaba la chaqueta de sarga, sino un smoking de color rojo desvaído, de terciopelo gastado. Al principio parecía que era una ilusión óptica por la luz, pero no. Tenía dos remaches oblicuos, como ojos, en el eje curvo de la cara.

– ¿Qué les pasó a ustedes, mis queridos doble hélice? ¿Por qué se quedaron atrás? Lo más notable, sin duda, fue el fracaso de su ciencia. El absoluto fracaso de su ciencia. Sus Einsteins y sus Bohrs, sus Hawkings y sus Kawabatas… hubieran estado lamiendo el suelo de rodillas en los laboratorios de Marte. Sólo ahora están recibiendo ustedes los primeros susurros de más altas dimensiones. En Marte, siempre se pensó en diez dimensiones. Los Perros del Infinito están empezando a pensar en diecisiete, los de Resonancia en treinta y uno, el Tercer Observador en sesenta y siete, las entidades más elevadas en un número de dimensiones a la vez sin límites y finito. Pero ustedes piensan en cuatro. Como yo. Me hicieron así. Yo tenía que ser algo que ustedes comprendieran.

”Luego: la religión terrestre y su poco creíble tenacidad. En cualquier otra parte inventan unos cuantos mitos de la creación durante un tiempo y luego se liberan de ellos cuando la ciencia empieza a funcionar. ¿Y ustedes? Uno de sus escritores lo dijo sucintamente: no hay evidencia de la existencia de Dios aparte del deseo humano de que exista. Una idea extraordinaria. ¿Qué es este deseo? Todos los demás quieren a “Dios” también… pero desde un ángulo diferente. Para nosotros, “Dios” no es de arriba para abajo. Es de abajo para arriba. ¿Para qué desear un poder mayor que el de uno? ¿Por qué no desear convertirse en Dios? Hasta el más afable y conciliatorio de los marcianos hubiera encontrado despreciablemente débil ese afán prometeico de ustedes. Es verdad que en Marte tuvimos que enfrentar (y tal vez nunca la enfrentamos seriamente) nuestra posición en el orden del ser. Va más allá del Tercer Observador, mucho más adelante y más arriba. ¿Y adónde se llega? Una entidad para quien el Ultraverso es una bola de billar. Y tal vez no es más que un portero. Un Ultraportero. Esta entidad, con su vicario el Tercer Observador, creó la vida en Marte. ¿Y yo qué debo hacer con Él? ¿Idolatrarlo? pero, ¿qué carajo tienen ustedes en la cabeza? Eso es cosa de ustedes. Ustedes, finalmente, son adoradores talentosos.

” La Tierra sería una curiosidad de gran interés para los cosmoantropólogos, si los hubiera, pero al Ultraverso jamás le ha importado la información inactiva. En mis propias reflexiones he adoptado la obvia visión homeostática de que la ciencia y la política de ustedes fueron deprimidas de manera natural (y brutal) para que sirvieran de fondo al arte. Porque el arte de ustedes… En ninguna otra parte de este universo ni de ningún otro se toma tan en serio al arte. A nadie le interesa el arte. Les interesa lo que les interesa a todos los demás: la superposición de la voluntad. Es posible que a nadie le interese porque nadie es bueno para el arte. Los “pintores”, si se puede llamárselos así, nunca van más allá de hacer manchas con los dedos o pegar figuras. En lo que concierne a la “música”, el Ultraverso en su totalidad no ha logrado ir más allá de algunas variaciones de alguna canción infantil. Además de alguna canción guerrera. O gritos de batalla. Lo mismo los “poetas”: de vez en cuando lanzan una copla marcial. Hay por lo menos doce retruécanos conocidos. Y eso es todo. Supongo que nadie se ha esforzado mucho. ¿Para qué? El arte y la religión tienen sus raíces en el hambre de inmortalidad. Pero eso lo tiene prácticamente todo el mundo. En los planetas Tipo Y, en términos generales, pronto avanzan hacia un mundo con un futuro indefinido. ¿Ochenta, noventa años? ¿De qué servirán? Ah, sí. La otra cosa que les aminoró el ritmo fue el carácter increíblemente difuso de su gama emocional. Sentimientos tiernos entre ustedes, con los niños y hasta con los animales.