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Debbie lo atravesó con la mirada.

—Pura semántica.

—No… pura gramática —dijo Phil, en apariencia perplejo ante el hecho de que alguien pudiera pensar lo contrario.

Me miró brevemente. Desde luego que era pura semántica en lugar de gramática (yo estaba casi seguro), pero Debbie, que sin duda era uno de los ejecutivos más humanos del organigrama de Mouth en general y de Capital Live! en particular y tampoco era una ignorante, no era lo bastante lista para sentirse segura discutiendo el tema. En momentos así, amaba a mi productor.

—¡Phil! —chilló Debbie, dando una palmada en la mesa. La pantalla ultraplana del ordenador tembló—. ¿Y si alguien… y si un musulmán enciende la radio justo después de tu supuesto descargo de responsabilidades del principio de esta… esta diatriba y luego la apaga antes del final totalmente indignado, como es probable que estuvieran todos si llegaran a creerse lo que oyen? ¿Qué coño van a pensar que acaban de escuchar?

—Va, venga ya. Eso es como preguntar qué ocurriría si alguien oyera la palabra esteta pero encendiera la radio justo después de la primera sílaba. No sé, es una chorrada —dijo con las manos abiertas.

—Eso es una palabra; hablamos de un discurso.

—Sí, pero el principio es el mismo —insistió tercamente Phil.

Debbie pasó a dirigirse a mí.

—Ken, incluso para ti…

—Debbie —dije, levantando ambas manos en señal de rendición—. Estamos tratando de demostrar algo.

—¿El qué?

—Sobre los prejuicios, el fanatismo.

—¿Insultando a la gente? ¿En qué perjudica al fanatismo que yo tenga a todo el concilio de iglesias islámicas chillándome al teléfono? Solo estáis…

—Porque el mes pasado fue el Gran Rabino el que nos chilló al teléfono —señalé.

—La perorata de Israel, el Estado aislado —dijo Phil asintiendo.

—¿Y qué, coño? —gritó Debbie—. ¿Intentáis decirme que insultar a dos religiones es mejor que insultar solo a una?

—Es ecuánime —convine.

—¡Es ser intolerante con los grupos étnico-religiosos! —chilló Debbie—. ¡Hasta puede considerarse incitar al odio religioso e incluso racial hacia los judíos y los musulmanes!

—Eso no es justo —protesté—. También insultamos a los cristianos siempre que tenemos oportunidad. Dedicamos una semana entera a Cristo, ese loco probado.

—¡Que era judío! —aulló Debbie—. ¡Y sagrado para el islam!

—¡Tres pájaros de un tiro! —le grité—. ¿Qué problema hay?

—A lo largo del tiempo todas las religiones derivadas de Abraham han sido objeto selectivo de una crítica mordaz y dura, pero por encima de todo, justa —intervino Phil—. Tengo las grabaciones.

Debbie miró a Phil y después a mí.

—Esto no es broma, tíos. Se están lanzando bombas incendiarias contra sinagogas y mezquitas…

—¿Estás segura? —preguntó Phil.

—Hay personas que son atacadas porque parecen de Oriente Próximo…

—Sí, lo sé —dije negando con la cabeza—. Hostia, si se ha atacado a los sijs por simpatizantes del terrorismo islámico. —Extendí los brazos—. Cosa que prueba lo que en esencia venimos diciendo; los fanáticos son todos unos capullos.

—La cuestión es —dijo Debbie exasperada— que algún imbécil del Frente Nacional o del Partido Nacional Británico podría escuchar uno de vuestros programas en los que arremetéis contra los judíos o los musulmanes y felicitaros, joder, Ken. —Debbie dio otro palmetazo en la mesa, pero esta vez menos fuerte. Volvió a ponerse las gafas y fijó la mirada en mí—. ¿Es eso lo que queréis?

Se trataba de una cuestión interesante, algo que ya nos había preocupado a Phil y a mí.

—¡Por eso tenemos que atacar el fanatismo y la estupidez dondequiera que se dé! —bramé—. Si nos callamos ahora pensarán que los últimos con los que nos metimos eran los malos.

—¿Qué? —preguntó Debbie, mirándome de nuevo por encima de las gafas. (Justo es admitir que mi última afirmación no tenía demasiado sentido ni siquiera para mí.)

—Me parece justo —dijo Phil asintiendo.

—Bien, tengo otras dos cuestiones, caballeros —anunció Debbie pegándose las gafas a la cara y acercándose más a la mesa—. Existen cosas tales como la licencia de esta emisora y la BSA, la comisión que vela por los principios de la radiodifusión. Existen asimismo los anunciantes. Que pagan todos los putos recibos y que pueden retirar sus anuncios aún más rápido que la BSA la licencia. Algunos ya lo han hecho.

—Pero han sido reemplazados —repuso Phil con la cara algo colorada. Se quitó las gafas.

—Por ahora, con tarifas más bajas —puntualizó Debbie fría como el acero.

—¡Las tarifas llevan todo el año bajando en todas partes! —protestó Phil. Se puso a abrillantar las gafas con un pañuelo limpio—. ¡En esta situación los nuevos siempre pagarán menos! Es…

—Algunas personas muy importantes, algunos anunciantes vitales, han tenido unas palabras con sir Jamie —dijo Debbie apretando los dientes. (A nuestro favor, pensé, hay que decir que llegado ese punto ninguno de los tres echó ni siquiera un vistazo al retrato del Querido Propietario que colgaba de la pared)—. En cócteles. En su club. En reuniones del consejo. En cotos de caza. En eventos benéficos. Por el móvil y en el teléfono de casa. No está contento. No está contento hasta el extremo de estar sopesando muy seriamente qué necesita más, vuestro programa o su buen nombre. ¿Qué creéis que elegirá? —Se recostó, dejando que el comentario calara—. Chicos, dirigís un programa de éxito razonable, pero al final no son más que diez horas de emisión semanales de un total de ciento sesenta y ocho. Ken, Phil, sir James os ha apoyado hasta ahora, pero no puede permitir que pongáis en peligro la emisora, menos aún la reputación de Mouth Corporation ni todo lo que ha levantado de la nada durante treinta años.

Phil y yo nos miramos.

—Hostia, Debs —dijo Phil con voz trémula—. ¿Nos estás pidiendo que suavicemos el tono o de lo contrario estamos en la calle? O sea, ¿qué? —Volvió a ponerse las gafas.

—No estáis despedidos. Pero no basta con suavizar el tono, hay que retractarse.

—¿Retractarse?

—Hay que cambiar, en particular, esta manía de atacar el islam y el judaísmo.

—Bueno, pues, ¿podemos atacar el cristianismo? —sugerí. Debbie me atravesó con la mirada—. ¿Qué? —pregunté con las manos extendidas.

—Tenemos la solución perfecta —anunció Phil, sin más.

Por primera vez en toda mi vida reaccioné tarde de verdad.

—¿La tenemos?

Phil asintió.

—Ken todavía no sabe nada —le contó a Debbie.

—¿No lo sé?

—La propuesta de Última hora me llegó ayer.

(Por los pelos conseguí no preguntar: «¿Llegó?».)

—¿Esos de Chanel Four? —preguntó Debbie entornando los ojos.

—Sí; la competencia de Noche de noticias —confirmó Phil.

—¿No estaban tratando de cazar a Paxman para el programa?

—Eso creo, pero él no está por la labor. Se rumorea que lo presentarán Cavan Lutton-James y Beth Laing.

—Ella está en Sky, ¿no?

—Sí, pero tiene que renovar contrato.

—Da igual —dijo Debbie agitando una mano.

—Da igual —continuó Phil—. Por el momento siguen con programas piloto, pero el lunes empiezan en serio y quieren algo controvertido y fuerte; algo que los saque en titulares.

—Creía que me querían para practicar en algún piloto —dije. (Un comentario estúpido, tal como comprendí en cuanto cerré la boca: era totalmente posible que Phil estuviera improvisando sobre la marcha.)