—¿Me quejo mucho?
—Yo no he dicho eso.
—Ya, bueno, pero se entiende. ¿Lo hago?
—Pones un montón de pegas a las pelis, Ken.
—¿Ah, sí?
—La ciencia ficción, por ejemplo. A tu entender, ¿cuál es la única película de ciencia ficción creíble desde el punto de vista técnico?
—Dos mil uno.
Craig suspiró.
—¿Por qué?
—Porque Kubrick no permite que se oiga nada en el espacio. Y porque era un genio, sabía cómo usar ese silencio, así consigue el momento brillante en que como-se-llame sale disparado del tanque pequeñito para excursiones hacia la cámara estanca y va rebotando por el interior hasta que choca con los controles de cierre de la puerta y entrada de aire y solo entonces entra el sonido; magnífico.
—Y el resto de películas que ocurren en el espacio…
—Son menos creíbles porque cuando ves una explosión en el espacio justo después oyes un efecto sonoro que hace que te castañeteen los dientes.
—Y por tanto…
—Aunque hay que admitir que, de todos modos, prácticamente todas las películas con explosiones se equivocan en el tiempo que tardan en oírse. No solo parece que los directores no entienden que el sonido no viaja en el vacío, tampoco parecen entender cómo viaja en una atmósfera. Ves una explosión a un puto kilómetro de distancia, pero el sonido siempre ocurre exactamente al mismo tiempo, no un segundo después, cuando deberías oírlo.
—Pero…
—Aunque se perciben atisbos de mejoría. Hermanos de sangre tiene explosiones correctas. Es decir, ésa era la menor de sus virtudes, pero es un síntoma de que se estaban tomando la cosa en serio, de que la gente de efectos especiales estaba haciendo que las explosiones parecieran reales, lo cual quizá solo implique un fogonazo y cosas volando por todas partes en lugar de montones de gasolina o lo que sea que le echen; todo ese asunto de los nubarrones de gas en llamas es una chorrada.
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—Sí. ¿Por qué importa? Solo son películas, Ken.
—Porque no es verdad, coño, por eso —dije agitando enfáticamente los brazos.
—Bueno, ¿y lo que ocurrió en el estudio de televisión?
—Ya te lo he contado.
—Sí, me lo has contado, y también me has dicho que me has contado la verdad. Pero no es lo que le has contado a otros, no es lo que has declarado bajo juramento, ¿no?
Me giré sin levantarme del sofá de cara a Craig, olvidándome de Sigourney y sus compinches condenados.
—¿A qué viene eso?
—Ken, estás siempre sermoneando sobre la verdad y acerca de ceñirse a los hechos, pero tú mientes en público.
—¡Por una razón! ¿Es que no has entendido nada?
—Entiendo perfectamente lo que estás haciendo, Ken —dijo Craig en tono razonable—. Incluso lo aplaudo. Creo. —Se estiró de nuevo en el sofá, con las manos en la nuca—. Es decir, implica recurrir a la violencia, que se corresponde más a la reacción típica de tu parte de mala persona, pero comprendo lo que haces. Lo único que digo es que al tratar de dejar claro lo que piensas te estás viendo obligado a comprometer tu lema de contar la verdad incluso cuando duele.
—Venga ya, Craig; yo no soy mejor que nadie; miento constantemente. Sobre todo en el contexto de las relaciones personales. Dios, me encantaría ser un hombre monógamo, fiel, dulce, cariñoso, pero no lo soy. He engañado… a la mayoría de mujeres con las que he estado. He engañado a mis jefes, a la prensa, a…
—¿Y a mí?
Me dejó con la palabra en la boca. Me recosté, pensando.
—Bueno, hay… Bueno, hay lo que solían llamarse mentiras piadosas, ¿no? Falsedades relativamente sin importancia necesarias para… para evitar herir los sentimientos de la gente o no hacer cómplice a alguien… bueno, o cómplice o…
—Ya sé lo que son las mentiras piadosas, gracias, Ken.
—Ya; cosas que tienes que decirle a la gente, incluso a las amistades, si estás engañando a un tercero. —El censor interno, conectado en línea, que normalmente utilizaba con unas cuantas palabras o frases de adelanto para asegurarme de que no maldecía por antena, estaba ahora trabajando de modo similar, de manera que no llegara a mentir a Craig incluso pese a que cuidaba de no decirle toda la verdad, que habría implicado admitir que le había mentido muchísimo en relación a la noche que había pasado con su mujer—. Nunca te decía la verdad cuando estaba tirándome a otra y creía que Jo podría preguntarte dónde estaba. Venga, hombre. Tú también lo haces; ahora mismo lo estás haciendo. ¿Adónde vas luego? ¿Con quién has quedado?
—No es lo mismo. Me limito a no contártelo. No puedes comparar negarse a contarlo todo con mentir deliberadamente.
—Ya, pero también es no ser franco, ¿no?
—¿Y qué? No tienes derecho a saberlo todo de mi vida privada.
—¡Si soy tu mejor amigo! —Le miré—. Lo soy, ¿no?
—Mejor amigo masculino, seguro.
—¿Quién es tu mejor amiga?
—Bueno, ¿Nikki?
—¿Nikki?
—Sí; oye, para empezar, la conozco de toda la vida.
—Sí, pero…
—Hemos pasado grandes momentos juntos, situaciones difíciles, y además es una estupenda compañía, es afectuosa, divertida, sabe escuchar, es comprensiva… ¿Qué?
Yo me limitaba a negar con la cabeza.
—Tienes que dejarla ir, Craig. De acuerdo, es estupenda y todo eso, pero…
—¡Le dejo ir a la suya! —protestó Craig—. Está en Oxford. Le encanta, apenas viene a casa, tiene tantos amigos que no sabe qué hacer con ellos. Por lo que yo sé ha tenido ya más ligues que yo en toda mi vida. Créeme, Ken, me alegro por ella y no quiero asfixiarla de cariño ni nada. Pero siempre será mi mejor amiga.
—Vale, vale. Pero lo del sexo tiene que parecerte un poco raro.
—Ken, he tenido tropecientos años de preparación para el hecho de que mi hija tendría una existencia sexual independiente. Reconóceme algo de previsión. Y algo de… comprensión. Hemos hablado de estas cosas, Ken; los tres juntos. Nikki toma precauciones. No la hemos educado para que se comportara como una idiota. —Me pinchó en la rodilla con un dedo—. En fin. Eso no viene al caso. El caso era que yo soy sincero contigo al admitir que no voy a contarte algo, yo no…
—¡Ya vale! He entendido la diferencia.
Y he cambiado sutilmente la dirección de la conversación, canalla farsante e hipócrita, me dije para mí.
—De todos modos, no se trata de eso —añadí, intentando alejarme del tema de las mentiras y las relaciones—. Ni de emplear el parsec como unidad temporal como hacían en la primera Guerra de las galaxias y no molestarse ni siquiera en quitarlo en la edición nueva. Es el modo general en que funcionan las películas, las películas de Hollywood. Lo he estado pensando; imagina que los cuadros se hicieran como las películas en Hollywood.
Craig suspiró, y sospeché que sospechaba que se avecinaba un protosermón, lo cual era cierto.
—La Mona Lisa tal como la conocemos sería solo un primer bosquejo; en el segundo la habrían pintado rubia; en el tercero, sonriendo feliz y mostrando algo de escote; para el cuarto, aparecerían ella y sus hermanas, igualmente atractivas y guerreras, y el paisaje de fondo se habría convertido en una jovial escena de playa; en el quinto bosquejo se la quitarían de encima y se quedarían solo con las hermanas, cambiarían la playa por una montaña neblinosa y las chicas serían pelirrojas y un poco más, no sé, étnicas, y para el sexto o el séptimo sustituirían la montaña por una jungla oscura y misteriosa y la protagonista sería una doncella de tez morena vestida con un escueto chal, una mirada ardiente, seductora y una exótica flor en su larga cabellera… Bingo. La Gioconda tendría el mismo aspecto que algo que tu anciano tío compró en Woolworths a principios de los años setenta y de lo que no ha tenido el buen sentido de desprenderse en sucesivas redecoraciones.