Sacudí la cabeza.
Lo irónico del asunto era que ahora a veces yo tenía sueños y pesadillas en los que el dividido era yo y tenía visiones aterradoras de otra realidad en la que iba por ahí renqueando con muletas, un hombro roto, y nunca volvía a ver a Celia; o me despertaba jadeando por culpa de imágenes de mi cuerpo en descomposición, un montón de carne podrida en posición fetal dentro de un molde de cemento en un embalaje inundado aposentado en el fondo del Támesis, río abajo.
Y, en cualquier caso, Celia seguía creyéndose dividida, provisional. Así que lo estábamos, ¿solo uno de nosotros? ¿Los dos? ¿Ninguno?
Yo elegiría la opción C, pero ¿quién narices lo sabía?
No Probado, si se quiere.
Nunca regresé a la casa de Ascot Square. Celia dormía en el Bella del templo una vez por semana. Craig y yo volvimos a hacernos amigos, aunque empezando más o menos desde cero. Probablemente Emma era la que lo llevaba mejor. Nikki descubrió lo mío con su madre y me miró de un modo que no olvidaré hasta el fin de mis días.
—Ken —dijo, ablandándose y moviendo la cabeza con arrepentimiento—. ¿Cómo eres?
Todos piensan que Ceel es maravillosa. Ed también. La primera vez que le puso los ojos encima dijo inmediatamente:
—Déjale. Sé mía. Renunciaré a todas las demás. Para siempre. Probablemente.
Celia sonrió y contestó:
—Tú debes de ser Edward. ¿Qué tal?
Más adelante, esa misma tarde, cuando Celia no podía oírnos, le pregunté a Ed:
—Entonces te gusta, ¿eh? ¿Crees que debería quedarme con esta?
Yo intentaba ser gracioso, pero me miró con lástima:
—Colega, creo que aquí no decides tú.
Incluso ahora a veces se nos queda mirando, cabecea, me mira y dice:
—¿Cómo es posible?
Supongo que tiene razón.
No le doy excesiva importancia, pero yo le he dicho a Ceel que la quiero, mientras que ella más que decirlo lo deja caer, muy de vez en cuando. Una de las pocas veces en las que la he visto aturullarse o incomodarse es cuando dice algo como lo primero que dijo aquella primera vez por teléfono y me llama «mi amor» o algo similar. Una noche que estábamos particularmente relajados y tranquilos le pregunté sobre esta cuestión, y ella se limitó a sonreír y sugerir que «amor» era una palabra que había quedado devaluada.
—En lo que al amor respecta —dijo—, hay que ser conductista.
Lo pensé y decidí que bueno, que me sentía querido.
Así que No Probado. Tal vez cualquier relación que no haya terminado no está probada, ni en un sentido ni en otro. Quizá es lo único que cabe esperar en este mundo caído, fracturado, que nos hemos construido para nosotros y nuestros herederos.
Addicta se convirtió en un gran éxito y Jo parecía estar en todas partes, pero afortunadamente ellos o su representante decidieron que tenían que conquistar Estados Unidos y optaron por desaparecer sin dejar rastro y, sí, efectivamente se desvanecieron de las pantallas de radar de la mayoría de la gente.
Conservé mi trabajo, sorprendentemente.
El mes antes de salir para la Martinica, volamos a Glasgow. Lo único que Celia había visto de Escocia era una lóbrega finca y su castillo plagado de corrientes de aire cerca de Inverness y primeros planos de cabezas y cuartos traseros de venados por el telescopio antes de que algún cabrón los disparara, y quería comenzar a enseñarle el resto del lugar en pleno esplendor de finales de verano. Pasamos una semana, alquilamos un coche, pernoctamos en pensiones. El primer día salimos por Glasgow de compras y a pasear, antes de regresar a casa de mis padres para cenar y —en un repentino chaparrón, para esquivar el tráfico— cruzamos Renfield Street cogidos de la mano.
Título originaclass="underline" Dead Air
© 2002, Iain Banks
© 2004, de la edición en castellano para todo el mundo:
Grupo Editorial Random House Mondadori, S.L.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2004, Cruz Rodríguez Juiz, por la traducción
Primera edición: noviembre de 2004
ISBN: 84-397-1066-6
Depósito legaclass="underline" B. 42.456-2004
Fotocomposición: Fotocomp/4, S.A.
Impreso en Limpergraf
Mogoda, 29. Barberà del Vallès (Barcelona)
GM 1 0 6 6 6